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Se va Morente, se queda una Estrella en La Unión

La cantaora ofreció un recital con muchos matices éticos y estéticos en el que Israel Galván fue el artista invitado estrella

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Si empezamos por el principio diremos que Estrella Morente salió con mucho garbo cantando por alegrías, acompañada por el soniquete de la guitarra del jerezano Alfredo Lagos, para comenzar a tomarle el pulso al público y al recinto y calentar la temperatura ambiental de los expectantes espectadores que llenaban el Mercado de La Unión con el cartel de entradas agotadas.

Sonaron los primeros aplausos. Si comenzáramos por el final diríamos que después de un recital de casi dos horas, el público ya puesto en pie, le tributó un prolongado aplauso y pidió más. Desde el principio hasta el final la cantaora ofreció un recital con muchos matices éticos y estéticos.

Nada más acabar por alegrías, salió el bailaor Israel Galván como artista invitado y, sin la voz ni la guitarra, comenzó su braceo y sus taconeados marcándose el compás con el chasquido de sus dedos hasta que le unió la guitarra y la cadencia de la voz de Estrella, que cantaba la siguiriya de su padre.

Ahí, Israel, con esos movimientos etéreos, se deslizaba de un lado a otro del escenario buscando ese centro de gravedad permanente, con esa figura que a veces nos recuerda en lo clásico al bailaor Vicente Escudero o en la danza al gran Vaslav Nijinsky, con esa expresividad gestual y mímica que hace que se reencuentre con un estilo propio, un estilo conceptual que no necesita explicaciones.

El bailaor era el artista invitado, por el cariño que le profesaba a Enrique Morente (había venido desde París para intervenir), pero la estrella de la noche era Estrella Morente, que ahora salía con su grupo habitual: la guitarra de Montoyita y José Carbonell «Monti»; las palmas de Antonio Carbonell y Angel Gabarre y la percusión de Popo, así como las palmas y la voz de José Enrique Morente, que en unos apuntes de cantes dejó prendados a quiénes le escuchaban por vez primera. Y se acordaron de Granada: Estrella Morente se adentraba por el Albaycín por cantes abandonaos, con los fandangos de Frasquito Yerbabuena.

Morente, ya con la voz caliente, cantaba una serie de siguiriyas con su candencia habitual, dándole su matices propios, expresando con sus gestos, sus manos y sus miradas el sufrimiento y las fatigas en sus ayeos. El público, puesto en pie, quería más. Y así se fue Morente y se quedó una Estrella que conquistó La Unión.

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