Jordi Colomer, fotografiado en Madrid, donde presentó hace unos días su proyecto veneciano
Jordi Colomer, fotografiado en Madrid, donde presentó hace unos días su proyecto veneciano - Óscar del Pozo
ARTE

Jordi Colomer: «La utopía ilumina nuestra realidad»

Arranca la 57ª edición de la Bienal de Venecia, la que dirige Christine Macel bajo el lema «Viva Arte Viva». España, en los Giardini, está representada por Jordi Colomer, que compite con un pabellón nómada y apátrida. Pura utopía que se toca con los dedos

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Siente cierto relax, ahora que presenta su proyecto, aunque se mues- tra crítico con el poco tiempo con el que ha contado para generarlo («desde AECID se han comprometido a que a partir de ahora darán al menos un año al artista seleccionado. ¿Por qué tiene uno que trabajar con una pistola sobre la cabeza? Espero ser el último en sufrirla»). Jordi Colomer (Barcelona, 1962), que seleccionó a Manuel Segade como comisario, y no al revés, es el inquilino del Pabellón Español en la Biennale que acaba de se inaugurarse. Sin embargo, su propuesta no entiende ni de límites, ni de fronteras. Tampoco de estatismos. Esto es lo que oferta.

«¡Únete! Join Us!». ¿Qué propone a una sociedad tan descreída como la nuestra para que le siga?

La instalación plantea una historia fragmentada en 14 vídeos con las aventuras de grupos dispersos en geografías diferentes y en movimiento. No sabemos lo que les lleva a hacerlo, pero cuentan con un uniforme, una mascota, una bandera y ocupan la calle de manera provisional. Todo esto parte de una ficción, pero el hecho de ponerse en marcha hace que sucedan cosas muy reales. Y hay que tener en cuenta que la segunda parte de ese movimiento de gentes se realiza en el pabellón de la Bienal. En este caso, el propósito es intencionado: que por llegar a un lugar expositivo no se pare, y que se active por la presencia del público.

¿Cómo logra que el espectador sea consciente de que está ocupando un espacio como los protagonistas de los vídeos?

Desde las primeras conversaciones con el comisario tuvimos claro desechar el hacer un trabajo in situ en Venecia. Pero sí es cierto que yo necesito un contexto, que, en este caso, no es tanto el de la Bienal como la arquitectura de un pabellón de representación nacional. Un modelo del XIX, que sigue existiendo y que tiene su sentido. Por eso la idea fue sustituir el pabellón por uno móvil para, además, meterlo dentro a través de ficciones. Pero una vez allí, este tenía que seguir activándose, continuar en movimiento. Para que eso sea así, el espacio del edificio está pensado para que haya un reflejo constante con lo que ocurre en las pantallas. Quería que el espacio interior fuera una continuidad del espacio público.

El caso es que usted propone un pabellón apátrida, dentro de un pabellón nacional.

Lo que proponemos no es tanto «representar España» como plantear qué significa una arquitectura que representa a un país. Porque toda arquitectura es reflejo de un poder, más allá de su forma o su función.

«Hay cierto tabú con respecto al nomadismo y la posibilidad de vivir así voluntariamente»

Reivindica igualmente el nomadismo en un planeta cada vez más interesado en levantar fronteras. Y que trata como trata a los refugiados. ¿Es usted un radical?

Hay dos proyectos de arquitectura utópica que siempre me han intrigado y desde los que he intentado imaginar cómo sería vivir en ellos: el «New Babylon», de Constant, y la «Ciudad Espacial», de Yona Friedman. Dos ciudades nómadas que sus habitantes van construyendo mientras se mueven en el espacio. Y cuando quieres poner imágenes a eso necesitas gente, acciones. A partir de ahí, hay muchas cosas que son azares, casualidades, encuentros... Es lo que reflejan los vídeos.

Entramos en el terreno de la utopía.

Es que, la utopía, para mí, no habla de cuestiones ajenas a nuestra realidad, sino al revés: la ilumina. Es inevitable hoy hacer un paralelismo entre nómadas y refugiados. Pero, más allá de la circunstancia histórica, hay cierto tabú con el nomadismo. Recuerdo ver de niño caravanas de gitanos y la impresión que eso causaba en los demás. Que por voluntad propia -y no como los sirios hoy- decidas vivir de forma nómada plantea muchas reflexiones sobre la propiedad, sobre las relaciones con los demás... Cuestiones esbozadas en ¡Únete!

Lydia Lunch, Anita Deb y Laura Weissmahr guían el conjunto. ¿Seguimos necesitando líderes con la que está cayendo?

Estas tres mujeres son una aproximación a todas aquellas que lideran grupos por todo el mundo en la línea que proponemos. El proyecto no debe ser visto de manera férreamente apolínea. También plantea qué significa pertenecer a un grupo. Aquí hay una bandera, un uniforme, una mascota, unos signos de identidad y unos líderes. Cada cual debe decidir hasta qué punto acepta estas premisas.

¿Por qué los tres líderes tenían que ser mujeres?

Salió así, la verdad, y una detrás de otra. No estaban ni planteados sus nombres. Si continuara con el proyecto seguramente saldrían otras, porque el efecto que yo desearía para estos vídeos es que mañana, por la calle, te topases con un grupo con la bandera y el uniforme que propongo. Es perfectamente factible. Y no ha habido ninguna voluntad de cuotas. Lo que veo es que se impone una realidad. Me parece evidente que son las chicas las que llevan el cotarro ahora mismo.

Hablando de líderes: durante años, la representación española se basó en un comisario que nombraba luego a un artista. ¿Por qué ha visto necesario contar con «muleta»?

Está bien tener un «punching ball» al que lanzar ideas y con quien contrastar pensamientos.

¿Por qué Segade?

Habíamos coincidido en exposiciones y nos conocíamos. Tiene la virtud de ser joven, muy comprometido con su generación, pero que a la vez tiene una tendencia a ver las cosas como un historiador del arte. Esa doble vertiente lo hace lúcido.

¿No había comisarias?

Supongo que millones, claro que sí. De hecho, en las últimas ediciones, ha sido casi todo comisarias en el Pabellón. Manuel es «una comisaria» (risas).

Me llama la atención lo de que sea de una generación posterior a la suya, que no haya querido compartir «entre iguales».

Me gustaba su tendencia a repasar las décadas de los ochenta y los noventa, en la que me di a conocer. Él se sabía todos los detalles de mi primera exposición en la Miró. Además, en todo el proyecto ha habido muchísima gente joven. Son como unas 300 las personas que han participado. Pero ha resultado todo muy natural. Para el proyecto anterior partí de Yona Friedman, que es un señor de 94 años, pero que sigue siendo joven.

«No ha habido ninguna voluntad de cuotas. Lo que veo es que se impone una realidad»

Nashville, Atenas, el Ampurdà y Barcelona. Periferias fuera de los centros.

Exacto. Quería que lo global fuera un contexto disperso, discontinuo. Nashville y Atenas eran objetivos claros por el desplazamiento literal del Partenón a la capital del country. El resto de destinos son terrenos discontinuos también particulares. Lo único que tienen en común -como la arquitectura situada a la entrada del pabellón- es cierta imagen de arquitectura de vacaciones que en España hemos explotado desde los 60 asociada a cierta idea de Modernidad, que es la nuestra real.

Segade le ve crecido en este proyecto. ¿Cómo se ve usted?

Siempre he considerado que mis vídeos son esculturas. Y muchos han nacido del deseo de construir un objeto, que luego necesitaba animar. Es cierto que la primera sala del pabellón tiene una formalización más escultórica. A ello se suma todo el sistema en el que se insertan las pantallas, gradas enfrentadas que ofrecen una dimensión escultórica en tanto en cuanto que organizan un espacio. Pero no están ahí para ser contempladas, sino para ser utilizadas.

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