ARQUITECTURA

Alberto Campo Baeza: «“Serio” no significa aburrido, sino riguroso, que aspira a la belleza»

Baeza, uno de nuestros arquitectos más internacionales, recogía hace unos días la Medalla de Oro de la disciplina, un nuevo reconocimiento a una trayectoria que ha escrito algunas de las mejores páginas de la técnica en España

Alberto Campo Baeza

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Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946) recibió hace una semana la Medalla de Oro de la Arquitectura en reconocimiento a una trayectoria «coherente». Indudablemente, es uno de los arquitectos españoles más sólidos e influyentes de su generación, así como de los más internacionales. Al prestigio de su obra construida se suma el de su compromiso en su labor como docente.

¿Qué significa para usted recibir la Medalla de Oro que otorga el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España?

Lo considero un honor inmerecido que ha dependido, en primer lugar, sobre todo, de la generosidad de quienes lo proponían, entre los que figuraban varios colegios de arquitectos. Para mí, es un honor que los propios colegios me hayan propuesto. Y, después, de la generosidad del jurado, que ha emitido este juicio. Lo agradezco infinitamente.

¿Qué ha representado para usted ejercer la arquitectura desde la práctica y la docencia, si es que es posible separar ambas facetas?

Es una pregunta bien formulada porque creo que es imposible hacerlo. La docencia es un regalo. Mi padre era cirujano y trabajaba con los antiguos bisturíes metálicos, que, para poder operar bien, siempre debían estar perfectamente afilados. La docencia es como una forma de afilar esos bisturíes para poder efectuar después una relectura de la arquitectura que sea radical, sencilla, lógica y que sirva para alcanzar la belleza. Siguiendo a Vitruvio, la arquitectura ha de fundamentarse en los principios de utilitas y firmitas, y alcanzar la belleza, la venustas, para ofrecérsela a la gente. Esto hace que la docencia esté ligada a la práctica de la arquitectura. Uno enseña cómo hacer las cosas de la manera más rigurosa, lógica, profunda y radical, y, lógicamente, cuando estás haciendo tu propia arquitectura, procuras aplicar aquello mismo que estás enseñando. Puede gustar o no, se le pueden poner etiquetas, pero por encima de estas siempre ha de haber en ella una lógica que responda a ideas profundas. Se la debe poder explicar con claridad.

¿Cómo ve la profesión de arquitecto actualmente, tras la bacanal de espectáculo que se produjo desde fines de los 90 hasta la sacudida de la crisis y la reacción posterior?

Apuntaría muchos temas, pero destacaría dos: uno es la arquitectura espectáculo. Creo que es una estupidez. Nuestra sociedad, que tiene una disposición magnífica por formación y medios para poder disfrutar de la cultura, está convirtiéndose en inculta y superficial. En el caso de la arquitectura, creo que los medios tenéis parte de culpa, ya que se aplauden arquitecturas estrambóticas que nada tienen que ver con la arquitectura profunda, la seria. «Seria» no significa aburrida, sino rigurosa, y que aspira a lograr la belleza por sí misma. Otro tema que me preocupa es el de la situación de los jóvenes arquitectos en España: están excelentemente formados, pero resultan demasiados cuantitativamente porque el trabajo está muy mal repartido. Sería necesario que los colegios de arquitectos se comprometiesen más intensamente para garantizar una mejor distribución. Un médico puede visitar 20 o 30 pacientes a diario, pero no mil. En el actual estado de cosas, un arquitecto sí podría atender a mil pacientes. Se trataría de imponer el sentido común, que los arquitectos no aceptaran más trabajo del que realmente pueden asumir.

«La sostenibilidad, a veces, es una estupidez. Más que de sostenibilidad, yo hablaría de sentido común»

Pese a la calidad de la educación que ofrecen muchas universidades, es evidente un deterioro terrible en la formación intelectual y cultural de la sociedad. En una reciente conferencia, usted hablaba sobre el significado que T. S. Eliot daba a información, conocimiento y sabiduría.

Es un libro precioso, un clásico, donde efectúa esta distinción meridianamente clara. Gracias a Google disponemos de información, pero, si no la digerimos, no lograremos convertirla en conocimiento. El conocimiento es la elaboración de la información. De esa elaboración se iría hacia la sabiduría.

Somos una sociedad que se conforma con la sobresaturación de información, de ahí que se aúpe a personajes adanistas, surgidos tanto de las carencias culturales del grueso de la sociedad como de las que poseen ellos mismos.

Aquí abordaríamos ese maravilloso instrumento del que hablaron Eliot y Platón: la memoria.

Frente a la preservación de la memoria, hacemos que ahora la arquitectura se sustente sobre conceptos de moda como «sostenibilidad», «participación», «colectivo»…

La sostenibilidad a veces es una estupidez. Más que de sostenibilidad, hablaría de sentido común: soluciones finísimas y que se han aplicado toda la vida. Cualquier creador busca la belleza como una forma de servir a los demás. Y para lograrla no es necesario hacer nada extraño ni forzado. Se precisa tiempo, memoria, y trabajar, trabajar, trabajar… Un buen arquitecto va a saber construir un edificio naturalmente sostenible, capaz de «sostener» en el tiempo y, si es hermoso, también de sostenerse en la memoria de los hombres.

«No es que el mundo ahora esté peor, sólo hay que leer a Cicerón para comprender que las cosas siempre han sido difíciles»

¿Cree que toda esa imagen mediática de la arquitectura ha acabado redundando en una mala reputación del arquitecto entre la sociedad?

La arquitectura es excepcionalmente noticia en los medios. No culparía exclusivamente a los críticos de arquitectura, aunque sí que es verdad que en ocasiones han pecado de pedantería, y así se ha ido dejando de leer sus opiniones. Goethe decía que enseñar no es llenar el pozo, sino encender el fuego. Al enseñar uno debe asegurarse de que va a saber transmitir.

Una de sus críticas importantes, formulada también a través de su propia arquitectura, es al exceso de banalidad. ¿Mantiene su sentido la idea de Loos del ornamento como delito?

Sigue actualísima. Retorno al campo de la palabra para poner un ejemplo: En un libro escrito por lingüistas para los niños americanos, todo se resume en un principio básico: omitir las palabras innecesarias, algo que no significa ser ni minimalista, ni frugal.

También considera vigente a Mies van der Rohe.

Sí, por su idea del orden. En el Pabellón de Barcelona, la estructura es simétrica, aunque no lo parezca, mientras que los muros se manejan con libertad de una manera comparable al cuerpo humano, donde el esqueleto es simétrico pero los órganos se disponen en él de otro modo: unos a la izquierda y otros a la derecha. El espíritu de Mies sigue vigente, su less is more. El viejo sentado fumándose su puro era un tipo inteligente.

¿Cuál es su percepción sobre la sociedad actual?

Uno siempre está volviendo a empezar y creo que la labor que cada uno de nosotros desempeña, poniendo toda la carne en el asador, hace que las cosas salgan. No es que el mundo ahora esté peor: sólo hay que leer el discurso de Cicerón contra Catilina para comprender que las cosas siempre han sido complicadas. Es necesario ser optimista siempre y no perder jamás el buen humor. Por supuesto que hay problemas en el mundo y que hay que arreglarlos pero, desde el lugar en que uno está, y trabajando, puede ayudar. Es una suerte vivir en este mundo que nos ha tocado.

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