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Elvis Perkins: el hijo de Norman Bates que quiso ser Bob Dylan

El vástago de Anthony Perkins y bisnieto de Elsa Schiaparelli presenta su tercer disco en Madrid y habla con ABC de cómo construyó su carrera musical por encima de su apellido

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«Al final, un nombre es solo un nombre, no es más importante que otras cosas». La voz de Elvis Perkins (1976) suena pausada y tranquila al otro lado del teléfono, desde Nueva York. Si no conociéramos su árbol genealógico, su aseveración podría resultar convincente, pero resulta que el músico es hijo ni más ni menos que del actor Anthony Perkins y la fotógrafa de moda Berry Berenson, además de bisnieto de Elsa Schiaparelli, cuyos trabajos junto a Dalí la convirtieron en una de las diseñadoras más reconocidas del siglo XX. A él eso, sin embargo, no le da mucha importancia: «Mi nombre es solo una ilusión, una vibración sonora. Tiene poder, pero no un poder intimidatorio realmente.

Y aunque ha sido un desafío en muchas ocasiones, nunca nada demasiado serio», insiste.

Y así, con el mismo ritmo sosegado con el que habla, el pequeño de los Perkins ha ido desprendiéndose de la «carga» que supone un apellido como el suyo y construyéndose una carrera que cosechó muy buenas críticas desde su debut, « Ash Wednesday», en 2007. Con aquel primer disco consiguió granjearse a un buen ejército de seguidores, con canciones como « While You Were Sleeping», « All the Night Without Love» o la que titulaba un álbum que se colocó entre lo mejor de las listas de éxitos de aquel año. Desde entonces, Perkins suma tres discos en los que se ha ganado comparaciones con artistas de la talla de Bob Dylan, Jeff Buckley, Elliot Smith, Micah P. Hinson o Eef Barzelay. «Mucha gente, sin embargo, a veces cree que soy una banda rockabilly de versiones, como si mi nombre fuera una mezcla del músico Carl Perkins y Elvis Presley», cuenta. Algo que tiene parte de cierto, pues su padre decidió bautizarle con el nombre del «rey del rock», su gran ídolo.

Sin embargo, la persona que más le inspiró en su familia no fue el protagonista de « Psicosis», icono del cine de terror de la década de los 60, ni tampoco el trabajo realizado por su madre, cuyas fotografías llegaron a ser publicadas en revistas como «Life», «Glamour», «Vogue» o «Newsweek». Su mayor inspiración fue su bisabuela: «Tenía mucho talento y fue muy prolífica en la década de los 30 y los 40. Su trabajo es maravilloso, libre y salvaje y tuvo un gran efecto sobre mí. Estoy muy orgulloso de ser su bisnieto».

Una familia ilustre

Lo que sí parece evidente es que, con una familia con la suya, hubiera sido extraño que no se dedicara a algo relacionado con el arte. Entre sus antepasados ilustres también se encuentran su tía, la actriz Marisa Berenson, protagonista de « Barry Lyndon», la película de Stanley Kubrick; Bernard Berenson, famoso historiador de arte; Osgood Perkins, uno de actores de teatro más grandes del siglo XX en Estados Unidos; Giovanni Schiaparelli, reconocido astrónomo y célebre por sus trabajos sobre Marte, o Senda Berenson, la primera jugadora de baloncesto en entrar en el «Basketball Hall of Fame».

Asegura, sin embargo, que «podría haber sido cualquier cosa», pues sus padres le apoyaban mucho y «tenían la mente muy abierta», pero él se interesó desde muy joven por la poesía, que acabó mezclado con su temprana afición por componer piezas con la guitarra. «Mis padres eran músicos y muchos de mis amigos del instituto también. Simplemente fue lo que me apasionó tras escuchar a los grandes cantautores de los 60 y los 70, tales como Simon and Garfunkel, Leonard Cohen o The Beatles, con los que aprendí a poner mis poemas dentro de mis composiciones», cuenta. Su padre no llegó a escuchar ninguno de sus discos. Tampoco puede destacar «nada en particular que dijera» sobre su música, pero recuerda perfectamente como escuchaba sus primeras composiciones y le animaba a continuar: «Era un pianista maravilloso y nos invitaba a mi hermano y a mí a tocar y cantar con él. Nos hacía pensar en formas de sonido y creo que, sin duda, estaba contento con lo que hacía en aquel momento ».

Aquellos no fueron fáciles. Anthony Perkins murió de sida la madrugada del 12 de septiembre de 1992, mientras él estaba en casa. Tenía 16 años, su padre, 50. El actor se convertía en una leyenda del cine gracias a su interpretación de Norman Bates, el recepcionista asesino de «Psicosis», de Alfred Hitchcock. Su físico desgarbado y su mirada huidiza le convirtieron a su padre en una de las caras más misteriosas del cine de terror, mientras que en la vida real convivía con las drogas, el alcohol y su confesada homosexualidad. «He aprendido más sobre el amor y la comprensión humana entre la gente que he encontrado en esta gran aventura del sida, que en el asesino y competitivo mundo en el que he malgastado mi vida», escribió en su carta de despedida. A su hijo aún le faltaban catorce años para grabar su primer disco, en un camino tortuoso en el que tuvo que soportar otro golpe: el 11 de septiembre de 2001, su madre moría en el vuelo 11 de American Airlines, durante los atentados de Al Qaida contra el World Trade Center.

Un «respiro» de seis años

El cantautor regresa ahora con su tercer disco, « I Aubade», que presenta este jueves en el Teatro Lara de Madrid (Murcia, Granada y Sevilla en los siguientes tres días) tras seis largos años de travesía por el desierto (la última vez que actuó en España fue en 2009). Ese es el tiempo que ha necesitado para romper con sus esquemas anteriores y hacer un disco mucho más personal y sencillo. «Tenía curiosidad de ver qué ocurría si me alejaba de la instrumentación de la banda, de su influencia y de la propia producción, con el objetivo de oírme y entenderme con más claridad», explica el cantautor, que grabó gran parte del álbum en su casa de Nueva York de forma casera, sumergiéndose en las pantanosas aguas del «lo-fi». «Tenía la intención de hacer canciones que ayudaran a los oyentes y a mí mismo a construir un nuevo comienzo. Intentaba pintar el amanecer de una nueva era, la de la regeneración del planeta. Quería escribir canciones con las que aportar mi pequeño grano en esa revolución», comenta.

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