ARTE

Un mano a mano entre padre e hijo en Ansorena

La galería madrileña expone las esculturas de dos generaciones de los Vilallonga. Dos mundos singulares con un aire de familia

«Entre líneas», una de las esculturas que Mariano Vilallonga expone en Ansorena

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Ver una exposición creada mano a mano entre un padre y un hijo no es algo de lo que haya oportunidad muy a menudo y sirve para plantearse interrogantes: ¿La visión artística del mundo se hereda? ¿Pesa más lo aprendido en casa o las diferencias generacionales? Esas preguntas puede hacérselas uno viendo la doble muestra de escultura que hacen en la galería Ansorena Mariano Vilallonga (Madrid, 1952) y su hijo M. Jerónimo Vilallonga (Madrid, 1990).

Ambos tienen trayectorias paralelas, ya que los dos combinan la arquitectura y la escultura como pasiones concurrentes . Hay también mucho en común en la elección de los materiales: madera, chapa de hierro y bronce. Y ambos usan esos bronces alejándose de la monumentalidad, creando pequeñas figurillas que parecen livianas , pese a que llevan el peso temático de las obras.

Humor y fantasía

Pero tampoco faltan las diferencias entre ambos. Las esculturas del padre, Mariano Vilallonga , están mas cerca de lo cotidiano, pero con grandes dosis de humor e ironía . Sus figuras funcionan muchas veces como alegorías, pero sus forzudos, sus nadadores y el resto de sus personajes nos resultan inmediatamente reconocibles, cercanos. Otro de los toques que más destaca en estas obras es el buen uso de los materiales encontrados : somieres, botellas y hasta una gorra se integran perfectamente en las piezas y les dan carácter.

Vilallonga hijo , por su parte, opta por la fantasía para contarnos una fábula sobre personas que se refugian dentro de una tortuga gigante, huyendo de la pérdida de intimidad que traen las redes sociales. Los personajes de su cuento son figuras singulares, disfrazadas, transformadas por los miedos que han dejado salir a la superficie y que las han convertido en criaturas que no desentonarían demasiado en algún cuadro de El Bosco . Seres extraños, pero tiernos y vulnerables, que pasean por sus esculturas y sus dibujos.

Dos generaciones y dos visiones del mundo, pero con un aire de familia que las unen de forma evidente. Ambos Vilallongas han sabido convertir la sencillez de pequeñas esculturas en ingeniosos juegos y fantasías, cada cual a su manera. Y esta exposición doble nos permite colarnos entre todo aquello, como si nosotros también fuéramos de la familia.

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