Bob Satterfield en un combate contra Rex Layne
Bob Satterfield en un combate contra Rex Layne - ABC

Moehringer: «Si no te obsesiona lo que escribes, mejor ni te molestes»

El periodista y escritor, autor del reportaje «El campeón ha vuelto» en el que rescataba el recuerdo del boxeador Bob Satterfield y que ha inspirado la película «El último asalto»

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Antes de convertirse en el biógrafo de André Agassi, llevarse el Pulitzer de Periodismo en 2000 y dar la campanada literaria con la fenomenal «El bar de las grandes esperanzas», JR Moehringer (Nueva York, 1964) era un periodista con inquietudes narrativas a quien el día a día le sabía a poco.

Había pasado de puntillas como becario por «The New York Times», se había familiarizado con los recortes de personal y los expedientes de regulación mientras trabajaba en un diario de Denver y para cuando llegó a «Los Angeles Times» ya había decidido que le interesaban más las historias de largo recorrido que los teletipos de última hora. Fue así como rescató un viejo recorte que una redactora de sucesos estaba a punto de lanzar a la basura y se topó con Bob Satterfield, un astro del boxeo de los años cincuenta al que todos daban por muerto pero que en realidad malvivía en la calle, desahuciado y en la más absoluta pobreza.

El escritor JR Moehringer
El escritor JR Moehringer - ABC

Moehringer no lo dudó y, a pesar de las protestas de sus superiores, se lanzó a seguir y escribir los pasos de Satterfield. Ahí estaba su historia, asestándole un punch en la mandíbula y activando los mecanismos de los que sería una fructífera carrera: «El campeón ha vuelto», su retrato de ese hombre que juraba y perjuraba «ser el mejor noqueador de todos los tiempos», apareció por primera vez en forma de reportaje en 1997 en el suplemento de «Los Angeles Times», inspiró la película «El último asalto», de Rod Lurie, y ahora, casi dos décadas después, se publica por primera vez en castellano de la mano de la editorial Duomo.

¿Cómo ve esta recuperación de «El campeón ha vuelto»? ¿Cree se puede considerar uno de los pilares de todo su trabajo?

–Es difícil para un escritor juzgar su propio trabajo, menos aún decir si esto o aquello es la base de algo. Uno sólo puede juzgar realmente la experiencia de trabajar en algo, el modo en que lo sientes mientras lo escribes y justo después. En este sentido, esta historia es una de mis favoritas, ya que aprendí mucho, tanto en lo narrativo como en lo periodístico, sobre mí mismo y sobre cómo contar historias.

–¿Sería posible ver un texto como este publicado hoy en día en un diario?

–Espero que sí. Y lo deseo. Pero es bastante improbable.

–En el prólogo habla de ese periodismo que vive pendiente de la última hora y de los balances de ventas como algo totalmente frustrante e insatisfactorio. ¿Cómo cree que ha cambiado el periodismo desde que dejó de trabajar en redacciones?

–Internet lo ha cambiado todo, y va a seguir cambiándolo de una manera que nadie puede predecir, y los periódicos siguen siendo la parte más débil de todo el ecosistema periodístico. Cada día son más delgados y pequeños y pierden más lectores y más dinero, algo que no puedo entender, porque uno de los grandes placeres de la vida es beberse una taza de café leyendo un buen periódico. Así que me preocupo por los periódicos de la misma manera que me preocupo por los océanos o los abejorros.

–¿Y qué hay del boxeo? ¿Funciona como metáfora de la vida, de la escritura, o tal vez de ambas cosas?

–Veo el boxeo como una metáfora de todo. De todo.

–Es curioso el modo en que muchos autores se sienten fascinados por el boxeo. ¿Qué tiene el boxeo que resulta tan atractivo literariamente?

–Es primario. Yo contra ti. Pero también: yo contra mí mismo. Y además es simple. Hay pocas reglas, poca ropa y pocas ocasiones en las que el mejor hombre no gana. Y es antiguo. Junto con correr, podría ser el primer deporte.

–En alguna líneas de «El campeón ha vuelto» ya vemos pistas de «El bar de las grandes esperanzas». ¿Tenía la novela en mente mientras trabajaba en el reportaje?

–No conscientemente, pero los dos surgen de las mismas obsesiones.

En el reportaje también se habla, y mucho, de «Moby Dick» y de la obsesión de Ahab. ¿Escribir es perseguir obsesiones?

–Como escritor, si no estás obsesionando con lo que estás escribiendo no hace falta ni que te molestes.

–¿Qué es lo que le sedujo del protagonista del relato? De algún modo, podríamos verlo como un personaje muy literario, como alguien que se ha reinventado a sí mismo de una manera muy narrativa.

–Todo el mundo se inventa a sí mismo y se reinventa varias veces durante el curso de una vida. ¿Cuántos actores, músicos e incluso escritores han cambiado sus nombres, su apariencia, sus historias vitales, y son celebrados? Sin embargo, un boxeador sin hogar hace lo mismo y decimos que está loco. ¿Qué hace que las invenciones de una persona sean fascinantes y creativas y las de otra psicóticas y criminales? Eso es lo que me interesa.

–El libro está dedicado a todos aquellos que libran algún tipo de batalla. ¿Vivir es sinónimo de luchar?

–Creo que sí. Sin embargo, muchas personas se resisten a esa idea, ya que les hace infelices. Una vez le dije a mujer que la vida era como una batalla, una batalla sin cuartel, y ella me dijo que no. No podía soportar la idea de vivir de esa manera. La misma mujer se había roto recientemente la pierna por nueve sitios diferentes y había luchado durante meses para superarlo. Y luego luchó unos cuantos meses con la rehabilitación. Su vida era un ejemplo brillante de que cada día es una batalla sangrienta, pero se negó a ver o aceptar esa verdad hasta que escribí el prólogo de «El campeón ha vuelto»

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