ARQUITECTURA

Carlos Lamela: «Nos ha faltado un punto tecnológico sensato»

Nada volverá a ser como antes del Covid, tampoco la arquitectura. El estudio que dirige Lamela piensa ya en prototipos de vivienda que tengan en cuenta las respuestas improvisadas que la pandemia nos ha obligado a desarrollar en casa

Lamela, hijo también de arquitecto, en su estudio, en una imagen reciente Isabel Permuy

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El confinamiento extremo al que ha obligado el coronavirus ha sido el impulso que ha llevado a Estudio Lamela a desarrollar una reflexión acerca de la vivienda actual y de cuáles deberían ser los caminos a tomar para su acondicionamiento y diseño en el futuro. Aire, seguridad, luz, conectividad, flexibilidad y vegetación son los conceptos clave de un prototipo diseñado por este equipo para disminuir la sensación de privación del espacio exterior y garantizar la salubridad y bienestar en el interior en un nuevo caso de emergencia. Conversamos con Carlos Lamela sobre este proyecto y la función de la arquitectura en situación de crisis.

¿Ha venido para quedarse este nuevo higienismo? ¿La precaución a que nuevos virus aparezcan cíclicamente va a ser un factor a contemplar por la arquitectura?

Este proyecto que presentamos es un ejercicio teórico-intelectual porque es imposible transformar las viviendas de la noche a la mañana, no habría economía que pudiera sostenerlo. La propuesta es un experimento de vivienda en caso de emergencia pandémica. Imaginemos que una empresa dispusiera de varias viviendas de este tipo y que, ante una situación como la actual, pudiera ponerla a disposición de aquellos empleados que estuvieran en alta situación de riesgo.

No es un proyecto pensado para el día a día, sino algo comparable al hospital de Ifema: una estructura que se construye en respuesta a una emergencia puntual y, posteriormente, se desmonta.

Es un ejercicio que puede servirnos de reflexión, de una manera comparable a la Fórmula 1 y la industria del automovilismo: construir un prototipo de experimentación y que de él pudieran extraerse enseñanzas y detalles, que quizás no son extrapolables a la integridad de la vivienda, pero sí sirven para mejorar partes de ella.

¿Un prototipo con ideas que pueden irse implementando para pensar y configurar la vivienda del futuro?

En Madrid, hasta 1850, las casas carecían de agua corriente y saneamiento. Hasta entonces, existía un único grifo para todo el edificio, que se encontraba en el patio. La llegada del agua corriente a cada hogar supuso un avance inmenso, que paulatinamente fue dando lugar a mejoras como la incorporación de un cuarto de baño, que ha evolucionado hasta la presencia de un baño por dormitorio en algunas viviendas hoy. Los cambios introducidos en el pasado, que tenían una duración más prolongada, ahora tienen una vigencia mucho más breve, de pocos años o, incluso, meses.

«Es insostenible económicamente transformar la vivienda de la noche a la mañana»

¿Es posible que se revisen y se recuperen elementos de antaño?

Sí, aunque debemos tener en cuenta que estos espacios no han desaparecido de la vivienda contemporánea porque sí, sino por coste. Pasar de una que antes tenía 250 m2 a una de 100, supuso eliminar el vestíbulo y estancias como el gabinete, debido al incremento del precio del metro cuadrado. Es posible en que haya una revisión tras esta experiencia de confinamiento en que se prefiera una vivienda de mayor superficie, con mayor flexibilidad. Creo que parte de la tabiquería deberá ser móvil, también para adecuarse al ciclo de vida familiar. El programa de usos cambia a medida que los hijos crecen y van dejando el hogar, los adultos envejecen… Y pensemos también en elementos funcionales domésticos. Una cama plegable, por ejemplo, permite disponer de un espacio que, durante el día, puede ser destinado a otros usos: estudiar, jugar…

¿Esto es una habitación o un jardín? La base del proyecto de viviendas post-pandemia del estudio de Carlos Lamela es la versatilidad de los espacios. Ámbitos multifuncionales que permiten trabajar en el hogar, pero que tienen en cuenta, para hacer el día a día más confortable, factores como la iluminación o la entrada de la naturaleza en contextos cotidianos

La arquitectura ha evolucionado desde el objetivo de abaratar costes pero no ha pensado en el habitante del siglo XXI, algo que ha puesto de manifiesto el confinamiento. Se ha comprendido el potencial de la casa para el teletrabajo, pero se han hecho patentes sus limitaciones y rigidez.

Creo que esta pandemia va a dejarnos una reflexión acerca de dónde debemos trabajar. Quizá, cuando desaparezca, se pueda plantear la posibilidad de preferir hacerlo, en la vivienda, desde un lugar de trabajo común. Es una posibilidad agradable, que puede permitir la relación con otros vecinos. Pienso también en la idea de las «amenidades» en lugares de América, zonas comunes en los edificios que los residentes pueden usar. Son elementos que en España no se han aplicado nunca por algún motivo, pero que quizá ahora empiecen a considerarse. La arquitectura residencial debe repensar este tipo de aspectos y, por supuesto, las terrazas y espacios al aire libre para actividades cotidianas.

¿La crisis del coronavirus ha sorprendido a los arquitectos fuera de juego?

Yo diría que el problema no ha sido tanto de los arquitectos, sino debido a que habitamos una sociedad que se ha vuelto tan sumamente monetarista, que todo lo valora en función del coste y el dinero. Hemos trasladado el concepto low-cost a todo. Newton decía deber sus logros a que había visto el mundo desde hombros de gigantes, esos grandes sabios, de generaciones anteriores. A nosotros nos ha faltado esa visión y es la que debemos recuperar. No atender al monetarismo nos permitirá proyectos que prioricen lo que el ser humano necesita realmente. Diría que esto es una actitud que ya está asentándose.

La crisis de 2008 tuvo también un impacto fuerte sobre la sociedad. No obstante, no caló de forma que condujera a cambios en la arquitectura.

La anterior crisis barrió totalmente con una generación de inmobiliarios, y también el cliente que surgió tras la crisis era distinto al que existía antes de esta. La crisis profesionalizó el sector, haciéndolo más eficaz y eficiente. Pero sí estoy de acuerdo en que, a nivel filosófico, no se puso ningún remedio. Fue una crisis que no afectó a la sociedad de la manera en que lo está haciendo ésta. Esta crisis ha durado menos pero va a ser más profunda.

«Los cambios introducidos en el pasado ahora tienen una vigencia breve»

La respuesta a la crisis de 2008 no fue proponer nuevos recursos, sino inventar un modelo basado en celebrar el valor de la precariedad.

Nos ha faltado el punto tecnológico sensato. Pensemos en Masdar, la ciudad en el desierto proyectada por Foster: ¿Tiene sentido gastar 50.000 millones de euros en una ciudad desde el argumento de que es sostenible cuando a escasos kilómetros de ella hay gente muriéndose de hambre? Lo más sostenible en este caso es emplear ese dinero para alimentar a esas personas. O construir pequeños hospitales en zonas de Asia y África. Aunque se puede plantear eso mismo ante el hecho de que se invierta muchísimo dinero en viajar al espacio. Pero es que a la vez es imprescindible invertir en tecnología, en investigar para incrementar el conocimiento. Es una balanza muy difícil de equilibrar.

La tecnología se ha utilizado sobre todo para generar excesos y efectos de espectáculo, pero es un elemento que puede volver la arquitectura más humana y democrática.

El proyecto que más desearía realizar en mi carrera sería una vivienda industrializada, a coste mínimo, para poder dar cobijo a quienes carecen de hogar en cualquier lugar del mundo. Me desconcierta que, existiendo tantos recursos e iniciativas para hacerlo factible, sea algo que aún no se haya logrado.

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