Literatura

Tahar Ben Jelloun: «La aparición del integrismo es el drama del mundo musulmán»

El escritor marroquí presentó su último libro, «El castigo», relato de los «años de plomo» de su país

Tahar Ben Jelloun durante su visita a Sevilla J. M. Serrano

Jesús Morillo

Tahar Ben Jelloun (Fez, 1944) es uno de los grandes escritores del mundo musulmán, aunque no se exprese en la lengua del Corán, sino en un francés que le ha valido distinciones tan prestigiosas como el Premio Goncourt en 1987 por «La noche sagrada» , novela destacada de una obra que le ha valido repetidamente que su nombre suene para el Nobel .

El martes estuvo en Sevilla en la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo para presentar «El castigo» (Cabaret Voltaire), narración en primera persona de los «años de plomo» del Marruecos que estuvo en los años 60 bajo el reinado de Hassan II .

En este volumen, Ben Jelloun recuerda los 19 meses que estuvo recluido en condiciones rayanas a la tortura en un campamento militar, simplemente por haber participado en una manifestación pacífica de estudiantes. Un episodio del que guarda secuelas, pero tras el que tuvo la certeza de que se convertiría en escritor .

Afirma en su libro que ha necesitado cincuenta años para poder escribirlo, ¿ha sido una liberación?

Ha habido varias etapas. Primero se me olvidaron todos estos acontecimientos, con los que quise poner distancia durante mucho tiempo. Luego volvieron cuando algunos marroquíes me acusaron de haber apoyado a Hassan II. En aquel entonces, yo no tenía ganas de mostrar mi patente de militante y no les contesté. Pero cuando hoy veo a la juventud marroquí, que hoy goza de mucha más libertad de la que yo tuve, gracias a Mohamed VI, he pensado que los jóvenes debían saber lo que ocurrió cuando tenía veinte años para que vean la diferencia, por eso he escrito este libro.

Lo recluyeron en un campamento militar donde la vida era durísima y la gente moría durante las maniobras.

El comandante nos comentó un día que íbamos a hacer maniobras con armamento auténtico y que la ley nos autorizaba a tener un 5% de pérdidas humanas. Comenzamos a temblar, no sé si las balas eran reales o no, al final del día entre los soldados hubo dos o tres muertos. Era una época en la que el ejército era muy poderoso en Marruecos. De hecho, esos mismos oficiales de los que dependíamos allí serían los que protagonizarían después el golpe de Estado contra Hassan II.

Durante su cautiverio le acompañó el «Ulises», de James Joyce, un escritor que se exilió para hablar de su país, como le ha sucedido a usted con Marruecos, ya que vive en Francia.

La casualidad hizo que me encontrara con ese libro. No entendí la grandeza e importancia de este autor en aquel entonces, pero era alguien tan extranjero y alejado de mí que se convirtió en un amigo, en alguien simpático, del leía sus páginas sin más. Después me comenzó a interesar su vida y su obra. Ahí entendí que Joyce era un genio de la literatura del siglo XX y que había tenido que aguantar muchas penalidades para publicar ese libro. Para mí un escritor es alguien que resiste y que debe tener mucha fuerza para ir hasta el final. Joyce ocupó un lugar muy importante en mi vida, porque es el escritor de la audacia. Yo me dije: voy a hacer como él, voy a escribir como me dé la gana sin pensar en la sociedad o la censura.

¿Es bueno tomar distancia de su país para hablar sobre él?

Marruecos está presente en casi todos mis libros, es la fuente de inspiración permanente que tengo y para escribir sobre un país, sobre una sociedad, hay que tomar un poco de distancia. Mario Vargas Llosa, que escribe mucho sobre Perú, ha vivido muy poco allí, incluso antes de ganar el Nobel. Esa distancia es necesaria, porque así se ven mejor las cosas. Además, algunos marroquíes me odian, precisamente, porque tengo el privilegio de ver las cosas que no quieren ver, como cuando escribí sobre la corrupción hace veinte años en «El hombre roto».

¿Hoy se vive con más libertad en su país que en los «años de plomo»? ¿Se pueden tocar todos los temas?

En los «años de plomo» jamás me censuraron. Pero actualmente no solo puedo publicar lo que yo quiero, sino que tengo un artículo cada semana en un periódico digital donde con toda libertad y sin ningún tipo de contención digo las cosas que pienso, y yo critico mucho la situación de Marruecos. No hablo de la figura del Rey, principalmente porque lo respeto mucho y porque no es él directamente responsable de lo que está ocurriendo. No es el responsable de la corrupción, sino que son los islamistas que están en el poder, yo critico esto.

¿Pero se pueden tocar todos los temas?

La gente piensa que en Marruecos cuando uno escribe algo le persiguen. No. Marruecos ha cambiado mucho. Hay tabúes, sí. Hay tres temas que no se pueden abordar. Para qué insultar la figura del rey o su familia, igual que aquí en España. Segundo, una cuestión sagrada en Marruecos es la integridad territorial. El Sahara es marroquí, decir lo contrario es jugar al juego de Argelia. Y, tercero, otra cuestión que no se debe tocar, aunque se debate mucho, es la religión musulmana.

¿Le preocupa que haya habido un incremento del integrismo en las sociedades árabes?

Es verdad que en estos últimos treinta años el drama del mundo musulmán ha sido la aparición del integrismo, que es una desviación política e ideológica de la religión musulmana. El islamismo es una ideología que nada tiene que ver con el Islam, que es una religión monoteísta como el cristianismo o el judaísmo. La aparición del islamismo fue a partir de la revolución iraní, que fue una catástrofe para el mundo musulmán. Hemos sido víctimas, y hablo de Marruecos, de esa ola de islamización, que ha sido posible por el fallo de los partidos políticos, que no han sabido hablar a la juventud. Es un poco como en Europa, donde vemos, por ejemplo, al partido socialista que está desapareciendo, porque su lenguaje los jóvenes no lo escuchan.

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