ARTE

Kader Attia o la reparación como terapia

Por ser el último Premio Joan Miró, Kader Attia muestra su trabajo en Barcelona, atravesado por la herida

«Couscous» (2009), pieza de suelo de Kader Attia

Anna Maria Guasch

Kader Attia (1970), merecedor del Premio Joan Miró 2017 , dio las claves de cómo entiende la práctica artística como compromiso ético y político en su instalación para la Documenta 13 de Kassel (2012). Su macroinstalación The Repair from Occident to Extra-Occidental apuntó hacia el concepto clave de su trabajo, el de reparación, que desarrolla también en su monográfica en la Joan Miró.

Reparación como instrumento de antropología cultural y de resistencia por el que los objetos (esculturas realizadas por artistas tradicionales de Dakar, Senegal y otros lugares del África subsahariana) muestran heridas en su piel y las huellas imperecederas del paso de la Historia. En este sentido, Open your Eyes (2011), se presenta como un memorial sobre el gran teatro de la guerra moderna, donde rostros masacrados y gravemente desfigurados de soldados tras el fin de la I Guerra Mundial se solapan sin jerarquía con miles de objetos africanos que llegaron rotos y fragmentados a Europa; elementos de otredad, siempre fruto de relaciones desiguales.

Contra lo perfecto

Attia relaciona estas recuperaciones desde una de sus reflexiones básicas: al contrario que en Occidente, que siempre «busca poner las cosas en su sitio siguiendo la perfección, en el mundo no occidental la reparación no regresa al estado inicial , sino que le da una forma distinta al objeto roto, y crea así un nuevo vocabulario estético».

Bajo este nuevo vocabulario basado en una confrontación entre «dos universalidades», la Occidental y la africana, Attia ha concebido su muestra de Barcelona con un total de 20 piezas (fotos, vídeos, esculturas e instalaciones) algunas de reciente producción, con un discurso curatorial (el artista como comisario) en el que cada obra parece ocupar un lugar inequívoco en una cartografía de cuatro grandes espacios marcados por la herida, el dolor del pasado, la memoria y la deuda social e histórica .

El primero, dominado por un intenso diálogo entre arquitectura e historia colonial , se inicia con una pieza de suelo de 2009 (Couscous), maqueta en negativo de una ciudad en el desierto con una imagen de «ausencia» que se repite en el vídeo La Tour de Robespierre (2018) y en la instalación Indépendance Tchao (2014), nuevo ejemplo de cómo la arquitectura (en este caso, la fachada de un hotel de Dakar hecha con archivadores policiales), se convierte en cicatriz en el espacio público.

El segundo ámbito lo protagoniza otra de las grandes instalaciones del artista, L'accuse (con claras alusiones a Zola): bustos de madera sobre bases de cristal que representan rostros rotos de víctimas de la I Guerra Mundial , «espejos o fantasmas de las historias pasadas, presentes y futuras».

Las dos ultimas cartografías de la muestra recrean la metáfora del espejo que duplica nuestra imagen tanto individual como colectiva. Obras de pequeño formato ( Mirror Mask o Repaired Broken Mirror#9 ) conducen hasta el cierre de la exposición, el filme Reflecting memory (2016), un «poema cinematográfico» con entrevistas sobre la posible asociación entre amputación y trauma. Algo que, volviendo al punto de partida y a modo de bucle sin fin, requeriría de una nueva reparación como auténtica terapia.

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