LIBROS

«Cara de pan»: Sara Mesa, diferencia y prejuicio

Dos personajes, un viejo y una niña, y su compleja relación centran la última novela de Sara Mesa, que sale a finales de mes. Explora zonas de sombra, más allá de lo políticamente correcto

La escritora Sara Mesa (Madrid, 1976) Isabel Permuy

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Cualquiera que esté atento a los estudios literarios actuales, sobre todo a los espoleados por los movimientos críticos de Estados Unidos conocidos como «Cultural Studies» , habrá observado una preocupación creciente por el nexo de la literatura con los problemas sociales latentes o manifiestos y, en especial, por la visibilidad de las que un tiempo fueron minorías . Como le ocurre a toda moda, aquello que fue necesario, pasó a convertirse en una nueva «Doxa» que está muchas veces caminando en sentido opuesto a su origen: lejos de comportarse como movimientos progresistas, muchos de sus seguidores están dando lugar a nuevas formas de dominio y hasta de censura. Ya lo advirtió Edward Said , padre de los estudios poscoloniales. Traigo esta reflexión a la crítica de la última novela de Sara Mesa , «Cara de pan», para decir que lo que más me ha gustado de ella ha sido su valentía al proponer lo que debe la literatura hacer, nadando en cierto modo a contracorriente . Una de las razones del declive del interés de la Literatura como fenómeno es que no se la quiere reconocer (a veces ni admitir) como distinta y no se la quiere transgresora.

Ni los «Cantos de Maldoror», ni «Las flores del mal», ni «Lolita» -y nada digo de «Otelo»- podrían hoy haber nacido, sometidos a unos contextos proclives a concebir la literatura como forma deudataria de la moral pública, que, como toda moral, tiene sacerdotes y sacerdotisas bien pertrechados de razones inquisitoriales en favor de lo educativo, lo saludable o incluso favorecedor del lado bueno de la Historia, justo ese que habría dejado la literatura en la cárcel de lo correcto. Bien lo probó Flaubert , a punto de ser encarcelado como inductor al adulterio.

Factor sorpresa

La novela de Sara Mesa roza la temática del acoso , de la relación entre un viejo y una niña, de lo que es mostrable o pensable, de lo que creen psicólogos, educadores, padres, policías, médicos. Roza lo políticamente incorrecto. Pero lo importante es que unos temas como esos, de naturaleza explosiva, han sido tratados de un modo literario. Ha construido con el cañamazo de la relación entre un viejo y una niña un mecanismo innovador porque es imprevisible, justo lo contrario de lo que piden a la literatura casi todos los exegetas del pensamiento moralista.

También me ha parecido una novela muy literaria por el sabio manejo que hace de los tiempos narrativos. Es decir, por la organización de la trama en una sucesión de anécdotas que van contando la historia por partes, dejando lugar tanto a los antecedentes que al principio el lector intuye, pero no sabe rellenar, como al factor sorpresa respecto a la verdadera víctima del proceso que estimula un desarrollo desasosegante. El asunto se las trae, pero ahí tiene la novela su gracia y sentido. Aunque adelanto que nada hay de escabroso o de manipulador, al contrario. Si acaso podría Sara Mesa haber evitado cierto tremendismo algo facilón en las causas genéticas del modo de ser del viejo.

Adelanto que nada hay de escabroso o de manipulador, al contrario

La trama no necesitaba esa causalidad, no necesariamente plausible. Fuera de ese extremo, resulta un mecanismo muy bien urdido para tratar la verdadera cuestión que la novela se ha propuesto: el rechazo social a la diferencia , sentida, como suele ser, como deficiencia. Son un hallazgo las distintas metonimias que el argumento ha ideado respecto a los pájaros, y sus jaulas, también que la novela vaya cediendo protagonismo a la mirada de los demás , los adultos biempensantes (en realidad malpensantes) y, en especial, las instituciones educativas y médicas, auténtico fondo de armario del conflicto surgido.

No es detalle menor el uso inteligente que Sara Mesa hace de la imaginación como forma de vida, que también puede originar cárceles, por el desarrollo de prejuicios o de instintos que suplantan la verdad por aquello que creemos o pensamos que ha de ser verdad. Quizá Casi, la niña protagonista, sea víctima mayor de su propia necesidad imaginativa. No todo es bueno y malo sencillamente, ni en una niña. Los claroscuros pueden explicar mejor al ser humano , y la literatura ha nacido para recordarlo. Por tal cosa esta novela es muy necesaria hoy.

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