Concierto en Sevilla

Arizona Baby: «Es necesario que haya un ámbito privado en la música»

Javier Vielba, voz y guitarra del grupo vallisoletano, explica los detalles de su nuevo disco, «Sonora», trabajo que presenta junto al resto de la banda este sábado en la Sala X

Los componentes del grupo Arizona Baby Facebook

Ezequiel Mendoza

De Arizona Baby dicen que suenan americanos en España y mediterráneos en Norte América. Ese, quizás, es uno de sus mayores logros: actitud enérgica y folklórica sobre el escenario, pero letras y melodías inspiradas en el country y el blues anglosajón. En su nuevo disco, «Sonora» (2018), los Arizona Baby aúnan la experiencia de sus años en la carretera y la frescura de la improvisación, según afirma Javier Vielba, cantante y guitarrista del grupo.

Para los vallisoletanos, este nuevo trabajo es una foto en movimiento de su presente más inmediato. Un trabajo coral, realizado en varias etapas y en distintos estudios, donde han dado rienda suelta a toda su creatividad, sin poner ningún tipo de frontera. Quien vaya al concierto de este sábado en la Sala X que se amarre bien los machos, porque los chicos de Arizona Baby vienen armados hasta los dientes con un arsenal de temazos con los que hacernos sudar y bailar.

Repite mucho la palabra «plenitud» cuando le preguntan acerca de sus sensaciones sobre su nuevo disco, «Sonora». ¿Hay algo que hayáis trabajado de un modo distinto para sentiros así?

En todos los discos, cada uno tiene sus canciones favoritas o sus dudas de que quizás algo se podía haber trabajado de otra manera. Siempre hay cosas que se quedan ahí apuntadas, a mejorar para la próxima ocasión. Esta vez estamos los tres muy contentos con todo, todo ha quedado como queríamos y estamos todos muy de acuerdo en que es un disco que a todos nos gusta. Estamos muy satisfechos. A eso ha contribuido que lo hemos trabajado de forma muy conjunta los tres durante todo el proceso y eso creo que se ha notado.

¿Cómo ha sido ese proceso creativo?

Normalmente soy yo el que trae la mayoría de las canciones, y esta vez también he traído gran parte, aunque los compañeros han traído composiciones mucho más hechas, no solo ideas sueltas, sino cosas más trabajadas. Entre todos creo que hemos aportado canciones que han dado variedad al disco. Creo que todo eso suma. Es un disco que, como te decía, ha sido muy coral. Creo que siempre está bien que los procesos vayan variando. Nunca hemos hecho los discos de la misma manera. Hemos tenido distintos ingenieros, distintos estudios, distintas rutinas…

Esta vez lo hicimos así. Nunca habíamos grabado en estudios distintos y también ha sido muy interesante. Hemos ido por etapas, cuando teníamos unas cuantas canciones, que podría ser la primera etapa, las grabamos en Valladolid. Luego, pasó el tiempo e hicimos otra tanda en Madrid. Luego fuimos a Sevilla… Todo eso creo que era un riesgo, pero el resultado ha sido positivo, de esta manera todas las canciones han mantenido su frescura pues se han grabado cuando estaban recién terminadas y no esperar a cuando están todas, que si no se pierde ese espíritu de una canción recién hecha con sensación de presente. Capturar eso ha sido un acierto y quizás esta ha sido una buena fórmula.

Eso en cuanto a nivel técnico, pero, en cuanto a la lírica, ¿hay algo que ha variado? ¿Hay algún eje común? ¿Es este disco una fotografía de un momento concreto?

En cuanto a las letras, son el tipo de canciones que hemos hecho siempre. Seguimos tocando en directo algunas canciones del primer disco, el primero que sacamos autoeditado y del cual todavía tocamos tres o cuatro canciones. Hay canciones de todas las etapas. Encaja perfectamente. Creo que «Sonora» sí que aglutina todo lo que hemos hecho en discos anteriores. Tenemos cosas más folk, más roqueras, etc. El primer disco sí que tenía influencias de los setenta, pero también de los noventa de esos «Unplugged» de Nirvana y tal, de haber crecido en la era grunge, pero mirando hacia los sesenta y setenta.

Luego ya empezó a asomar más el country y el western swing. También el blues más de raíz y cierto aproximamiento a lo psicodélico. Luego, pues es verdad que el disco anterior fue más variado y había más pop, pero en este disco creo que también hay un poco de todo y encaja perfectamente y que no hemos cambiado de tercio de forma radical. Hemos dado un salto cualitativo, a nivel técnico también. Con una batería más presente, con menos percusión, como antes, aunque sigue habiendo. Pero todo eso son detalles que nos da el empirismo, la experiencia. Creo que eso nos lleva a pulir todo y conseguir cosas nuevas. Ahora sí tenemos una instrumentación, un enfoque y una experiencia que nos permite acometer empresas más arriesgadas.

Ese tipo de canción y de letras sigue un poco en esa línea: el amor, el odio, el paso del tiempo, las filias y las fobias, la angustia vital, la observación socio-cultural de tu entorno, la contemplación, la fascinación con el cosmos, el ocultismo y el misterio… Todo eso siempre está ahí y es parte de mi imaginario, incluso aunque sean canciones en castellano para Corizonas o El Meister [su alter ego], pero creo que siempre hay elementos que son clave. La vida misma.

Este disco tiene una canción llamada «Just say it’s so» que dura 14 minutos. ¿Cómo surge la idea? ¿Es un objetivo o empezasteis a componer y cuando os disteis cuenta ya no había marcha atrás?

La verdad es que empezó siendo una canción de tres minutos. Muy atmosférica, un poco folk. Empezó siendo una pieza muy etérea para cerrar el disco o un interludio entre canciones, algo basado en las voces, con guitarras cristalinas. Luego lo llevé al local y, con los compañeros, empezamos a jugar con ello, empezamos a tocar todos, empezamos a improvisar sobre ello y creo que ahí está la clave de la gira anterior, que fue una gira con muchos conciertos.

No sabría decirte cuántos, pero en torno a 100 o 150, porque fue a lo largo de dos años. Eso acabó de consolidar el trío. Con la experiencia de grabar el anterior disco y la anterior gira, consolidamos la química y creo que eso también hizo que, a lo largo de la gira pasada, cada vez improvisábamos más en directo. Hacíamos intros, interludios en una misma canción…

Y eso os motivó a plasmarlo en un disco.

Eso fue lo que nos motivó. Es decir, era algo que hacíamos en los directos y queríamos plasmarlo en un disco. Hacer una improvisación, pero en el estudio. De hecho, esa toma de 14 minutos es la única que hay. Llegamos, la tocamos una vez, quedó así grabada y así es como está en el disco. Luego le añadí unos pequeños detalles de teclas, un órgano, una maraca que se metió después. Pero el 95% es una toma pura. Eso es gracias a la química del grupo. Hemos conseguido que se acerque a la energía de nuestro directo. Hemos probado técnicas distintas de grabación.

Hay un par de canciones que se han grabado por pistas, que es algo que nunca habíamos hecho. Incluso luego sampleamos nuestros instrumentos para jugar con ellos. Hemos probado muchas técnicas para estimular nuestra creatividad y cuanto más experimentamos y probamos cosas, más nos sorpredemos. Ahora que sabemos bien quién somos y qué es Arizona Baby, salen cosas que te sorprenden.

Recientemente afirmó que no es lo mismo ser «turista de la música, que un habitante de la misma», quejándose por la ley de espectáculos de Castilla y León. ¿Teme una desaparición progresiva de las salas y, con ellas, de muchos grupos y bandas?

Sí, por desgracia tengo ese temor. No sé si va a pasar de aquí a diez años, a quince o a veinte. Me gustaría pensar que eso no va a suceder, ojalá no. Creo que estamos a tiempo de centrarnos y que existan estos espacios culturales que no tengan que ser necesariamente municipales. Creo que es importante que haya espacios de libertad absoluta. Porque, por mucha libertad que haya, cuando se trata de un espacio público o municipal siempre puede haber protestas si la propuesta artística de turno… pues, yo qué sé, vino Def Con Dos a Valladolid y hubo protestas porque había habido unos tuits polémicos. O llegan las fiestas de una ciudad y viene un cantante de reguetón que tiene letras cuestionables o que a la gente no le parecen bien y les parece que no debería hacerse en un espacio público sino privado.

Es todo muy respetable, pero, precisamente por eso, es necesario que haya un ámbito privado en la música. Cuando es en una sala municipal nos exponemos a que haya ciertas cosas que no puedes hacer o tocar. Es muy necesario que pueda haber de todo y que la gente pueda elegir. Si tienes que tocar en una sala municipal, pues tocas una vez al año, no tocas más, pero en una privada mientras vendas entradas y al tipo del local no le parezca mal, puedes ir las veces que quieras. Está bien que haya apoyo económico a las salas y no multas. Pero más que apoyo o chutes de un poco de dinero para funcionen mejor, pero lo suyo es que se les dé garantías. Que si quieren hacer una reforma para el local, que pueda ser válido y no se les va a decir sí, pero no, y que según interese te saquen a relucir que el escalón tenía un centímetro menos o más, o que si el pestillo de la puerta tiene que ser otro. Y que los dueños de las salas dejen de vivir en ese estado de incertidumbre y que estén siempre expuestos a los cambios de gobierno y que se les trate, según quien gobierne, con mejor o peor talante. Política aparte, el lugar propio para el rock es una sala de conciertos. Cada tipo de música tiene su lugar.

Y el rock no es para teatros.

Claro, el rock es para una sala o un garito de toda la vida. Con su barra o sus cervezas de toda la vida, con la gente disfrutando, sudando, con el artista cerca y luego acaba el concierto y se pone música. Y tienes el puesto de camisetas y de discos y puedes hablar con los músicos, hacerte unas fotos, saludar, lo que es el ritual mágico de ir a un concierto de rock en una sala, que es lo que a mí me ha enganchado siempre y por lo que yo me dedico a esto. Porque a mí de joven me flipaba ir a un concierto, qunque fuese un grupo desconocido, te metía treinta personas, daba igual. Era mágico, increíble y lo sigue siendo.

Tengo miedo de que las nuevas generaciones no sean conscientes de ello porque no se les está ofreciendo y se les está alejando de ello con las restricciones de edad para ir a conciertos, las regulaciones de ruido… que todo eso se está manejando, como digo yo desde hace tiempo, desde la Concejalía de Turismo. Y eso no puede ser. La cultura hay que gestionarla desde un punto de vista cultural, no turístico. No puede ser que se esté aprobando un festival con dinero público a la vez que estás cerrando salas porque a lo mejor un vecino protesta, o por un escalón, o porque en el Madrid Arena la sombra todavía colea. Creo que eso es matar mosquitos a cañonazos y hay que empezar a valorar esto y a dejar de pensar que la música es ruido o mera ambientación. La música es arte, cultura y patrimonio y es algo que hay que defender y potenciar.

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