Paco Camarasa y Montse Clavé, a punto de echar el cierre en la puerta de su librería, que pondrá fin a su actividad el 3 de octubre
Paco Camarasa y Montse Clavé, a punto de echar el cierre en la puerta de su librería, que pondrá fin a su actividad el 3 de octubre - inés baucells

El cierre de Negra y Criminal señala la lenta agonía de las librerías en España

Los libreros dicen que no se sienten «necesarios» porque los editores ya «no necesitan intermediarios»

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El año pasado cerraron en España dos librerías cada día. En concreto, en 2014 bajaron la persiana 912 establecimientos. Lejos quedan ya lás décadas de los 80 y los 90, cuando se llegaron a abrir casi 1.200. Son datos negros, tanto como el género que aspiraba a salvar al sector. Y 2015 no parece que vaya a maquillar las cifras; la situación es crítica para los libreros, que se desayunan cada día con un nuevo cierre, como el de ayer de la librería Negra y Criminal en Barcelona, uno de los referentes de la novela negra.

Justo un día antes hacía lo propio Sintagma, que en 2007 fue premiada como Mejor Librería Cultural y había logrado la dinamización cultural de El Ejido (Almería).

Pero es que en los meses previos tuvimos que asistir al último día de otras históricas como Altaïr y Paradox (Madrid), Repiso (Sevilla), Estudios (Granada) o Azucel (Avilés).

«Ya no somos necesarios», lamentaban Paco Camarasa y Montse Clavé, libreros de Negra y Criminal. Trece años después de su apertura, Raymond Chandler sigue mirándonos desde el retrato de la esquina; hace trece años eran él, Hammet, doña Agatha Christie, Manolo y su Carvalho y muy pocos, más allá de los connaisseurs del género.

Paradoja y moraleja: «La novela negra está más de moda que nunca... pero cada vez vendemos menos: gana el mercado, pierden los lectores», advierte Camarasa. Más paradojas: «La prensa nos trataba muy bien, hablaba de nosotros... y todo el mundo pensaba que el negocio nos iba de cine». De cine negro sin happy end. Precisamente ahora, añaden el librero y la librera, «cuando la novela negra ocupa colecciones editoriales y grandes superficies, librerías y gasolineras, muy pocos de los lectores que apostaban por llegar hasta la Barceloneta a dejarse recomendar alguna que otra rareza y llevarse el último Camilleri, nos visitan».

Necesitaba militancia

Porque ese era el valor añadido de la Negra y Criminal: vender lo que otros no leen. «Si el marketing editorial pretende vender cien ejemplares de un solo autor, nosotros queríamos vender un libro de cien autores diferentes. Poníamos empeño en que las pequeñas editoriales pudieran vender las pequeñas joyas que publicaban». La Negra y Criminal se sostenía sobre tres patas. Muchos y buenos libros, entre ellos tres mil descatalogados; Paco y Montse (el librero siempre tuvo celos de la librera porque ella escribe y recomienda mejor que él); clientes que militaran en el género: «No clientes fieles, sino leales: esta librería necesita militancia», subrayan.

En los últimos años, la facturación de la Negra y Criminal descendió un 40% por ciento, al tiempo que proliferaban los festivales del género. De la solitaria Semana Negra de Gijón, recuerda Montse Clavé, se ha pasado a trece certámenes en España... «Y nosotros nos hemos quedado sin lectores», remata Paco Camarasa abundando en la paradoja de la librería de culto: esa de la muchos hablan, pero en la que pocos compran». Tampoco la fórmula de venta online dio resultado, con un descenso del sesenta por ciento en los últimos tres años: «Nos estábamos quedando sin balas y queriamos seguir disparando», ironiza Camarasa.

Para poder seguir en la brecha convocaron a doscientos amigos que se convirtieron en Cómplices de la Negra y Criminal con una aportación de diez euros al mes, esa necesaria lealtad que certificaba un carnet de socio tan bonito como inútil. No surgió ese romántico mecenas dignos de una película de Frank Capra; ese no es el género de la jungla de asfalto: «Hay pocos mirlos blancos que inviertan en cultura», ironiza Camarasa con retintín de inspector. Tampoco ayudó mucho el Consorcio de Bibliotecas de Barcelona: «En estos últimos tiempos, y con un presupuesto de más de dos millones de euros, han comprado los mismos libros que la biblioteca de Fraga», observa Camarasa con retranca.

Cuando la Negra y Criminal ya no esté, se perderá un fondo descatalogado hasta ahora al alcance de los seguidores del género. La librería no se entendía sin el carácter de quienes la regentaban: Paco y Montse se han quedado sin fuerzas ni ilusión. Al final, lo malo no ha sido que se hayan acabado las balas: «Hoy todos leen los mismos libros, se lanzan a ellos como moscas... ‘La chica del tren’ la puedes encontrar en cualquier parte y no hace falta venir a la Barceloneta».

El escritor Carlos Zanón, uno de los mayores valores del género negro en nuestro país, se sumó ayer al lamento por el cierre de la librería barcelonesa con un comentario en Facebook. «Eran, son, libreros de pura sangre, gente buena que ha luchado toda su vida y que sabe quienes son los malos. Amaban lo que vendían y nunca te vendían saldos. La negra ahora es el género mainstream y todo son Festivales, coleciones y Clubs de Lectura pero mucho de eso se lo debemos a ellos que tienen que cerrar porque no venden lo suficiente, a pesar de haberlo intentado por todos los medios», escribió el autor en su perfil.

Falta de apoyo

En Cegal (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librero) son conscientes de ello. «Cada día que cierra una librería somos un poco menos buenos», asegura Pilar Gallego en conversación telefónica con ABC. «Estamos asistiendo al deterioro del mundo del libro, pero como nosotros no somos tan agresivos como otros sectores es una muerte lenta». Gallego se queja de la falta de apoyo de las administraciones públicas y de los políticos, que «no hacen nada».

Para cortar la hemorragia, los libreros piden un Plan de Fomento de la Lectura «bueno» y un Código de Buenas Prácticas, además de que se respete el canal de la distribución. Y, por supuesto, apoyo por parte de los editores;el librero se siente ahora desplazado: «Nos están quitando del medio porque no necesitan intermediarios. Así se editan tantas cosas que no merecen la pena», remata Gallego.

En este sentido, Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, considera que el cierre de las librerías supone la «desertización de nuestro tejido cultural» y destaca el papel «imprescindible» del librero como «primer valedor y promotor, muy por encima de cualquier red social». «Desgraciadamente, no vamos a llegar a tiempo para salvar a muchas de estas librerías», lamenta Fernández.

Por su parte, desde el Ministerio de Cultura lamentan «el cierre de esta librería emblemática en Barcelona» y subrayan el papel de acceso a la cultura que ejercen. De la política específica, destacan la puesta en marcha «en breve, conjuntamente con el sector, de un sello que distinga a las librerías. También desde el año pasado se sacó una subvención para el fomento de las librerías y, cabe recordar que se mantuvo al tipo super reducido del 4% el IVA».

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