Ricardo Godoy, profesor de la Universidad de Brandeis, con uno de los participantes en el estudio
Ricardo Godoy, profesor de la Universidad de Brandeis, con uno de los participantes en el estudio - MIT

Los gustos musicales son de origen cultural

Un nuevo estudio demuestra que las preferencias por los distintos estilos no están programadas en el cerebro

Madrid Actualizado: Guardar
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Un nuevo estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y la Universidad de Brandeis (EE.UU.) sugiere que los gustos musicales no están programados en el cerebro, sino que tienen origen cultural. En los estilos occidentales, desde la clásica hasta el pop, algunas combinaciones de notas son generalmente consideradas más agradables que otras.

En el estudio, realizado sobre una muestra de más de cien personas pertenecientes a una tribu amazónica con poca o ninguna experiencia con la música occidental, los investigadores encontraron que los acordes disonantes se consideraron igual de agradables que acordes «consonantes». «Las preferencias dependen de la exposición a la cultura musical occidental, no son innatas», dice Josh McDermott, profesor de Neurociencia en el Departamento de Ciencias del Cerebro y Cognitivas del MIT.

McDermott y Ricardo Godoy, profesor de la Universidad de Brandeis, dirigieron el estudio, que se detalla en un artículo publicado en «Nature». Durante siglos, ciertos científicos han planteado la hipótesis de que el cerebro está programado para responder favorablemente a acordes consonantes, mientras que otros expertos han sostenido que estas preferencias son determinadas culturalmente. Se trata, por tanto, de un debate de difícil resolución, en parte porque hoy en día muy pocas personas no están familiarizadas con la música occidental.

La influencia de la música occidental

«La mayoría de la gente habla mucho de la música occidental y la música occidental tiene un montón de acordes consonantes. Por lo tanto, ha sido difícil descartar la posibilidad de que nos guste la consonancia porque eso es a lo que estamos acostumbrados, pero también es difícil proporcionar una prueba definitiva», señala McDermott.

En 2010, Godoy pidió a McDermott que colaborara en un estudio sobre cómo la tribu amazónica de los Tsimane, una sociedad agrícola de cerca de 12.000 personas, responde a la música. Los investigadores hicieron dos grupos de estudio, uno en 2011 y otro en 2015. En cada análisis se pidió a los participantes que calificaran cuánto les gustaban los acordes disonantes y consonantes, asegurándose antes de que eran capaces de distinguir unos de otros.

El equipo realizó las mismas pruebas con un grupo de bolivianos que vive en un pequeño pueblo cerca de los Tsimane y con otro de residentes en La Paz. «Lo que encontramos es que la preferencia por la consonancia más que la disonancia varía mucho entre los grupos», apunta McDermott. «En los Tsimane es indetectable y en los dos grupos en Bolivia, hay una preferencia estadísticamente significativa pero pequeña», remata.

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