TEATRO

Antonio de la Torre: «El Holocausto es el hecho más terrible de la Historia de la humanidad»

El jueves 28 se estrena en Sevilla 'Un hombre de paso', de Felipe Vega, con dirección de Martín Cuenca. El actor malagueño tiene como compañeros de reparto a María Morales y Juan Carlos Villanueva

Antonio de la Torre, durante un ensayo de 'Un hombre de paso' Manuel Gómez
Julio Bravo

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El 23 de junio de 1944, una delegación de la Cruz Roja visitó el campo de concentración de Theresienstadt, instalaron en la localidad checa de Terezin. En una situación agónica, que le llevaría a la rendición poco menos de un año después, el Ejército nazi preparó el campo para dar una imagen falsamente idílica de la situación -allí fueron asesinados decenas de miles de judíos-. Al frente de aquella delegación se encontraba Maurice Rossel, un joven suizo que elaboró un informe en el que hablaba de aquel campo de concentración como de una 'ciudad casi normal'. El dramaturgo Felipe Vega ha imaginado en 'Un hombre de paso' un encuentro, treinta años después, entre Rossel y una periodista, Anna Rossi, con Primo Levi -escritor y superviviente del campo de Monowitz- como testigo.

Antonio de la Torre (Málaga, 1968) encarna a Maurice Rossel. En la fría nave sevillana donde ensayan estos días la función -dirigida por Manuel Martín Cuenca y con María Morales y Juan Carlos Villanueva como compañeros de reparto- se respira un ambiente serio, como si la gravedad del asunto que trata la obra, envuelta en una desapacible noche turinesa, hubiera impregnado todo el ambiente de trabajo. Los intérpretes han ensayado por primera vez con el vestuario de la obra; quizás por incomodidad con el traje, por carácter o para sacudirse el frío -y los nervios-, De la Torre se mueve constantemente en la butaca durante la entrevista. Bigote rubio, cabello engominado peinado para atrás, ojos claros, sonrisa amable...

¿Cuánto hacía que no se subía a un escenario?

Exactamente diez años. Desde 'Grooming', que fue en 2012.

¿Y cómo se siente?

Con nervios, con incertidumbre. Sé que es un tópico, pero es la verdad; con 'cagazo', con dudas del medio, por cómo es. El cine tiene otros códigos; en el teatro tienes que crear intimidad como si el público no existiera y al mismo tiempo has de conseguir que el espectador que está en la última fila se entere de lo que estás diciendo. No sé. Es raro. Me siento como si fuera la primera vez... Eso es bonito.

Lo interesante de los personajes es que haces un 'pequeño máster', te obliga a informarte sobre un tema, a formarte, a ir más allá del guión o del texto

¿Y qué le ha hecho volver? ¿El texto, las ganas de hacer teatro?

Sinceramente, «no ingresé en la Cruz Roja por un apostolado» -De la Torre cita una frase de su personaje y ríe-. No he vuelto al teatro movido por un apostolado. Es curioso... Fundamentalmente, me apetecía trabajar con Manolo. Me gusta mucho su manera de hacer, es un director que trabaja mucho -¿cómo lo diría sin ponerme intenso?-... desde el alma. Él me propuso la obra; el tema es apasionante. Y con ella me pasa algo que a mí me gusta mucho en cada proyecto; me obliga a formarme. Esto es lo interesante de los personajes: que haces un 'pequeño máster', te obliga a informarte sobre un tema, a ir más allá del guión o del texto.

Su personaje, en un momento determinado, se pregunta: '¿Lo que hacemos, ¿sirve para algo... Para alguien?' Traer de nuevo a escena estos hechos... ¿Sirve para algo?

Yo entiendo... Y ésta es una reflexión que hago siempre desde la prudencia y de la humildad, sin grandilocuencia... Creo que la historia de la humanidad es un poco cíclica; en el fondo Homero, Shakespeare, hablaban de cosas que son recurrentes a lo largo del tiempo. Cuando hice la película 'El Reino', no sabe la nómina de gente que vi para hacer esa película. Uno de ellos, y le cito no porque ya no esté sino porque no creo que le importara, fue Alfredo Pérez Rubalcaba. Nos dio un montón de notas y algunas claves. Hablaba, y no quiero sacar palabras suyas de contexto, del poder, el sexo, la vanidad... Y hablando del tema de la obra: ha habido guerras terribles, epidemias y desastres de la humanidad provocados por el hombre o no. Pero creo que el más terrible por lo organizado, por lo preparado, por lo aterrador que resulta esa alevosía, esa casi sutileza, es el Holocausto. Por eso creo que nunca se reflexionarán lo bastante sobre cómo pudo ser posible. De hecho, en la obra se cuenta que en Alemania se hablaba con naturalidad. Nos sentimos más reconfortados pensando que Hitler era un monstruo, pero Hitler era un ser humano; el Holocausto lo perpetraron seres humanos. Me parece apasionante. Por otra parte, la memoria es rápida y pasa enseguida de una cosa a otra.

Una imagen de un ensayo de 'Un hombre de paso' Manuel Gómez

¿Su personaje, el delegado de la Cruz Roja, es inocente?

Le voy a contestar un poco a lo Rajoy -sonríe-... Decía Umberto Eco que hay tantos libros como lectores. Y yo digo: hay tantas obras como espectadores... No sabemos, es un tema que debatimos mucho entre nosotros. Llega un momento en que dejas de ponerte intelectual y te lanzas a defenderlo. Hay un Rossel con 25 años, que es el que vive los hechos, y otro Rossel, de 55, que los cuenta. Son la misma persona, pero al tiempo no lo son. Quizá al Rossel de 55 años no le hubiera ocurrido aquello, pero al de 25... Como dice el poema de Neruda, «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Podemos entrar casi en un juego de palabras: ¿El de los 25 es inocente, pero el de los 55 no? No lo sé. Y hay otra cuestión. Al final todos tenemos una dosis de autoengaño. La verdad es insoportable.

Mirar hacia otro lado es muchas veces culpable.

Pero a veces es necesario para vivir; llega un momento en que la verdad es indigerible.

¿Este personaje es muy diferente de lo que ha hecho antes?

No soy consciente... Intento siempre hacer cosas distintas...

El sueño de un actor es ese, ir de un personaje a otro, transitar por ellos y que cada uno te lleve a un sitio distinto. Pero bueno, es un sueño imposible. Parece un poco contradictorio; uno intenta irse a un lugar inexplorado, pero tu mochila va contigo

Suele hacer personajes actuales y ficticios, no históricos y reales.

Sí, he tenido un poco de todo. Me he cascado algún personaje real que está muy bien; por ejemplo, Pepe Mujica en 'La noche de 12 años'. El de 'La trinchera infinita' es un personaje ficticio, pero los hechos son reales. Siempre es apasionante. Ésta es una frase muy de entrevista, pero la realidad supera la ficción y a mí me apasiona. El sueño de un actor es ese, ir de un personaje a otro, transitar por ellos y que cada uno te lleve a un sitio distinto. Pero bueno, es un sueño imposible. Parece un poco contradictorio; uno intenta irse a un lugar inexplorado, pero tu mochila va contigo.

Una mochila que al tiempo está llena de sus anteriores personajes.

Y de tus vivencias y de tu vivencia. Es lo bueno que tiene este oficio. Varían los personajes y las historias, pero es lo contrario del futbolista, que conforme pasan los años va a menos; si un actor es humilde, si tiene curiosidad, si tiene pasión, va a más.

¿Y uno es consciente de esa mejoría?

Va a decir usted que estoy todo el tiempo contradiciéndome, pero le diré que sí y no. No somos los mismos, yo no soy el mismo. Me acuerdo que en una ocasión me hicieron una entrevista en La sexta y pusieron una imagen mía en un debate antiguo en el programa de Hermida al que fue, con veintipocos años, y le aseguro que parecía mi hijo. No solo por lo físico, que era evidente. Para mí los días han ido pasando uno tras otro y no ha habido variación, pero de repente lo veo y digo: ¡coño! Pero también es verdad que hay otra parte de mí en la que tomo conciencia de mis limitaciones y me digo: no es tan fácil hacer cosas distintas; y tampoco como actor quiero quedarme en la caricatura. No se trata de ponerse como obseso ahora a engordar, ahora a ponerme calvo, porque eso tiene el peligro de buscar en la forma un cambio que tiene que estar en el fondo. La vida te da poso, y en ese sentido con el tiempo tienes más cosas que contar, y de una profundidad mayor; pero también le digo que no hay más cera que la que arde, eso también hay que reconocerlo. Me engañaría a mí mismo si pensara que puedo hacer de todo; hay cosas que, aunque delante de un director dijeras «¡yo puedo!», sabes que no las puedes hacer.

En la función se habla de la necesidad del ser humano de contar.

'Al principio estaba el verbo'. La comunicación es lo que más nos define como especie, y de hecho la gente enloquece... Un ser humano que no cuente pierde su condición como tal. La comunicación es básica para mantener la esencia del ser humano. Fíjese hasta qué punto tenemos necesidad de contar. Y luego está el relato, que lo es todo. La historia la cuentan los vencedores. El poder está en el relato. Es verdad que a veces está en la fuerza bruta, pero el verdadero poder, el que modela la historia, el que genera adhesiones, es el poder de la comunicación.

El poder está en el relato. Es verdad que a veces está en la fuerza bruta, pero el verdadero poder, el que modela la historia, el que genera adhesiones, es el poder de la comunicación

¿Qué papel puede jugar el teatro en ese relato?

Buena pregunta, pero no tengo ni idea. Lo que cada uno tenga la capacidad, la valentía y el talento de conseguir. Contar cosas, hurgar en la realidad para hacer pensar a la gente. El teatro, el cine, las series que a mí me interesan son los que te hacen pensar, los que te conmueven, los que te hacen de espejo. El arte, en definitiva, ha de removerte.

¿Y esta obra, esta historia, cómo le remueve a usted?

Pensar que mañana podría volver a pasar, de pensar cómo es posible que pasara. Todos hemos tenido una idea general del Holocausto y parecía que Alemania está poblada por millones de diablos. Pero en cuanto indagas en el tema... Yo estoy con la tesis de Hannah Arendt de que era gente normal. Lo que me resulta tenebroso es hasta qué punto el ser humano puede convertir al otro en algo tan lejano, tan lejano, que le da igual que desaparezca; es más, no solo que le dé igual, sino que desee que desaparezca. Ahí es donde más vueltas me da la cabeza. ¿Cómo fue posible? Pero fue posible que ocurriera. Un acto colectivo tan organizado solo es posible con con, si no la adhesión, sí la complicidad de millones de personas. Y eso me da mucho que pensar. ¿Cómo es posible que lleguemos a odiar tanto o a negar tanto la existencia del otro? ¿Cómo es posible?

Pero hay gente que sigue negando la evidencia... Mire los antivacunas.

Porque no nos lo queremos creer. No sé, me viene a la cabeza el recuerdo de mi madre, que falleció hace muchos años. Cuando nos dijeron que estaba mala y le dieron un tiempo de vida, lloré mucho. Pasó un tiempo y me olvidé del tema. Supongo que no estaba preparado para estar cada día pensando que era un día menos, que por otro lado era una evidencia: hoy va a ser un día menos para usted y para mí de nuestra vida. A veces no puedes y te autoengañas; te engañas y ya está.

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