Invitación para la exposición «Stamp Art», organizada por Carrión en 1976
Invitación para la exposición «Stamp Art», organizada por Carrión en 1976
ARTE

Ulises Carrión, preso e impreso

Imposible englobar al polifacético Ulises Carrión –editor, pero también artista conceptual y contextual– en una exposición. La que acaba de abrir sus puertas en el Museo Reina Sofía –arranque de su temporada– lo intenta y pasa el trámite con nota

Madrid Actualizado: Guardar
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Impreso y preso: Ulises Carrión (1941-1989) jugó con la homofonía de ambas palabras precisamente para liberar las palabras de esa prisión. Y a sus «queridos lectores» con ellas: la estrategia constante de su trabajo es la de quien apabulla y desborda los marcos mentales habituales. Esos que de puro rutinarios se han vuelto invisibles, que coartan nuestra mirada y adocenan el pensamiento.

Si su ojo hubiera sido una cámara, habría estado siempre en modo zoom: expandiendo el ángulo de visión, saliéndose del encuadre académico, transformando el primer plano en un plano general que dé cuenta –y nos haga darnos cuenta– de todo lo que rodea y se relaciona con una realidad que en principio se presenta pura y aislada.

Por desbordar, desborda incluso las etiquetas que se le intentan pegar al vuelo: más que un artista conceptual, fue un artista contextual. Y su capacidad de visión general fue tan amplia que sólo décadas después empezamos a comprobar su exactitud. Su zoom, en ese sentido, fue como el de esos astrofísicos que muchos años después de predecir la posición exacta de una constelación acaban por localizarla con sus telescopios.

«Hacer libros»

Lo hizo con su trabajo con la palabra escrita: empezó como narrador tradicional y publicó volúmenes de cuentos, pero pronto dejó de «escribir textos» para ampliar el campo de batalla y «hacer libros»: el escritor –pensó profético– ya no podía centrarse sólo en la elaboración de manuscritos y dejar el resto al editor y al impresor: tenía que hacerse consciente (nos lo hemos hecho nosotros a la fuerza) de que el libro no es un objeto neutro, sino un conglomerado de relaciones culturales, comerciales y sociales, un artefacto complejo y un «contenedor de espacio-tiempo»: sólo ahora que el texto se desmaterializa, se disgrega y se reconfigura en redes y nubes empezamos a entender el alcance de lo que fue adivinando.

Lo hizo como agitador cultural y generador de ideas y formas nuevas: desde « Other Books and So», su anti-librería y anti-galería en Ámsterdam, por llamarla de alguna forma: es buena señal que constantemente nos fallen las palabras convencionales para hablar de lo que Carrión ideaba; es buena señal que obligue a pensar otras nuevas y a calibrar hasta qué punto se quedan cortas los términos antiguos. Desde aquel espacio, tan físico y material como puramente intelectual, Carrión tejió «proto-redes» de contacto e intercambio con creadores y pensadores de todo el mundo. No le bastaba la desmaterialización de la obra iniciada por Duchamp y adoptada ya a esas alturas como canon por el conceptualismo de posguerra: buscaba la desmaterialización de sus canales de distribución y de recepción, de sus soportes teóricos. No es casualidad que se interesase tanto por el arte postal, que usaba como soporte algo tan abstracto (y a la vez tan específico, tan mensurable y prosaico y burocrático) como el Servicio de Correos. Por correo pidió a más de mil creadores de todo el mundo que le enviaran «cualquier clase de libros que usted produzca». Y por correo los recibió durante años, desde las cuatro esquinas del mundo, hasta conformar una especie de anti-archivo y anti-biblioteca (¿de Babel?) en mutación permanente.

Es buena señal que de forma constante nos fallen las palabras para hablar de lo que este autor ideaba

Lo hizo también como creador o catalizador de trabajos que salían como sondas al espacio exterior inexplorado e investigaban la existencia de arte en otros planetas: en su proyecto «Chisme, escándalo y buenas maneras» puso en circulación entre sus amigos algunos chismes que luego rastreó, catalogando su difusión y taxonomizando sus mutaciones. Recuerda en eso al fundamental Museo del Chisme de Edgardo Cozarinsky: una forma aparentemente deleznable y menor de comunicación que, sin embargo, pone al descubierto las estructuras profundas del acto de narrar: «El chisme celebra la ceremonia de la transmisión del relato, representa visiblemente esa relación que el texto impreso media entre un autor y un lector». Y más, porque hace posible «que el placer circule, como una impalpable moneda».

Frases de Cozarinsky que Carrión habría suscrito, porque lo que le interesaba precisamente era esa transformación del arte en moneda impalpable de placer, que circula de mano en mano, que puede y debe ser falsificada, que no se gasta ni se ahorra y se revaloriza sólo al ser despilfarrada.

De lo particular a lo general

Y lo hizo desde luego al mezclar el placer de las formas populares y la investigación sobre los mecanismos del Sistema Arte en trabajos como «Expediente LPS», en que un festival de cine proyectado para mayor gloria de la diva mexicana Lilia Prado se convierte en un recuento de todos los pasos necesarios para celebrarlo, empezando por el trago de convencer a la propia estrella. El resultado recuerda a Broodthaers al mezclar humor seco, placer cierto y análisis riguroso: de nuevo el zoom convierte lo particular en general y amplía el encuadre.

La retrospectiva del Reina Sofía se integra en una de sus líneas expositivas más interesantes, la que explora las relaciones entre lo escrito y lo visual y su fusión en formas contemporáneas (de « Espectros de Artaud» al tándem Ferrari-Schendel), y hace esperar que pronto se ocupe de fenómenos como el «letrismo» o la poesía visual en España (Carrión mismo tuvo trato y correspondencia con Castillejo y otros en su época).

Y continúa la repesca del trabajo de Carrión que iniciaron exposiciones en el Museo Carrillo Gil de México o la Serralves de Oporto, y de nuevo es buena señal que ni esta ni ninguna exposición al uso pueda dar cuenta de su obra mutante y móvil. Tampoco los estupendos volúmenes del Archivo Carrión que ha ido publicando la editorial mexicana Tumbona Ediciones pueden dejar preso su material impreso (ni ganas, por otra parte): pero todas las vías de acercamiento –visuales, escritas y puramente mentales– valen para ir completando el retrato de grupo de un solo personaje que siempre resultará (por suerte) incompleto.

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