Muñoz Machado: «Hoy se desprecian instituciones que ha costado muchísimo formar»

El director de la Real Academia Española publica «Vestigios», una colección de ensayos sobre las bases de nuestra sociedad política

Santiago Muñoz Machado
Jesús García Calero

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Si hemos olvidado los caminos que conducen al origen de los valores que nos importan, como la solidaridad o la libertad, no sabremos defenderlos. Para hacer memoria, Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, 1949) ha reunido once ensayos en un nuevo libro, «Vestigios» (ed.Crítica) . Desde el peso político de reliquias y símbolos al origen de las leyes para mitigar la pobreza, la capacidad del Estado para castigar -y sus límites- o los derechos de los animales, el académico rastrea los vestigios de donde todo ello procede.

-Hablar de la importancia de los vestigios y los símbolos políticos mientras las estatuas son derribadas o vandalizadas demuestra que el tema está de actualidad, ¿no cree?

-El libro estudia cosas que me han preocupado siempre en la política: el peso de las instituciones y los símbolos. Vemos que se desprecian instituciones o categorías que ha costado muchísimo formar a lo largo de la historia, que están en la base de la sociedad y podemos derrumbar en un momento determinado sin darnos cuenta de lo que tienen detrás. Quiero que esos ensayos den una explicación sobre el presente. ¿Por qué tenemos esas cosas, cuánto nos ha costado conseguirlas?

-¿A lo largo de la historia el peso de las reliquias cambia?

-La perspectiva religiosa fue la dominante durante mucho tiempo. Ahora, tras un proceso de descristianización muy generalizado se mantienen en la base de la cultura popular con mucha fuerza, sin tanta apelación a lo religioso, pero encajadas en la tradición, como el Camino de Santiago, los plomos falsos del Sacromonte...

-¿Historia cultural?

-Al principio muchos ritos cristianos se superpusieron a los paganos y ahora esos ritos se usan como soporte esencial de la cultura popular. Mire el Rocío.

-¿Felipe II coleccionó miles de reliquias?

-Se conservan restos de personas de especial significación o dignidad desde muy antiguo. Felipe II colecciona miles de reliquias para establecer las bases ideológicas de la nación española, a través de grandes hombres que han nacido y hecho cosas en nuestro país. Ahí quedó involucrado el reformismo protestante, que consideraba que la oposición a esa devoción por las reliquias era fundamental. Calvino hizo un tratado. para desenmascarar las falsedades.

-Y llega la Revolución Francesa.

-Y después llegará el anticlericalismo liberal español del XIX. Los franceses tenían reliquias de la Monaquía, los corazones de los reyes en St Denis. En aquel tiempo fueron capaces de esconderlas en lugares secretos y volvieron a los altares tras la desacralización de Francia.

«Hay un empeño político en algunos casos en desconocer esas instituciones, trivializarlas o darles ninguna importancia»

-Vivimos un momento de convulsión. ¿Están en peligro esos valores, esas instituciones?

-Hay un empeño político en algunos casos en desconocer esas cosas, trivializarlas o darles ninguna importancia. Desde el punto de vista de las creencias sí pero desde el punto de vista de la cultura no se entiende. Un tema como este tiene más de dos mil años de arrastre, es parte del patrimonio cultural y no es posible erradicarlo por empeño político que haya.

-Derriban estatuas de esclavistas igual que atacaban las de Colón. Usted defiende el papel de España en América. ¿Qué lectura hace de esta revisión de la cultura europea?

-No hay una ideología de sustitución, nada que quieran poner en lugar de lo que hay. Son movimientos de protesta, algunas veces justificada como respuesta a acontecimientos muy injustos como ha ocurrido con la muerte de Floyd.

-Viene de lejos: aborda el origen del derecho a buscar la felicidad, en los textos de Jefferson, que era esclavista.

-Es bonita esa indagación de cómo aparece la búsqueda de la felicidad como derecho fundamental. Es la pluma de Jefferson, que había conocido este asunto en Europa, donde hay declaraciones de muchos monarcas del XVIII español y los ilustrados hablaban de ese objetivo. Nosotros lo incorporaremos a la Constitución desde el principio del constitucionalismo, desde Cádiz.

-Pero Cádiz señala la diferencia de visión a ambos lados del Atlántico.

-Así es, en América se separa la concepción política e ideológica de la relación del Estado con ese derecho a la felicidad. Allá concierne al ciudadano, que debe hacer lo posible por conseguirla. En Europa, Francia y España sobre todo, el Estado tiene que ayudar al ciudadano en el logro de la felicidad. Para eso se crean servicios públicos asistenciales. Ese es el origen de los servicios públicos de educación, sanidad o beneficencia que darían lugar a la creación del Estado del bienestar. Es bonito ver de dónde viene y cómo nace la procura de la felicidad, y recordar que el primer lugar en el que se declara es en América, como derecho de los blancos, eso sí.

-Ahora, con la globalización todo eso entrechoca, ¿no?

-Los derechos sociales se resuelven en un plano estatal porque han quedado fuera del ámbito de la UE. Pero hay una cierta confluencia a la armonización de esas prestaciones. En EE.UU. el bienestar es todavía algo que depende del ciudadano.

«Hay hoy muchos juicios penales a manos de instructores desalmados que destruyen vidas y haciendas, donde el derecho desfallece.»

-Entre los «vestigios» del libro, duele ver el de la tortura... La muerte arbitraria de Floyd lo pone de actualidad.

-El poder punitivo del Estado es un asunto que me ha preocupado. Es el más terrible de los poderes y hay que estar continuamente vigilantes sobre él. Estudio el origen de la brutalidad medieval, que funcionaba en plena ilustración. No hay tortura física o pena de muerte en nuestro sistema, pero subsiste la espiritual. Hay hoy muchos juicios penales a manos de instructores desalmados que destruyen vidas y haciendas, donde el derecho desfallece. Es bueno recordar lo muchísimo que costó convencer a las instituciones que dejaran de causar daño físico para valorar lo importante del momento al que hemos llegado.

-Estudia las políticas contra la pobreza. ¿Qué lecciones deja el pasado?

-Seguimos con ese problema. Arranco de Luis Vives y su obra «Subventione Pauperum». En el siglo XVI estaba Europa llena de vagabundos, peregrinos, muchas veces delincuentes. La dificultad era diferenciar entre los pobres que merecían ayuda y los simuladores que engañaban al sistema. Esa necesidad también sigue viva, hay pobreza simulada.

«A mi modo de ver hay que aplicar los recursos públicos que sean necesarios contra la pobreza, y si necesitan un impuesto especial, sería partidario»

-Han pasado cinco siglos...

-Y los problemas siguen ahí. Resulta lamentable que no hayamos sido capaces de arreglar este asunto y no se hayan hecho políticas para erradicarlos. A mi modo de ver hay que aplicar los recursos públicos que sean necesarios, y si necesitan un impuesto especial sería partidario, porque la pobreza de solemnidad es una vergüenza insoportable para un Estado opulento. Pero no sólo es una política de Estado. Hoy es un problema global que necesita políticas globales. El cambio climático acelera la migración desde África.

-¿Hay una enmienda hoy a nuestros valores europeos?

-Al contrario, las instituciones son fuertes y deben sentirse capaces de vencer o responder a estos problemas con políticas. Es evidente que en la sociedad global necesitamos un gobierno global para algunas cosas.

-Habla también de los derechos de los animales...

-Hace siglos se pensó que toda la naturaleza está conectada y hemos de tratarla con respeto. Es otro asunto de gran actualidad, porque muestra las bases de las que surge la modernísimas políticas medioambientales que hoy tenemos.

-¿Qué nos jugamos si olvidamos todo esto?

-Un lector atento encontrará argumentos para defender las sociedades que nos hemos dado, los argumentos políticos de los que nos valemos y la cultura de respeto. Hay instituciones que arrastran tanto tiempo de historia...

-¿El mundo va por ahí?

-No va por ahí, lamentablemente, pero los demás tenemos que hacer algo. Procurar desde las plumas y el pensamiento ser personas responsables con el mundo, ser patriotas. A ver si a alguno que no sea muy gamberro le cae un libro o le llega una idea, aunque sea con Twitter.

-Jovellanos y otros ilustrados estarían en ese mismo espíritu.

-Salvando todas las distancias y la categoría intelectual de Jovellanos que me resulta inalcanzable, pienso que la gente que se ha ocupado toda su vida de estudiar tiene que poner algo en contribución de su sociedad para procurar que no se hagan disparates.

-No podemos rendirnos.

-No. No podemos rendirnos.

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