ARTE

El fértil diálogo de la fotografía con la pintura

La foto nace en pleno periodo impresionista. Y no siempre fue bien recibida. El Museo Thyssen en Madrid analiza su asimilación como arte

Mallarmé y Renoir fotografiados por Degas. A la izquierda, misma pose para el Richard Gallo de Caillebotte

Francisco Carpio

París, 15 de abril de 1874. Se inaugura la primera exposición impresionista, una de las muestras más seminales y significativas de la Historia del Arte moderno y contemporáneo. ¿Dónde?: Bulevar de los Capuchinos, 35. ¿Propietario?: Nadar, una de las figuras esenciales de la foto del siglo XIX . ¿Casualidad o no? Sea como fuese, el hecho de que un evento tan importante en la Historia de la pintura moderna tuviera lugar en el antiguo estudio de un fotógrafo tan referencial lo convierte en un pertinente símbolo del constante diálogo entre esos dos lenguajes visuales.

Crisis de identidad

Lo que no suscita duda es el hecho de que, desde sus inicios, la foto debió emprender una dura y compleja travesía para encontrar su identidad artística . Críticos y artistas (sobre todo pintores, por razones obvias de intrusismo y competencia) no perdieron ocasión de cuestionar su valía relegándola a una mera función de reproducción objetiva y neutra de la realidad. Son bien conocidas las palabras de Baudelaire considerándola poco más que una humilde sirvienta. Seguramente una boutade más del genial crítico y poeta, que en el fondo podía esconder también un guiño cómplice. No olvidemos que él mismo se haría retratar por algunos de los mejores fotógrafos de su tiempo, como Nadar y Carjat.

Pese a esta y a otras muchas diatribas que supo encajar, la foto iría demostrando que estaba preparada para presentar batalla en el ring del arte, mostrando al tiempo un saludable vigor y una férrea mandíbula a prueba de golpes. Sus rivales más directos, los pintores, empezaron a comprender las nuevas posibilidades que el lenguaje podía brindarles sin necesidad de considerarlo una desleal y prosaica competidora, sino una naciente forma de enfrentarse a la realidad para capturarla y representarla . Así iba a ir surgiendo poco a poco un fértil diálogo entre estas dos sintaxis visuales, en el que ambas saldrían mutuamente favorecidas y fortalecidas.

La aparición de la foto supuso un cambio radical en la manera de mirar y representar el mundo

Diálogo que ya se hizo patente desde los primeros años de la invención de la fotografía. Pienso así en el interés mostrado por pintores como el propio Delacroix (que llegaría a ser miembro de la Sociedad Fotográfica Francesa), o Gustave Courbet , que utilizarían obras de fotógrafos como Eugene Durieu o Julien Vallou para sus composiciones pictóricas.

La exposición Los impresionistas y la fotografía incide en todos estos factores, y trata de analizar la gran repercusión que el nacimiento y desarrollo de la fotografía tendría en la evolución de las artes plásticas, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, fundamentalmente en la pintura, y en particular en el Impresionismo, sus afinidades y recíprocas influencias, y también, lógicamente, sus diferencias y desencuentros.

La aparición de la foto supuso en gran medida un cambio radical en la manera de mirar y representar el mundo y la realidad. Con ella surgirá un nuevo modo de ver y mostrar la vida, no solo desde una perspectiva formal, sino igualmente desde una óptica de percepción espacio-temporal. Sin embargo, si hay un momento en el que se genera una sinergia más fuerte entre ambos lenguajes plásticos este es el surgimiento del Impresionismo , tal como intenta -y consigue- demostrar esta excelente exposición. Los puntos de encuentro y de tangencia son varios. Por un lado, el propio encuadre del visor de la cámara iba a influir en una nueva forma de componer pictóricamente. A partir de entonces, los pintores empezaron a utilizar otras formas de encuadrar, cortando las figuras y los objetos o proyectando su mirada desde ángulos hasta entonces desconocidos e inaceptables.

Detener lo transitorio

La capacidad de la fotografía por aprehender el momento, por detener el tiempo y mantenerlo indefinidamente, su idoneidad de «extraer lo eterno de lo transitorio» , como también afirmaría -en esta ocasión positivamente- Baudelaire , sería otro rasgo compartido con la pintura impresionista, que buscaba capturar el instante, temporal y atmosférico. O también el uso destacado y esencial de la luz por parte de ambos lenguajes. Tal vez el empleo del color, más libre y fundamental en el Impresionismo, será uno de los escasos niveles de diferencia que podrían detectarse.

Nueve son los capítulos en que se articula la muestra y que recogen la práctica totalidad de temas y motivos tratados tanto por los pintores impresionistas como por los fotógrafos: El bosque, figuras en el paisaje, el agua, el campo, los monumentos, la ciudad, el retrato, el cuerpo y el archivo. Un total de 66 óleos y obras en papel y más de 100 fotos que representan a las principales figuras del Impresionismo: Manet, Monet, Degas, Renoir, Pissarro, Sisley ... Y de la fotografía de aquel momento: Le Gray, Nadar, Aguado, Marville, Atget, Disdéri o Durieu.

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