Presentación de la pieza sonora de Baumgarten en el Palacio de Cristal
Presentación de la pieza sonora de Baumgarten en el Palacio de Cristal - ABC
ARTE

A Baumgarten se le viene encima el Palacio de Cristal

La cubierta del Palacio de Cristal en el Parque del Retiro de Madrid «se derrumba» sobre nosotros por acción de la pieza sonora del creador alemán Lothar Baumgarten

MADRID Actualizado: Guardar
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Mañana de sábado en Madrid. Uno de esos fríos días del otoño (también del invierno) en la ciudad, paradójicamente tan soleado que sólo el termómetro persuade de la idea de despojarse de abrigo, bufanda o guantes. La jornada invita al paseo, aunque sea bien forrado de capas de ropa. Y un destino ideal es el Parque del Retiro.

El Palacio de Cristal es parada obligada. De hecho, está lleno. Allí organiza el Museo Reina Sofía puntualmente intervenciones expecíficas. También ahora. Los transehuntes, la mayoría extranjeros, se maravillan con el entorno. Comienzan (cuando no continúan) las carreras de los niños, mientras los adolescentes usan el móvil y los turistas se retratan con sus cámaras... Pasados unos minutos, uno de los guardas de seguridad se impacienta y se acerca a una pareja: «No pueden hacerse fotos.

Esto es un museo. Aquí se viene a ver las obras arte», les increpa. «Es que no hay nada que ver», le responden...

Jugársela a una baza

Y tiene razón. No hay nada que ver. Porque el alemán Lothar Baumgarten (Rheinsberg, 1944) se lo ha jugado todo a la baza del sonido. No es la primera vez que este espacio es ocupado de manera similar (y quizás quien mejor supo aprovecharlo bajo estas circunstancias fue Kimsooja en 2006), pero nunca de una forma tan desnuda, mostrando tan sólo algunos altavoces y unas sillas por si algún valiente quiere «disfrutar» sentado las dos horas que dura «El barco se hunde, el hielo se resquebraja», título de su pieza.

En ese lapso de tiempo, el oyente (renunciamos a la palabra «espectador») es testigo de una sucesión de chasquidos, golpes, resquebrajamientos y crujidos que simularían un supuesto derrumbe de la bóveda del edificio. Pero tras la sorprensa inicial, y aunque la intensidad va «in cresciendo», la capacidad para mantener la atención se diluye. Quizás con el Palacio más vacío o en un día nublado la reacción sería otra (eso si es que los sonidos no se confunden con los de una tormenta). Y la paciencia de nuestro vigilante llega a su límite: «¡Silencio, por favor! ¡Están ustedes ante una obra de arte!». Lo peor que podía haber pronunciado.

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