Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020

Morricone y Williams: dos genios de la música que permiten ver las películas con otros ojos

Uno es romano y otro neoyorquino, uno tiene alma de trompetista y el otro de pianista, uno colegueaba con Sergio Leone y el otro con Bernard Herrmann, Alfred Newman o Franz Waxman…

Muere Ennio Morricone a los 91 años

John Williams y Ennio Morricone
Oti Rodríguez Marchante

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**Rescatamos por su interés el artículo de Oti Rodríguez Marchante sobre Ennio Morricone, después de que le otorgasen el Premio Princesa de Asturias de las Artes, junto a John Williams

Ennio Morricone y John Williams no tienen muchas cosas en común, pero sí las suficientes como para compartir este año el Premio Princesa de Asturias de las Artes . Uno es romano y otro neoyorquino, uno tiene alma de trompetista y el otro de pianista, uno colegueaba con Sergio Leone y el otro con Bernard Herrmann , Alfred Newman o Franz Waxman …, y sí, ambos poseen un enorme talento para la música, especialmente para esa que llena el incomprensible vacío de una película antes de que ella llegue. Pero, aparte de detalles personales o de estilo musical, lo que los hace perfectamente sinónimos es el hecho de que se puede ir sin gafas a ver una película cuya música hayan hecho ellos… Todo aquello que la vista te emborrone, lo aclara emocionalmente el oído y sus canales directos con la cabeza, el corazón y la entraña de un modo que no es fácil de explicar, pero que nos ponemos a ello.

El ejemplo más claro es, quizá, el caso de « Tiburón », la película de Spielberg a la que le puso música John Williams : ver al bicho nítido impresiona, acongoja y su errata, pero lo que te arruina todos los años el nadar con soltura en el mar no es el bicho, que no suele estar, sino que, inmediatamente (y sin la gafas, claro), uno empieza a escuchar esa partitura sincopada, el trombón, la tuba y quién sabe qué, y ve la película entera mientras gana la orilla como si ganara la lotería. Da lo mismo las veces que se haya visto «Tiburón»: cuando entra John Williams en escena, uno cierra los ojos.

Y con Ennio Morricone ocurre, de otro modo, pero lo mismo, uno escucha ese festín de violines de « Érase una vez en América » y se le vuelven los ojos hacia dentro a buscar ahí la tristeza, la hermosura, la nostalgia, las ganas de untar algo, lo que sea, en su propia vida… Hay que tener mucho cuidado en esta película para que la música no le impida a tus ojos ver los de Jennifer Connelly y su baile en la trastienda y la mirada de De Niro , que tal vez no sea el mejor momento de la historia del cine, pero que nadie pierda el tiempo buscando otro que cruja tanto.

Y este Ennio Morricone, delicadísimo en esta película de Sergio Leone , es el mismo que veinte años antes y entre pitos, flautas y silbidos le puso sello a su trilogía del dólar, a «Por un puñado de dólares», «La muerte tenía un precio» y «El bueno, el feo y el malo». Como nadie ignorará, el culto a esas películas de Leone le debe tanto a la música de Morricone como al poncho de Clint Eastwood , y que se pueden ver una y otra vez sin gafas, pero no con un tapón en los oídos.

Y esto vale también para, nada menos, que « La Guerra de las Galaxias », a la que si se le quitase la música de John Williams, incluso el crítico de cine más experimentado podría confundirla con una película europea, pongamos checa. Nadie como John Williams para darle vuelo a la épica (es ponerse a ver « Indiana Jones » y escuchar su banda sonora y sentir de inmediato que necesitas un sombrero y un látigo…, y se puede ver de espaldas sin que la urgencia de aventura se te vaya del cuerpo, siempre y cuando no haya un espejo enfrente). Pero nadie tampoco como John Williams para darle vuelo a la tragedia: no existe nada tan desgarrador como ese violín y ese arpa que nos cuentan « La lista de Schindler », y quien no haya llorado con ellos tiene que ir con urgencia al cardiólogo.

Volvamos con Morricone, y al lugar donde tocó el Cielo, a «La Misión», esa película de Roland Joffé cuya banda sonora no sé si combina lo nativo, lo español, el oboe, tambores, lo insólito, pero sí que te eleva los pies del suelo y te hace participar de una espiritualidad que no siempre se la ofrece la película a los ojos. Curiosamente, en estas dos últimas, «La lista de Schindler» y «La Misión», probablemente las dos partituras más hermosas al menos hoy, que ofrendamos a Williams y Morricone, está dentro Liam Neeson , un gran actor con tan buena vista como oído.

Harry Potter , Superman , el soldado Ryan , un violinista en un tejado …, cualquier personaje encuentra en John Williams la música perfecta para sublimarse. Ha ganado cinco Oscar, es decir, uno más que otro John, John Ford, como director de películas. En cambio, Ennio Morricone solo ha ganado uno (además del honorífico) y muy recientemente, en 2016, por ponerle música a «Los odiosos ocho», de Quentin Tarantino, lo cual tiene un valor añadido al tratarse de un director tan reacio a buscar fuera de su discoteca: antes se deja poner una lavativa que una banda sonora original. Pues ahí está, impecable y novedosa, la de Morricone. Y si alguien piensa que nos olvidamos de citar « Cinema Paradiso », se equivoca: esta obra de Tornatore es infinitamente mejor si, cuando suena la maravillosa música de Morricone al final, en la escena de besos de película, cerramos los ojos y no vemos ese contraplano sobrante y algo ñoño de Jacques Perrin y su mirada llorosa.

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