LIBROS

Susan Sontag, madre e intelectual

Una entrevista mítica con la escritora norteamericana, madre de David Rieff

La escritora y pensadora neoyorquina fotografiada en su casa de París en 1972

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004) es, sin duda, una de las intelectuales más seductoras del siglo XX, lo que llevamos del XXI y lo que aún le queda por delante. No creo que su aura deje huérfana a las nuevas generaciones, ni que las nuevas generaciones le den de lado porque fue inabarcable y tan actual que muchos de los asuntos que su lúcida curiosidad empaquetó en una frase brillante («Yo creo que el mundo debería ser un lugar seguro para los marginales...», «Al amor le pedimos todo. Le pedimos que sea anárquico. Le pedimos que sea el pegamento que mantenga a la familia unida...») aún no se han resuelto y si estaban en vías de resolución los nuevos discursos populistas ansían dar al traste con ellos. Hubiera estado bien escuchar de viva voz las diatribas de la señora Sontag contra Donald Trump.

Ese duelo de cabelleras con personalidad no tendría precio: ella, con su largo mechón blanco y su pose masculina (se perfumaba con «Dior Homme» y solo se vestía de señora cuando acudía al Festival de Bayreuth); él, con su tupé despeinado. Tal vez Susan Sontag definiría al actual Presidente de EE.UU. como un ser grotesco (una de sus palabras favoritas junto con servil, aburrido, ejemplar o embobado). O, quizá, no le hubiera hecho ni caso con ese característico desdén tan suyo hacia lo vulgar y antiestético . Susan valoraba la belleza por encima de todas las cosas. A su hijo le puso el nombre de David en honor a Miguel Ángel y su escultura más famosa. Ella adoraba a su hijo y él, a su madre. De hecho, nadie ha hecho más por poner en orden su vasta obra (ensayo, novela, notas...).

De viva voz

Sontag fue tan neoyorquina de nacimiento como de vocación. Para ella, la «city» más europea e intelectual en ese lado del charco. Aunque siempre le quedaría París (su otra capital de referencia, donde pasó temporadas y está enterrada ). Entre la ciudad de los rascacielos y la de las luces se desarrolla esta larguísima entrevista, cerca de doce horas, que firma el periodista y editor adjunto de «Rolling Stone», Jonathan Cott. La versión reducida apareció en la citada y mítica revista en su número del 4 de octubre de 1979. ¿Merece la pena leerse esta charla ahora íntegra de cabo a rabo? Por lo que ella dice, sí. Por lo que él pregunta, no , porque no hay nada más insoportable que un periodista haciéndose el listo, profundo, erudito, cuando tiene enfrente a alguien con peso y fundamento como para que sus cuestiones sean breves y concisas.

Luego, sáltense las preguntas, kilométricas y pedantes en su mayoría, y lean a Susan Sontang de viva voz. Una mujer que se plantó ante el cáncer que, finalmente, acabó con su vida; que amó a su hijo David por encima de casi todo y a su manera, en absoluto convencional. Parte de una infancia desgraciada (una madre en las antípodas de lo deseable y de lo que ella misma fue con el tiempo), de un matrimonio a los 17 años con el padre de su hijo, el profesor Philip Rieff, de amores (Joseph Brodsky), de mil y un amoríos y rumores, algunos tan malintecionados como el que cuenta la que fuera pareja de David Rieff, Sigrid Nunez, en su libro «Siempre Susan» y que implica directamente a los tres (durante un tiempo vivieron en el que fuera el apartamento de Jasper Johns), de su bisexualidad confesa y puesta en práctica, de sus lecturas y autores, de su feminismo fuera de toda regla escrita e impuesta... Y, claro: «De la enfermedad y sus metáforas».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación