Critica de música

Memoria de una impresión

La opinión de Magrané cobra estos días un significado especial pues bajo el anuncio perseverante de que nada volverá a ser como lo conocimos, la realidad es que ya estamos inmersos en una realidad distinta

Joan Magrané Inés Baucells

Alberto González Lapuente

Al compositor Joan Magrané (Reus, 1988) le interesan poco las propuestas artísticas que acaban convertidas en un manifiesto político aunque entiende que siempre hay un cierto grado de intervención, que toda acción es, en cierta manera, política. Lo ha explicado en varias ocasiones, la última de ellas en la entrevista realizada para ABC por Pep Gorgori con motivo del estreno este último fin de semana, de «Obreda» dentro de la actual temporada de la Orquesta Nacional de España.

La opinión de Magrané cobra estos días un significado especial pues bajo el anuncio perseverante de que nada volverá a ser como lo conocimos, la realidad es que ya estamos inmersos en una realidad distinta. Y no se trata tanto de ese protocolo incómodo, necesario y cotidiano que obliga a entrar y salir del Auditorio Nacional de Música manteniendo el orden, que convierte el gel hidroalcohólico en un guante estéril o que sienta a los espectadores separados consiguiendo que el concierto acabe por ser una enmudecida e introspectiva liturgia, lejos de ese ámbito de socialización que históricamente le dio sentido.

Resulta mucho más inquietante ver tantísimas butacas vacías lo que retrata con una contundencia pasmosa las consecuencias de un largo proceso de desencuentro con el público en el que se implican muchos factores, incluida una manera de ser, capaz de revelarse ante la necesidad imperiosa de apoyarse en la barra de un bar pero que considera muy poco relevante la posibilidad de escuchar música, leer o contemplar. Inevitablemente han sido muchos años de desinformación, ignorancia y desprecio con especial incidencia en una educación incapaz de explicar que la formación artística también impulsa una ciencia más creativa y unos políticos menos incapaces.

Aún así, y con el ánimo de estimular la promoción de sus actividades, la Orquesta Nacional se suma al imparable desarrollo digital y anuncia estos días el nacimiento de su canal de divulgación virtual Bienvenida 2.0 con el que pretende difundir contenidos que pongan de manifiesto distintos aspectos de las obras programadas en sus conciertos. Sofía Martínez pone voz a la primera entrega aunque advierte de la importancia que sigue teniendo el concierto como «experiencia única». Muy generosamente habla de algo «imborrable, que puede transformar un poco el mundo, como mínimo, el propio», palabras quizá demasiado serias pero que señalan la penetración que puede alcanzar un acto como el que dio cabida a la obra de Magrané.

Sobre todo, porque es un compositor particularmente sensible, ordenado y minucioso. Atento al estímulo externo, en concreto el que le proporciona la poesía. En el caso de «Obreda» toma el poemario homónimo del e scritor y artista plástico Perejaume , y a partir de él surge esta especie de bosque musical que nace desde la aspereza y se resuelve en la quietud. Hay en la obra de Magrané, en su música un perfilado sentido tímbrico que llega a adoptar una consistencia profundamente evocadora. Las ráfagas orquestales, los armónicos de la cuerda elevando la obra sobre una base inconsistente, los encuentros entre la propia cuerda y el viento, los apuntes del arpa, la sensación de circularidad del sonido… son detalles que apuntan hacia una obra sintética, esencial, de ricos colores instrumentales, capaz de promover una escucha hedonista, satisfactoria pero no menos inquietante e inquisidora, comprometida.

La Orquesta Nacional interpretó «Obreda» con especial dedicación y estupenda minuciosidad. Tiene que ser difícil conjuntarse sobre un escenario en el que los músicos se separan preservando la distancia de seguridad. De hecho, el ejercicio de desnudez deja al descubierto ciertas irregularidades pero también hace más perceptible la estupenda capacitación de muchos de los instrumentistas. El caso del flautista Álvaro Octavio es prodigioso . Abandonando esta semana su puesto dentro de la orquesta, actuó como solista, e interpretó «Syrinx» de Debussy, lo que dio una continuidad natural a la obra de Magrané, y el concierto para flauta de Jacques Ibert. La sesión del sábado permitió escuchar interpretaciones prodigiosas, muy aplaudidas pese a la aparente timidez personal del solista, notables por la naturalidad, la calidad del sonido, el impecable virtuosismo instalado en correlación con una orquesta que dio lo mejor de sí misma y que aún fue capaz de mantener la tensión del concierto en el primer movimiento de la cuarta sinfonía de Beethoven.

Porque el ciclo sinfónico beethoveniano de la ONE está resultando revelador, bajo la dirección de David Afkham . También él, ante las circunstancias protocolarias del escenario, está haciendo un esfuerzo adicional que se manifiesta en la clarificación del gesto sin batuta, exacto, promotor de una robusta estructura rítmica como cimiento para la construcción de la totalidad a través de una flexibilidad muy personal. La extensa gama dinámica explica la sensatez expresiva. Y a partir de ahí el «allegro vivace» se resolvió con el encuentro de toda la orquesta en un gesto armado y definitivo, que se relajó en los siguientes movimientos pero que aún, en buena medida, se pudo recuperar en el cuarto. Bajo la sensación del conciliábulo vino el recuerdo de que en los tiempos de Beethoven, los espectadores escuchaban sus sinfonías como la expresión de una voz comunitaria. Lo explica Mark Evan Bonds en su libro sobre el publico y la música instrumental en la época de Beethoven (Acantilado) y apunta que, con él, la escucha se convirtió en una forma de pensamiento. Una idea que sigue viva.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación