En el amplio repertorio de Ian Bostridge (en la imagen), Schubert y Britten ocupan una plaza de honor
En el amplio repertorio de Ian Bostridge (en la imagen), Schubert y Britten ocupan una plaza de honor - Benjamin Ealovega
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Schubert, la música del invierno

El tenor inglés Ian Bostridge analiza el «Viaje de invierno», uno de los grandes ciclos vocales de Schubert, en un brillante y voluminoso ensayo que ha sido un éxito editorial en su país

Madrid Actualizado: Guardar
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Ian Bostridge podría ser el protagonista de una película de Hitchcock: alto, delgado, aire sofisticado, un cierto tormento interior de naturaleza intelectual asomando en su rostro... Bostridge es uno de los grandes intérpretes actuales del «Lied» en la cuerda de tenor y, como los personajes de Hitchcock, está marcado por una obsesión. Su personal obsesión es el «Viaje de invierno», un ciclo de veinticuatro canciones que Schubert compuso en su último año de vida (1828) y que cuenta entre las más extraordinarias creaciones en este género. Los textos de Wilhelm Müller describen el desesperanzado itinerario existencial de un hombre marcado por el estigma del rechazo y la soledad, todo ello enmarcado en un paisaje frío y hostil. Cada poema recibe una extraordinaria traducción musical, pero más impresionante es el efecto de conjunto logrado por Schubert, el modo en que las canciones enlazan las unas con las otras en una suerte de camino progresivo hacia la desesperación.

Bostridge escuchó por primera vez el «Viaje de invierno» siendo aún adolescente y enseguida hubo flechazo. El «Viaje de invierno» es el título que Bostridge más ha cantado en concierto a lo largo de tres décadas de carrera. También lo ha grabado, y por partida doble, en disco y en una original versión fílmica del cineasta David Alden. Al ciclo schubertiano ha dedicado el tenor inglés un estudio de quinientas páginas, «Schubert’s Winter Journey. Anatomy of an Obsession» (Faber&Faber). Publicado a comienzos de 2015, el libro ha sido un éxito editorial hasta el punto de haber sido traducido ya al alemán y al italiano. No todavía al castellano, donde estas cosas suelen ir más despacio.

Bostridge no sólo enmarca el ciclo schubertiano en sus coordenadas históricas. También establece múltiples referencias con otros ámbitos culturales

Bostridge es un cantante en la línea de Dietrich Fischer-Dieskau: desmenuza cada palabra, cada acento y cada gesto, lo analiza en detalle y lo pone de relieve con estudiada intención. Su acercamiento es más bien conceptual sin por ello resultar aséptico, aunque para algunos su «Viaje de invierno» carecerá de la espontaneidad y naturalidad de otros intérpretes (Haefliger, Pears o Prégardien, para limitarse a compañeros de registro vocal).

Culto y sofisticado

En las páginas de «Schubert’s Winter Journey», Bostridge ratifica esta imagen suya de músico culto y sofisticado. No sólo enmarca el ciclo schubertiano en sus coordenadas históricas y en las problemáticas del momento, también establece múltiples referencias con otros ámbitos culturales. Por el libro desfilan Beckett, Coetzee, Thomas Mann, Tolstoi, Goethe, Caspar David Friedrich, episodios de la Historia antigua y reciente, reflexiones sobre fenómenos físicos como los cristales de hielo, los glaciares o la luz solar. Bostridge no escatima recursos en su tarea de glosar la inmensa riqueza que atesora la obra de Schubert. No estamos ante un ensayo musicológico al uso, aunque no faltan observaciones de carácter musical e interpretativo (algunas quizá demasiado técnicas para los no entendidos, si bien su presencia no empaña la fluidez general del discurso). De acuerdo a los cánones de la alta divulgación anglosajona, el estilo literario de Bostridge consigue no fatigar al lector sin renunciar a la profundidad y al rigor en el tratamiento de la materia.

De entre las reflexiones de Bostridge retendría las que se centran en la «climatología» del «Viaje de invierno». Los inviernos continentales en la época de Schubert eran muy rígidos (y más para aquellos que, como el compositor, carecían de recursos económicos y tenían casas mal acondicionadas). Por esta razón, el invierno despertaba en el imaginario colectivo de comienzos del siglo XIX sensaciones penetrantes e intensas: incomodidad, padecimiento, pero también fascinación ante la visión del paisaje helado. Un corolario de sugestiones que la música del «Viaje de invierno» sobreentiende y amplifica.

Angustia interior

Schubert compuso este ciclo para tenor, aunque con el paso del tiempo los barítonos se han apoderado de él. El timbre vocal más oscuro parece conectar mejor con el pesimismo de la obra, pero la cuerda de tenor resulta más satisfactoria a la hora de encarnar el tono blanquecino y la desolación del horizonte nevado, su frialdad. Este aspecto está bien presente en la visión interpretativa de Bostridge. Su Schubert, pese a tener los pies plantados en el Romanticismo, anuncia a cada paso el siglo XX: el expresionismo, la histeria, la enajenación.

No se pierdan a Bostridge interpretando el «Viaje de invierno» ante las cámaras de David Alden. El escenario es una casa abandonada y ruinosa, entre reliquias de un pasado irrecuperable, y el tenor nos muestra todo lo beckettiano que puede ser el ciclo de Schubert. Bostridge canta con palidez cadavérica, mirada afligida, angustia interior. Ay, si le hubiese visto Hitchcock...

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