El abigarrado viaje de Victoria Civera

En un texto escrito por Kewin Power con motivo de la muestra Victoria Civera. Sueños inclinados (IVAM, 2011), el crítico, comisario y poeta inglés nos decía: «La presente exposición no pretende cubrir media carrera de la obra de Vicky Civera, y tratar sus últimos veinte años, sino que más bien es una conmemoración centrada en los principales aspectos y los detalles secundarios de su obra. Recoge las precisiones que parecen caracterizar inconscientemente y sin dogma alguno su esencia: una engañosa delicadeza, una astuta sexualidad , una referencia obsesiva a una red familiar ensimismada, una constante digresión alrededor del fetiche, una capacidad pictórica fecunda, un lirismo fluido incontrolable: un hermetismo deliberadamente refinado y una extraña y frágil psicología junto con una fuerza interior profundamente arraigada».

Estas palabras, que el comisario de la muestra que ahora nos ocupa, Óscar Alonso Molina , ha tenido el acierto de rescatar como parte del catálogo de su proyecto expositivo, nos sirven para trazar un dibujo introductorio de lo que han sido -y, en gran medida, siguen siendo- las principales señas de identidad artísticas de Victoria Civera (Sagunto, 1955). Delicadeza, ambigüedad, inteligencia sexual, familia como núcleo y territorio, exaltación de lo objetual, plasticidad, polisemia, fragilidad y fortaleza… Yo añadiría asimismo una gran curiosidad por el empleo de materiales absolutamente dispares y plurales , y una necesidad de abordar la práctica totalidad de recursos expresivos que la plástica nos brinda: pintura, foto, vídeo, objetos, instalaciones… (a los que aquí incorpora -y fallidamente- en el catálogo la poesía). Sin duda, palabras e intenciones para definir ideas que, a su vez, definen objetos, que, a su vez, definen a una creadora, cuyo trabajo, debo confesar, me ha costado años y razones aprehender y apreciar. Y aún me sigue costando.

Inasible , la cita que ahora celebra en el Museo Casa de la Moneda, en Madrid, está directamente vinculada a la concesión en el 2017 del Premio Tomás Francisco Peinado de Medallística, junto al diseño de una medalla conmemorativa. Esta muestra presenta un amplio conjunto de trabajos realizados por la artista a lo largo de su trayectoria, incluyendo algunas últimas obras, que pueden verse ahora por vez primera. El criterio curatorial ha sido -creo que acertadamente- evitar cualquier estructuración cronológica , que podría haber dado una apariencia engañosamente lineal y retrospectiva; por el contrario, se ha tratado de mostrar un recorrido que dibuja diversos vectores de dirección que se interrelacionan, en una suerte de espiral envolvente y continua . A mi juicio, este criterio funciona adecuadamente en el caso de una artista, que, aun presentando siempre rasgos, motivos e intereses constantes, tal como acabamos de señalar, lo cierto es que construye con su obra un recorrido complejo, polisémico, a veces, de difícil interpretación y lectura, y que en ocasiones tiende a una especie de excesiva diversificación formal y conceptual.

En cualquier caso, se trata de una propuesta bien armada y montada, cuya contemplación exige en el espectador el inicio de un viaje visual y mental, con múltiples facetas, lleno de intenciones y registros plásticos, de un exacerbado barroquismo que engancha y aturde a partes iguales , que en unos momentos nos ofrece felices hallazgos, y, en otros, resoluciones fallidas (sobre todo en lo referente a sus obras propiamente pictóricas), pero que nunca nos aburre ni nos deja indiferentes.