LIBROS

Sara Mesa: «La literatura viva es rebelde y se sale del tiesto»

A finales de septiembre, se publica su última novela, «Cara de pan» (Anagrama), donde aborda el asunto de la relación entre una niña y un viejo. Indagación en lo turbio, pero sin escabrosidad

La escritora Sara Mesa Isabel Permuy
Carmen R. Santos

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Nacida en Madrid, en 1976, pero afincada en Sevilla desde pequeña, Sara Mesa tiene en su haber las colecciones de relatos «La sobriedad del galápago» (2008); «No es fácil ser verde» (2009) y «Mala letra» (2016). Algunos de sus cuentos han aparecido en antologías como «Pequeñas resistencias 5. Nuevas voces del cuento español» (2010); «Diez bicicletas para treinta sonámbulos» (2016) y «Riesgo» (2017), entre otras.

Asimismo es autora de las novelas «El trepanador de cerebros» (2010); «Un incendio invisible» (2011, reedición revisada en 2017) -Premio Málaga de Novela-; «Cuatro por cuatro» (2013) -finalista del Premio Herralde de Novela-, y «Cicatriz» (2015) -Premio Ojo Crítico de Narrativa-. Ahora publica «Cara de pan» (Anagrama), donde vuelve a dar muestras de practicar una literatura tan poco complaciente y políticamente incorrecta como sólida y exigente .

«Cara de pan» surge de su cuento «A contrapelo». ¿Sintió la necesidad de ampliarlo? ¿Cuáles son las principales modificaciones?

Son historias muy diferentes, pero es cierto que la semilla de «Cara de pan» está ahí. Más que de ampliar o modificar historias, se trata de recoger flecos, ramificaciones, otras posibilidades que quedaron fuera. Siempre, en lo que escribo, una historia lleva a otra, de manera totalmente imprevista. Para mí misma es un descubrimiento.

¿Qué une a Casi y al Viejo, protagonistas de su última novela? ¿Los dos son unos inadaptados?

Sí, ese es un rasgo que los une a ambos: la inadaptación y su otra cara, la necesidad de cariño. Pero también los une un escenario. Que todo suceda en un parque, en el refugio creado entre unos setos y un árbol, es igualmente importante. Que se metan ahí quizá signifique que no quieren adaptarse.

«Pretendo que mis personajes se definan por sus acciones, por su manera de estar en el mundo»

Me es imposible definirlos como si fuesen un concepto ni enumerar una serie de características que les encajen. Casi se delimita en el libro al completo, no puedo sustraerla de la historia y de las palabras con que se ha escrito esa historia porque no tiene existencia fuera de ahí, está totalmente fundida en el libro, son lo mismo. Igual ocurre con el Viejo. Pretendo que mis personajes se definan por sus acciones, por su manera de estar en el mundo, de hablar y de comportarse. Si yo de ahí extraigo adjetivos, estoy tirando contra mi propio oficio.

Uno de los asuntos que aborda en «Cara de pan» es el acoso escolar entre los propios compañeros. ¿Le parece un tema especialmente preocupante hoy»

No sé si es hoy es más grave que antes, algunas fuentes dicen que sí, y claro, es preocupante. Pero lo preocupante es que este comportamiento humano -el acoso, la reafirmación propia a partir de la humillación ajena- surja en los niños, en la escuela, que en realidad es como un anticipo y un aprendizaje de todo lo que vendrá después. Es decir, me inquieta el acoso en general, ese mecanismo que es idéntico en entornos adultos. No podemos echarnos las manos a la cabeza por el acoso escolar sin considerar que es hermano de otro tipo de acosos.

«No soy consciente de hacer una literatura incómoda, quiero decir, no me pongo ese propósito antes de escribir»

¿Por qué ha elegido precisamente a Nina Simone como la cantante preferida del Viejo?

No es mi cantante preferida, aunque me gusta, a quién puede no agradarle… Lo cierto es que no utilizo a los personajes como cauce para hablar de mis gustos o mis opiniones, intento que ellos respiren por sí mismos. Y en ese sentido, surgió de manera espontánea que la obsesión del Viejo por los pájaros fuera pareja a la obsesión por una voz humana prodigiosa, la voz de una mujer que, a su modo, también fue repudiada y diagnosticada duramente por terceros.

No es la primera vez que aparecen en su obra la infancia y la adolescencia como algo turbio. ¿Da mucho juego literario?

Sí, sí que da, me parece una etapa central en la vida, quizá la más central, y escribir sobre ella, y desde ella, es una forma de ampliar perspectivas sobre la vida adulta. Es una tendencia que en mi caso ha ido creciendo con los años, no sé muy bien por qué.

Usted no rehúye, sino al contrario, tratar asuntos incómodos, perturbadores…

No soy consciente de esto, quiero decir, no me pongo ese propósito antes de escribir. De hecho, me sorprende que esa sea la definición que más se repite, entre la crítica y entre los lectores, de lo que escribo. Me parece que podría ser mucho más caústica de lo que soy.

«Yo opto por la brevedad, también en las novelas, por textos con tensión interior, que no se aflojen»

Esta es una impresión que tienen muchas personas al leerme, algunos incluso me preguntan si no creo que existen en el mundo cosas hermosas que celebrar. Desde mi punto de vista, esto parte de una percepción errónea del hecho literario, como si la literatura tuviera la obligación de reflejar fielmente una realidad que, en efecto, está formada por luces y sombras, como si por el mero hecho de escribir uno debiera tener una mirada totalizadora que abarque todas las posibilidades de la vida para trasladarlas al papel con limpieza. Pero siempre que escogemos seleccionamos, filtramos, modificamos, distorsionamos y hasta falseamos. Lo importante es que el libro al final encierre algún tipo de verdad. Esta verdad no tiene por qué corresponderse con la realidad, son cosas diferentes.

¿La literatura debe ser políticamente incorrecta?

La literatura debe ser buena, y para mí esto no significa bellamente escrita sino viva. Y una literatura viva, inevitablemente, es rebelde, se sale del tiesto, sorprende simplemente por explorar otros ángulos posibles. Pero todo esto va dentro de ella de forma natural, no hay que buscarlo. Si nos forzamos a escribir bajo el dictado de lo políticamente correcto o de lo políticamente incorrecto asfixiaremos siempre nuestra voz.

Antes que novelas publicó libros de cuentos. ¿Por qué decidió dar el salto a la novela?

Bueno, doy saltos de un lado a otro, mi último libro antes de «Cara de pan» fue «Mala letra», una colección de cuentos. Para mí son saltos completamente naturales, después de todo mis novelas no son muy largas.

«Me molesta que, en los asuntos de género e igualdad, únicamente se cuente con mujeres Por ejemplo, que solo a nosotras se nos pida que recomendemos a otras mujeres»

¿Se siente más cómoda en alguno de los dos géneros?

Disfruto más escribiendo cuentos, pero hay veces que preciso más páginas, entonces la cosa se me complica un poco porque ahí tengo mis limitaciones. De todos modos, yo opto por la brevedad, por textos con tensión interior, que no se aflojen. Por eso no puedo escribir novelas largas. «Cara de pan», por ejemplo, no llega a las 150 páginas, y esa extensión, la de la novela corta, me atrae mucho. Incluso como lectora, muchos de mis libros favoritos son novelas cortas, en torno a las 100 páginas.

Tengo entendido que usted rechaza participar en mesas redondas o debates si solo hay mujeres. ¿Le parece que eso es como hacer guetos?

No, no es exactamente así. Por supuesto que puedo participar en actos o antologías donde solo haya mujeres, los hombres llevan haciéndolo así durante siglos y nadie lo ha visto grave hasta hace relativamente poco. A mí lo que me molesta es que, en los asuntos de género e igualdad, únicamente se cuente con mujeres. Que, por ejemplo, a las mujeres -y solo a las mujeres- se nos pregunte sobre igualdad continuamente o que solo a nosotras se nos pida que recomendemos a otras mujeres; que se empobrezca ese concepto tan interesante de la «sororidad». Que nos reduzcan -no sé cómo explicarlo mejor- a ser mujeres, haciendo de esto nuestra única marca de identidad. Pero el debate es global, afecta a la sociedad al completo, y si no resolvemos ciertas desigualdades -y en esto sí soy muy cañera-, perdemos todos. Claro que me preocupan los guetos, me preocupan las modas y me preocupan las «instagramers» con lemas feministas en camisetas «low cost» -esa contradicción-. Pero más aún me desasosiega la ideología invisible, y ahí me temo que todavía no hemos cambiado tanto.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación