Miguel Ángel Rodríguez «El Sevilla», cantante de los Mojinos Escozíos
Miguel Ángel Rodríguez «El Sevilla», cantante de los Mojinos Escozíos - óscar del Pozo

«La gente gasta 5 euros en vidas del Candy Crush y nada en descargar una canción legal»

«Selfi, Bragas y Roncanró», los años pasan, las canas y las arrugas pesan, pero la esencia de los Mojinos Escozíos es inmortal. Viajamos a su historia de la mano de su carismático cantante, El Sevilla

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Miguel Ángel Rodríguez, más conocido como El Sevilla, debe de ser la única persona en el mundo que nunca ha visto una película de terror. No hay ninguna intención de desprecio. Se toma unos segundos de reflexión, busca en alguna parte de su cerebro y encuentra un recuerdo: «Desde que tenía diez años, nunca me ha interesado nada que no tenga que ver con el humor. No me gusta el drama, ni el miedo», explica acariciando su frondosa barba oscura.«Solo me atrae lo que me hace reír, en cualquier formato». Mientras habla, la voz de esta institución del rock gamberro llamada «Mojinos Escozíos» mantiene una de sus manos apoyada en su rodilla derecha. Charla fluída y con ciertas dosis de irreverencia.

No, El Sevilla no lleva hoy el pecho al descubierto. Se presenta vestido como si fuese el fan más incondicional de su propio grupo: mallas negras, camiseta gris con el nombre de la banda y zapatillas de deporte. Está en Madrid para promocionar su último trabajo: «Selfi, bragas y rocanró», el disco número 15 desde que hace 19 años él y sus cuatro compañeros —Juan Carlos Barja, «Zippy» al bajo; Juan Ramón Artero, «Chicho», guitarra solista; Vidal Barja Jr. «Vidalito», guitarra rítmica y Vidal Barja,«El Puto», a la batería— dieran vida al rock escatológico más popular de España. «No somos viejos, somos antiguos», dice con una sonrisa dibujada en los labios.

—«Selfi, Bragas y Rocanró»: ¿De dónde sale el título de vuestro nuevo trabajo?

— Es nuestra esencia. Cogemos un clásico: «Sexo, drogas y rock and roll» y le damos la vuelta. El selfi está de moda; las bragas, bueno, los Mojinos somos las bragas, que ya no se llevan, pero se siguen llevando y el rocanró, nuestro estilo.

— Tenéis una canción que se llama «Kandy Kras». ¿Tú juegas?

—Voy por la fase 457, he perdido muchas horas de sueño, pero no me he gastado ni un céntimo. Con esta «droga» se genera en España un millón de euros. La gente que se gasta cinco euros en tener tres vidas, luego no invierte 98 céntimos en descargar una canción legal. El tema surgió un día que me puse en la puerta del colegio a esperar a mi hija y comencé a silbar la melodía del juego. De pronto me empezaron a mirar muchísimas madres y pensé: esto tiene una canción, todo el mundo está enganchado.

—¿En qué os inspiráis para componer?

—Sacamos canciones de la realidad y le damos un doble sentido. También hay bastante fantasía: hemos tenido más sexo en nuestras letras que en la vida real. Hacemos una canción de todo lo que nos hace reír y pretendemos que la gente se ría también. La dificultad está en que ya nos hemos metido con todo lo que nos rodea, especialmente con nosotros mismos: el cantante gordo, el batería calvo, el guitarrista gitano-rockero, el pobre «Zippi», al que siempre la mujer le pone los cuernos…

—¿Habéis creado escuela con vuestro rock gamberro?

—Nos encantaría que hubiera en la actualidad dos o tres grupos que hicieran humor tocando, pero desgraciadamente no salen bandas nuevas. La discográficas ya no invierten porque no hay dinero, con lo que no salen músicos de ningún estilo. Sabemos que tenemos tres clónicos y uno de ellos se llama «Dios salve a Mojinos». Para nosotros es un verdadero honor.

—¿Dónde conseguís el vestuario para los conciertos?

—Al principio nos vestíamos como nos parecía. Mi madre llegó a hacernos la ropa durante un tiempo. Pero en el año 2000 contactamos con Jaume, un diseñador valenciano que hacía ropa para Drag Queens. Empezó a diseñar nuestro vestuario y hoy por hoy, seguimos su estilo. Desde hace poco, la marca «New Rock» también nos viste.

—¿Cuál ha sido vuestra fórmula para manteneros en los escenarios durante casi dos décadas?

—Suelo comparar la crisis de la música con la llegada de los tractores. Hay que reinventarse, pero quizá la fórmula de «Mojinos» haya sido la capacidad de conglomerar a todo un pueblo, gente de todas las edades, para vernos tocar. Cualquier ayuntamiento de España lo sabe. La gira pasada terminamos con 42 conciertos y esta es la suerte que tiene el grupo: ya no funciona la venta de discos, pero nos siguen contratando para directos.

—Supongo que también os ha ayudado el respetar vuestros tabús: religión, política y fútbol.

—Creo que en eso también hemos acertado. Además ha sido uno de los principales motivos por el que después de tantos años seguimos unidos. La política, como el fútbol, nos la repampinfla. Y el tema de la religión es curioso, porque pensamos que es algo que hay que respetar, pero en alguna ocasión nos hemos metido con detalles concretos, como en la canción «Me cago en el cura». Recuerdo perfectamente a dos misioneros confesarme que ésta es su canción favorita.

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