Joan Magrané: «El arte es humanismo, nos saca del mundo digital para ir hacia la intimidad»

El compositor inicia este fin de semana su residencia en el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) con el estreno de su obra «Obreda»

Joan Magrané, fotografiado en el Palau de la Música Inés Baucells

Pep Gorgori

El compositor Joan Magrané inicia este fin de semana su residencia en el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) con el estreno de su obra «Obreda» por parte de la Orquesta Nacional de España. A sus 32 años, ha obtenido numerosos reconocimientos, como el Reina Sofía de Composición y el de la Academia Francesa en Roma (Villa Médici) y Madrid (Casa Velázquez). El pasado martes se añadió a la lista la nominación a los Grammy Latinos a la mejor obra de música clásica contemporánea por sus «Dues peces per a piano», incluídas en el disco «The butterfly effect» de la pianista Noelia Rodiles.

¿Cómo es esto de estar nominado a los Grammy Latinos?

Me ha cogido por sorpresa, aún no sé demasiado qué significa. Los de la música clásica a veces vivimos en nuestro pequeño mundo. Para mí sería importante que sirva para que el disco de Noelia Rodiles llegue a más gente, porque es fantástico.

Descríbame esta «Obreda» que estrena en el Auditorio Nacional.

Está inspirada un poemario de Perejaume, sobre la idea de un bosque [«obreda» es una manera de decir arboleda en catalán] en el que en lugar de árboles crecen obras de arte. En algunas partes trabajo sin material previo, a partir de un simple semitono, para ver cómo crece la idea casi forestalmente sobre mi mesa. Tiene mucho de música de cámara, aprovechando los magníficos solistas de la Orquesta Nacional. Es una gran orquesta, pero con gusto por el detalle, y además creo que David Afkham entiende muy bien mi idea sobre la música.

¿Cuál es esa idea?

Me inscribo en una tradición clásica, simplemente porque es la música que he escuchado y tocado siempre. Con la voz en un primer plano, incluso cuando hago música instrumental.

¿Por qué esta fijación por lo vocal?

Para mí, el arte es humanismo, nos saca del mundo digital en que vivimos para ir hacia la intimidad. La voz es el instrumento más íntimo, y ese es mi espacio. Con la voz articulamos frases, líneas melódicas. Mi música se basa en la superposición de esas líneas, y de ahí surge la armonía. Es, en el fondo, lo mismo que hacían los polifonistas del Renacimiento.

¿Qué tiene la música de antes de Monteverdi que nos fascina tanto?

Libertad expresiva, porque no es una música del todo codificada, aún está buscando.

Busca también referentes artísticos más allá de la música, como el propio Perejaume.

No veo diferencias entre las disciplinas, solamente cambian las herramientas. Me gusta romper esas barreras, hacer referencia a pinturas, poemas, músicas del pasado…

Y pese a ello no ha hecho ninguna incursión en ámbitos como la electrónica o la videocreación.

Es una postura más ideológica, y tiene que ver con la medida humana. Vivimos el día a día ante una pantalla. Yo a la hora de crear me abstraigo de todo esto y escribo con papel y lápiz. Con la electrónica tengo siempre la sensación de que se trata de ir añadiendo cosas, y para mí la música es quitar todo lo que se pueda. No digo que esté mal, pero en esos ámbitos yo no encuentro mi camino.

¿Se definiría como conservador?

No, yo diría que estoy conscientemente inscrito en una tradición. Me gusta aquella frase que dice que la tradición no es venerar las cenizas, sino mantener viva la llama.

¿De ahí que haya trabajado también sobre textos sacros?

Sí, son textos que han sido importantes para nuestra civilización, para muchas personas. Tienen un aura especial que me inspira. Es ese punto volátil, casi esotérico de la música, que tiene que ver con la vibración pero que también tiene que ver con los instrumentos y sus materiales. En el violín tienes la madera, la crin de caballo... Es algo muy elaborado que al mismo tiempo nos conecta de alguna manera con la naturaleza y los orígenes.

Menciona mucho el humanismo y la medida humana…

Pienso que hay que poner la medida humana en el centro de todo. Para mí, las cosas cuanto más pequeñas y más cerca, mejor. No solamente en la música, sino también en política.

¿Con la música se hace política?

Yo no me siento atraído por las propuestas artística que son manifiestos o que son políticamente muy marcadas. La creación que me interesa es la íntima, lo que decía Miró: lo ultralocal es lo más universal. La única igualdad que existe es que somos todos diferentes. Otra cosa es que, por ejemplo, muchas de mis obras vocales tienen textos en catalán. No sé si es un gesto político llevar fuera de nuestras fronteras música cantada en catalán y así hacer que la gente descubra poetas que quizás de otra manera no habría conocido nunca. Pero en todo caso, esa no es la intención primera. Simplemente, es la literatura que mejor conozco.

¿Y la española?

Hay mucha poesía que me gusta mucho, desde los místicos hasta José Ángel Valente. Mi primera obra sinfónica, «Secreta desolación», se inspira en una de sus poesías. Y hace tiempo que tengo en mente unos poemas de Juan Ramón Jiménez, de quien me siento muy próximo. Necesito encontrar el momento para ponerme con ellos, o que me salga un encargo en el que pueda encajar.

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