La Orquesta Nacional en Santander: la búsqueda de la verdad mozartiana

La formación clausuró el festival de la capital cántabra con dos conciertos, uno dedicado a Mozart y el segundo a Beethoven

Jaime Martín sustituyó en la segunda velada a David Afkham, confinado al aparecer un contagio por coronavirus en el equipo de producción de la orquesta

El Palacio de Festivales de Santander, durante el concierto de clausura del Festival Pedro Puente Hoyos

Alberto González Lapuente

El Festival Internacional de Santander ha dado fin a su programación 2020 con dos conciertos protagonizados por la Orquesta Nacional de España . Josep Pons , director honorario de la OCNE, ha dirigido el primero de ellos dedicado monográficamente a Mozart , un compositor que se ha convertido en el bien necesario de muchas agrupaciones instrumentales que tratan de solventar con plantillas ajustadas colocadas holgadamente sobre el escenario las obligaciones sanitarias impuestas por la pandemia.

Pons y la ONE interpretaron a Mozart en el Festival de Música y Danza de Granada mediado el mes de julio. Entonces el programa fue a tiempo completo, con las sinfonías 27 y 40 además del concierto 20, que protagonizó Elisabeth Leonskaja . En Santander, las sesiones se han reducido a poco más de una hora de duración, eliminando, la sinfonía 27 e incluyendo la presencia del pianista Javier Perianes, quien rizando el rizo viene a tomar el lugar de Juan Pérez Floristán , ganador de la edición 2015 del Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea, que en el mes de enero interpretó junto a la ONE y en Santander esta misma obra. La casualidad se ha aliado con la crisis sanitaria para poner de manifiesto una de las consecuencias de este tiempo inestable: la aceleración del proceso de concentración del repertorio que se propone e interpreta; fenómeno que venía produciéndose desde tiempo atrás y que se ha analizado en diversos estudios, a la cabeza de los españoles los propuestos por Miguel Ángel Marín .

Otra cuestión son los protocolos de escucha . La ONE se muestra particularmente sensible a la actual situación y, de entrada, se coloca sobre el escenario muy abierta, coloca un atril por instrumentista y separa a los de viento con paneles de metacrilato. Además, incorpora el uso de la mascarilla para todos los intérpretes, incluyendo al solista y al director; es decir, un nuevo elemento de utilería que se agrega al escenario desnudo, frío y plano del Palacio de Festivales de Santander, lo que dibuja una intrigante sensación de inquietud.

Las leyendas mozartianas, las ciertas y muchísimas otras recreadas, a la cabeza de las cuales es fácil situar la popularidad de las narradas por Miloš Forman en «Amadeus», parecen revolotear en el ambiente. Sobre todo porque también está entredicho la verdad del estilo mozartiano. Hoy, de entre todas las músicas que sobre el mundo existen, la del compositor de Salzburgo es quizá, la que más dudas y posibilidades plantea en referencia a su verdadera naturaleza interpretativa. Un día antes, en Santander, Les Musiciens du Louvre llevaban a Mozart hacia lo convencional con instrumentos de época, ahora la ONE con una amalgama instrumental históricamente diversa y algunos usos teóricamente verídicos viene a profundizar en el dilema.

La ONE y Pons superan en calidad a los franceses, apuestan por una sonoridad mucho más afilada, sensible, minuciosa. Pero de inmediato, se plantea la primera discrepancia frente a un piano de cola cuya sustancia y profundidad contradice el planteamiento inicial de la obra. El concierto 20 se convirtió en una constante búsqueda del equilibrio entre Javier Perianes , quien trataba de domar un instrumento que aún habría necesitado un punto más de ajuste (lo que condicionó incluso la interpretación de la «Serenata española» de Manuel de Falla, escuchada como propina), y Josep Pons y la concertino Lina Tur Bonet, quienes procuraron conjuntar a una orquesta cuya desahogada idisosincrasia aflora en muchos detalles.

Si el «Allegro» inicial fue un encuentro entre dispares , el del final vino a colocar la obra en una posición mucho más relajada y expansiva gracias a una perspectiva dinámica especialmente generosa. Quedó por medio la «Romanza» ante la que se alcanzaron momentos importantes, de gran elocuencia y delicadeza. Y todo ello en un contexto musicalmente higiénico en el que prevaleció el deseo decorativo y el lastre conceptual a la voluntad vehemente y energética que habría podido alcanzarse mediante una mayor flexibilización de los usos instrumentales.

En la definición del concierto también tuvo mucho que ver la personalidad musical de Josep Pons , perfectamente identificable en el primer movimiento de la sinfonía 40. La sensatez y la ponderación dibujaron una versión en la que se prefirió buscar la coherencia global a destacar con énfasis el sentido dialógico de esta música. El brío en el ataque del «menuetto», bien armado y expansivo, contrastó fuertemente con la pulcritud del «trio» en donde se hicieron muy presentes algunas irregularidades en violonchelos y trompa. Con un encomiable esfuerzo por cuadrar el «Finale» concluyó la obra y la primera actuación de la ONE tras el verano.

Aún habría un segundo concierto del conjunto en el Festival Internacional de Santander, dedicado monográficamente a Beethoven, con las sinfonías 2 y 5, y dirigido musicalmente por Jaime Martín en sustitución del director titular y artístico, David Afkham , quien, según se comunicó, debía «permanecer en aislamiento preventivo tras haber estado en contacto con un caso positivo de Covid-19 detectado en el equipo de producción artística de la ONE. Aunque Afkham ha dado negativo tanto en la prueba PCR como en la prueba serológica, el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales ha recomendado el aislamiento».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación