Frank Sinatra

Cien años de aquel muchacho del Cadillac

Se cumple un siglo del nacimiento del cantante y actor, auténtico icono de la cultura popular del siglo XX

MADRID Actualizado: Guardar
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Mucho antes de «Sensación de vivir», en Hoboken (Nueva Jersey) había un alumno que llegaba a clase en Cadillac. Y en los años de la Gran Depresión. Con razón Walter Cronkite puso en duda durante una entrevista la dura infancia de Frank Sinatra. Él reconoció al menos que tuvo una madre severa. Señorito mimado aunque no de cuna meneada, era hijo único de una influyente inmigrante italiana llamada Natalie «Dolly» Garaventa, una comadrona de metro y medio casada con un bombero que practicaba abortos clandestinos (ella, no el bombero).

La pareja regentaba un bar durante la ley seca. De niño, Frank cantaba («fatal») sobre la pianola del local. Un día le dieron diez centavos y pensó que eso era lo suyo.

Sus futuras relaciones con la mafia no fueron más que un paso más en una vida en la que todo era posible. En 1947 conoció a Lucky Luciano en La Habana. El capo y otros de su gremio escucharon a Sinatra en la terraza del Hotel Nacional. Ese fue el comienzo de una bonita amistad que le cundió más que a Bogart y Claude Rains la suya. Le cundió más que su amistad con presidentes: de Roosevelt a Reagan pasando por Kennedy (produjo o dirigió las galas inaugurales tanto de Kennedy como de Reagan).

Pero apuntaba maneras en técnicas disuasorias. En 1947, después de haberse desligado años antes, puso a Tommy Dorsey una pistola en la sien para romper definitivamente el contrato que le unía a su orquesta. Dorsey había enseñado a Sinatra a cantar. A respirar. Y el negocio.

Pionero del fenómeno fan

Una de las grandes suertes de Sinatra, capacidades vocales y de fraseo al margen, fue contar con el repertorio popular americano. El de Porter, Gershwin, Jimmy Van Heusen o Sammy Cahn. Triunfó en la radio cuando la gente empobrecida no podía pagar el cine, donde también destacaría. Fue Sinatra quien empezó con el fenómeno fan mucho antes de Elvis. En 1959 coincidió con él en un programa de televisión. Sinatra pagó a Elvis 100.000 dólares por actuar diez minutos y hacer un dúo.

Hoy habría cumplido 100 años. Cuando cumplió los 80, besó a Kate Moss. Ella tenía 21 y salía con Johnny Depp. Estaba sentada fumando un cigarrillo cuando el cantante la rodeó con sus guardaespaldas. «Feliz cumpleaños, Frank». Él se abalanzó y la besó. En la boca. También le dio un cigarrillo sin filtro. «Fue fabuloso», dijo Moss. El beso. El momento. El cigarrillo sin filtro. Pero besar a Kate Moss cuando se ha estado con Marilyn Monroe o Ava Gardner (a Mia Farrow la dejó como paloma suelta) no es más que una licencia de viejo azul.

El animal más bello del mundo y La Voz (estamos que tiramos los lugares comunes) formaron una de las parejas más atractivas y alborotadoras del mundo del espectáculo. Un espectáculo dieron en un hotel de El Escorial, siendo testigos Perico Vidal y Enrique Herreros. Cantaba sentado al piano mientras hablaba por teléfono con Ava Gardner. Dos horas. Y de pronto apareció ella con un abrigo de visón blanco. Nada más. Se fueron juntos y cuando Sinatra volvió al rodaje de «Orgullo y pasión» las maquilladoras tuvieron que disimularle los arañazos. En el hotel también daba sillazos a un retrato de Franco. En otra ocasión, Ava pensó que se había suicidado cuando escuchó un disparo en la habitación. En un arrebato había dado un tiro a la almohada.

Lauren, humillada

Lauren Bacall le habría arrancado gustosamente la piel. Al poco de enviudar de Bogart, le propuso matrimonio y aceptó. Pero cuando el agente Irving Lazar filtró el compromiso, desapareció. Y ella, humillada, volvió a Nueva York. En sus memorias, la actriz contó que Sinatra se portó «like a shit» (como mierda). Años después él le pidió perdón. Con Shirley McLaine siempre se llevó bien, seguramente porque no se lió con ella, pese a intentarlo cuando el Rat Pack la tenía adoptada como mascota. Bacall también era del grupo en un sentido amplio. De hecho, es Bogart el que inicia el Rat Pack, aunque sus miembros más conocidos fueran Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr, Peter Lawford y Joey Bishop.

Frank siempre protegió a Shirley. Una vez que ella tenía una actuación en Las Vegas y hubo una huelga del sindicato. Una llamada de Sinatra a sus amiguitos de La Habana y se acabó la huelga.

Marcos Ordóñez también cuenta en «Big Time: la gran vida de Perico Vidal» que el cantante se solía levantar tarde y al hacerlo repasaba la lista de todas las chicas que le habían llamado para organizar sus citas. «La lista se la pasaba Hazel, una criada negra, que había sido sirvienta de Greta Garbo». El relato de Perico Vidal es mucho mejor que el resfriado de Gay Talese, siendo este extraordinario. Pero es que el personaje es el reflejo del sueño americano.

Hoy, al anochecer, el Empire State Building se volverá azul como sus ojos.

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