LIBROS

Stephen King: «Lo que de verdad me importa es la amistad»

El genio del terror vive «retirado» en su ciudad natal, pero no para de escribir. Apenas concede entrevistas. Publicamos en exclusiva en España una charla con motivo de su último trabajo, «El instituto»

Stephen King posa en su casa de Maine con una camiseta que le regalaron en su último y reciente cumpleaños Twitter

ANTHONY BREZNICAN

Stephen King no seguiría en activo si lo único que tuviese que ofrecer fuese miedo. Dentro de sus terroríficas historias sobre payasos asesinos que cambian de forma, padres homicidas en hoteles embrujados y gripes de extraordinaria virulencia que despueblan el planeta, el inagotablemente prolífico Stephen King ha llenado las páginas con dosis de fuerza, abnegación y hasta esperanza igual de poderosas . Puede que esta sea la razón de que tantos lectores, muchos de los cuales descubrieron sus libros cuando eran niños, le hayan sido fieles durante 45 años de narraciones.

El autor acaba de cumplir 72 años (Portland, Maine, Estados Unidos, 1947) y de publicar su novela número 62, «El instituto», una historia de niños con capacidades sobrenaturales a los que una oscura organización secuestra con el objetivo de estudiarlos, y luego desecha brutalmente cuando su utilidad se ha agotado. A quienes el nombre de King les sugiera sobre todo terror, les sorprenderá cuánta ternura encierra un libro aparentemente tan despiadado.

La idea de la novela se remonta a hace más de dos décadas, cuando su autor (que, en obras como «Carrie», «El resplandor» , «Ojos de fuego» o «La zona muerta», creó personajes similares desde el punto de vista psicológico caracterizándolos como solitarios) retrató toda una escuela llena de niños como los de «El instituto». Cuando empezó a escribir el libro en marzo de 2017, no pensaba en él como una historia de terror, sino como un cuento de resistencia en el que Luke, un genio de la telequinesia de 12 años, Kalisha, una adolescente que lee la mente, y Avery, de 10 años, capaz de canalizar poderes, organizan una rebelión en el centro donde los tienen detenidos.

«Quería escribir sobre el hecho de que las personas débiles pueden ser fuertes» , explica King por teléfono desde su casa de Bangor, en Maine. «Estamos cada uno en nuestra isla y, al mismo tiempo, a veces podemos gritarnos unos a otros y juntarnos. Entonces surge una sensación de comunidad y empatía. Es algo que me encanta, que me gusta mucho en las historias». «En un sermón nunca funciona del todo», matiza. «Si nos limitamos a decir, ‘amigos míos, hagamos las cosas mejor’, suena empalagoso, pero cuando cuentas una historia, la gente lo entiende. Todo el mundo quiere tener un amigo porque, en el fondo, la vida es una experiencia solitaria».

Adaptaciones

King reconoce que «El instituto» comparte tema con la epopeya «It», de 1986, que fue el detonante de un resurgir de adaptaciones cinematográficas y televisivas de sus obras tras el éxito de taquilla de la versión de 2017 para la gran pantalla. Se acaba de estrenar en los cines «It: Chapter Two», que adapta la mitad del libro en la que sus protagonistas han llegado a la edad adulta. Los argumentos de «It» y «El instituto» son totalmente diferentes, pero en el núcleo de ambos relatos hay algo que el autor confiesa que actualmente le preocupa cada vez más, y es no crear miedo, sino hacer que se disipe.

«Uno de los retos cuando llevas tanto tiempo en activo como yo y crees que has explorado todos los rincones del cuarto es preguntarte a ti mismo qué te preocupa de verdad, qué es lo que te importa», reflexiona King. «Pues bien, a mí me importa la amistad; me importa un Gobierno demasiado grande que intentará hacer cosas en las que el fin justifique los medios; me importan las personas indefensas que procuran encontrar la manera de defenderse. Todo eso está en "El instituto"».

Más optimista

De la pluma de King todavía pueden salir escenas horripilantes y desgarradoras, pero sus amigos reconocen que han advertido un cambio en sus historias. «En general, muchas de las obras recientes se han vuelto más optimistas», opina Bev Vincent , autor de «The Stephen King Illustrated Companion» ( «Stephen King ilustrado compañero» ) y coeditor, junto con el novelista, de la antología de relatos cortos «Por los aires. 17 cuentos turbulentos». Vincent cita libros como «Elevación», una novela corta publicada el año pasado que trata de un hombre que se quita literalmente de encima el peso del mundo y empieza a alejarse de él, o «La caja de botones de Gwendy», escrito en colaboración con Richard Chizmar, editor de «Cemetery Dance», sobre un artilugio que da buena suerte en un sitio causando desgracias en otro.

«Los dos tenían final feliz. Daban una visión optimista de la humanidad, tanto de las personas individualmente como en grupo, aunque por en medio hubiese algún imbécil», explica Vincent. «Me pregunto si está suavizando su manera de ver el mundo o si los libros anteriores siempre fueron así. Quizá en el fondo haya una visión positiva de la humanidad que subyace tras todos ellos».

Un niño grande

Actualmente, King está menos enamorado de sus historias más lúgubres, como «Cementerio de animales». Cuando el director de la versión de la primavera pasada estaba imaginando la toma final para la película, el novelista le propuso una idea que salvaba la vida del joven personaje al que había liquidado en la novela original. (El equipo no se decidió por ella.)

Aunque siempre guarda distancia con las adaptaciones de sus obras, King ha hecho una excepción con «La historia de Lisey», de 2006 -un relato de amor sobrenatural sobre una mujer que ata cabos tras la muerte de su esposo -y está escribiendo los episodios de una serie de Apple TV producida por J.J. Abrams que protagonizará Julianne Moore. Para la próxima adaptación de su saga sobre el fin del mundo, «Apocalipsis», ha escrito un nuevo final para dos supervivientes de la catástrofe que suena a «fueron felices y comieron perdices». «Llevo años dándole vueltas», confiesa pensativo. «Siempre quise averiguar qué les había pasado a Stu y a Frannie a su vuelta».

Chizmar reconoce muchos rasgos de su amigo y colaborador en los niños de «El instituto». «Creo que Steve es un niño grande», opina. «Hay adultos con poder y niños que representan el bien y la inocencia, y los dos se alían para recuperar el poder. Ahora es abuelo, y ha dedicado el libro a sus tres nietos . Creo que es un poco cínico con respecto a los viejos, pero tiene esperanza en la juventud».

Fanáticos financiados

Durante un tiempo, King consideró la posibilidad de que los malos de «El instituto» fuesen el mismo grupo que perseguía a Charlie McGee en la novela de 1980 «Ojos de fuego». « Al principio pensé que sería «The Shop» (el organismo ficticio de alto secreto de Estados Unidos en las obras de King). Ellos serían los que encerraban a los niños», cuenta. «Pero luego me dije que la verdad era que no quería que tuviese que ver con el gobierno», así que decidió que los antagonistas tenían que ser fanáticos financiados con fondos privados.

Más adelante, cuando el verano pasado le faltaba poco para terminar el libro, ocurrió algo extraño. Las grandes líneas de «El instituto» empezaron a correr paralelas c on lo que ocurría en la vida real : niños que buscaban asilo en la frontera les eran arrebatados a sus padres en cumplimiento de la política de separación de familias del Gobierno. «Solo puedo decir que lo escribí e n época de Trump. Tenía una sensación creciente de que se estaba marginando a las personas débiles, privadas de derechos y diferentes del estadounidense blanco medio», denuncia King, «y en determinado momento, cuando estaba escribiendo el libro, Trump empezó a encerrar a niños». Desde que empezaron a aplicarse las medidas, al menos siete de ellos han muerto mientras estaban bajo custodia de las autoridades de emigración. « Fue espeluznante porque era lo mismo que yo estaba escribiendo», recuerda el novelista. «Pero no quiero decir que ya lo tuviese en mente cuando escribí el libro, porque mi intención no es escribir alegorías como "Rebelión en la granja" o "1984"».

Espacio para explorar

Como cualquiera de sus 5,4 millones de seguidores en Twitter puede atestiguar, el autor prefiere dejar la tribuna para las redes sociales. Las novelas son un espacio en el que explorar la naturaleza humana, no los acontecimientos del presente. «Pero si uno cuenta en verdad cómo se comporta la gente, a veces descubre que la vida imita al arte . Creo que en este caso ha sido así», concluye.

King no se atribuye dones psíquicos ni visiones del futuro, pero tal vez posea un poder extrasensorial que no parece abundar: la empatía.

[© 2019 THE NEW YORK TIMES COMPANY]

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