Marian Trimiar, cuando el ring es la propia vida

La periodista y escritora Silvia Cruz Lapeña sigue el rastro de la primera mujer que logró una licencia para boxear en Nueva York en su último libro, «Lady Tyger»

La boxeadora Marian Trimiar, «Lady Tyger» ABC

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La literatura es contexto. Como lo es, también, el periodismo . Y nada mejor que los datos para poder hacernos esa composición de lugar tan necesaria cuando manejamos un material de extrema sensibilidad como somos –sí– las mujeres , a cuestas con nuestra historia más reciente. Así las cosas, el primer periódico que se hizo eco de dos boxeadoras en un ring fue el «London Journal» , y lo hizo en 1722. Tuvieron que pasar casi tres siglos para que las mujeres pudieran subirse a un cuadrilátero durante unas Olimpiadas, las celebradas en Londres en 2012 , aunque entonces todavía aguantaron el chiste malo de quienes pretendían obligarlas a hacerlo con falda – Claressa Shields se negó, por lo que el Comité Olímpico Internacional tuvo que ceder, pero esa es otra historia–.

Entremedias, muchas han sido las protagonistas de un relato a menudo malinterpretado, pervertido: la igualdad de derechos y oportunidades con sus colegas masculinos, tanto en la lona como fuera de ella. De todas ellas, la que acaparó la atención de Silvia Cruz Lapeña , una de esas periodistas que hacen de nuestro oficio un arte, fue Marian Trimiar, «Lady Tyger» . Lo cierto es que no hizo historia, si nos atenemos a la cantidad de títulos que ganó (sólo uno, el de campeona mundial de peso ligero ), pero fue una de esas «heroínas cotidianas» que peleó, hasta sus últimas consecuencias –huelga de hambre incluida–, por lo que quería: una licencia para boxear en Nueva York . De hecho, fue la primera en lograrlo, junto con Jackie Tonawanda y Cathy Davis , el 19 de septiembre de 1978. Y a ella dedica la periodista y escritora un libro de prosa envidiable, «Lady Tyger» (Libros del K.O.).

Descubrimiento

«Doy con ella –explica Cruz Lapeña– porque leo “A History of Women’s Boxing” , de Malissa Smith. Descubro a un personaje fascinante, porque es una perdedora a simple vista, y ese es el rol que encaja perfectamente con el relato existente del boxeo: siempre hay alguien que nunca se vuelve a levantar». Acostumbrada a escribir perfiles periodísticos, Cruz Lapeña se dio cuenta de que Trimiar le estaba dando «mucho más jugo». En ese momento, se cruzó en su camino Emilio Sánchez, editor de Libros del K.O. , que quería poner en marcha la , con «pequeñas biografías de personajes históricos». Comenzó así a rastrear en el olvido, siguiendo la pista de una vida que comenzó el 15 de agosto de 1953 en el Bronx (Nueva York).

Trimiar estudió en el mismo instituto de Manhattan en el que, uno años antes, lo hicieron la escritora Patricia Highsmith o la actriz Lauren Bacall . Aunque, cuando ella llegó al Julia Richmond , el centro educativo era ya uno de los peores de Nueva York . En su infancia, soñaba con ser enfermera , pero el trayecto de clase a casa, y viceversa, la curtió y encaminó sus pasos profesionales hacia el cuadrilátero, donde decidió llamarse «Lady Tyger» (con y, no con i, porque le parecía más femenino). «La frase de ella del subtítulo (“Es mi cuerpo y es mi vida”) lo resume todo: es mi manera de expresarme, de ser alguien, algo que en el entorno en el que crece es importante. Decide que, al menos, va a ser dueña de lo único que posee, que es su cuerpo, y lo reivindica como una herramienta de trabajo que no pasa por la prostitución. Es fascinante, porque reúne esas tres heridas: ser mujer, pobre y negra, y a ella se le une ser boxeadora».

Épica y feminismo

Ya convertida en «Lady Tyger», Trimiar reúne «toda la épica del boxeo» y es «muy peleona, incluso mediáticamente». Pese a todo, en su debut , el encargado de escribir la crónica del combate para «The New York Times» se dedicó a decir cómo iba vestida y no reparó en sus golpes, en ese «Ali schuffle» que ejecutó a la perfección. No es extraño que, tiempo después, Trimiar declarara: «De todos los ismos, y los he conocido todos, el peor es el machismo». «El feminismo y el movimiento de liberación lo aprende sobre la marcha. Es una luchadora, una heroína en construcción. Sale en los periódicos, pero no como una estrella. Le hizo daño que le trataran como una moda y como una novedad. Las mujeres no somos un fenómeno, no somos exóticas, ¡ya está bien! Llevamos haciendo cosas desde que existimos», advierte Cruz Lapeña.

A los 34 años, «Lady Tyger» colgó los guantes. Poco después, fue madre soltera . En 2010, su hijo, Joshua Trimiar , condenado por abusar sexualmente de menores, se quitó la vida en la cárcel. Cuatro años después, la Asociación de Boxeo Femenino de Estados Unidos la homenajeó, pero no pudo acudir a recoger el premio porque la entidad no tenía presupuesto para pagarle el viaje. Y ahí se acaba su rastro fuera del ring. La última frase que la periodista encontró de la tigresa es: «Para ser un don nadie, antes tuviste que ser alguien».

Cruz Lapeña no tiene «la más remota idea de dónde puede estar» hoy Trimiar, ni siquiera si está viva. De estarlo, es posible que viva en Los Ángeles , ciudad a la que se trasladó cuando empezó su carrera profesional. «Ella va cayendo en una zona gris incluso cuando está en activo, y esa es su reivindicación. Yo no quería hacer justicia a nadie, me parece muy pretencioso. Quería honrarla con rigor». Y honrada queda «Lady Tyger» , allá donde esté.

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