Coppi pedalea deante del francés Jean Robic
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Fausto Coppi, un campeón de otra época

En el Tour de Francia de 1952, el ciclista Fausto Coppi entró en la leyenda y tuvo quien lo contara: el periodista Mario Fossati. Gallo Nero publica sus crónicas de aquella hazaña deportiva

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La leyenda de Fausto Coppi cobija también a quienes contaron sus hazañas sobre la bicicleta. A Mario Ferreti cuando en 1949, tras la etapa del Giro donde Coppi subió solo la Magdalena, Vars, Izoar, Montgenevre y Sestriere, lanzó por la radio su legendaria frase: «Un hombre está al mando, la camisa es azul y blanca, su nombre es Fausto Coppi». A Dino Buzzati, que el mismo año relató la trigésimo segunda edición de la carrera italiana para el Corriere della Sera. A Gianni Brera en Retrato Breve de Fausto Coppi, también de 1949 y publicado en La Gazzeta dello Sport tras su triunfo en París (el amarillo y el rosa el mismo año). Y a Mario Fossati, que contó el Tour de 1952 para La Gazzeta dello Sport.

En 1977 lo convencieron para convertir esas crónicas y recuerdos en un libro, el único que escribió. Y eso es El Tour de Francia, de Mario Fossati.

Leer a Fossati es ver la carrera en blanco y negro. Sufrir el empedrado

La editorial Gallo Nero ya había publicado en España El Giro de Italia, de Dino Buzzati, que no va sobre el Giro de Italia sino sobre la Italia de 1949, aunque la excusa sea la carrera y por ahí veamos a Coppi y Bartali. Buzzati es el autor de El desierto de los tártaros, cuyo prólogo a la edición española es de Borges. Lo de Buzzati con el Giro es una maravilla literaria, un relato donde la imaginación también está presente. Lo de Fossati con el Tour es otra cosa. Pero no peor.

1952 fue el año en que la televisión retransmitió por primera vez escenas de una etapa apenas terminada. 4.898 kilómetros, 23 etapas, 122 ciclistas, 12 equipos y una velocidad media de 32,233 kilómetros por hora (en 2005 se corrió a 41,654 kilómetros por hora). El equipo de Italia estaba formado por Coppi, Bartali, Magni, Bresci, Carrea, Corrieri, Crippa, Franchi, Martini, Milano y Prezzi. 1952 fue el primer año en que se subió el Puy-de-Dôme y el Alpe D’Huez. Las dos etapas las ganó Coppi. También el Tour (Bernardo Ruiz fue el tercero).

Fausto Coppi (1919-1960) podría tener un palmarés todavía más impresionante. Si solo ganó dos Tours es porque la carrera fue suspendida de 1940 a 1946 por la Segunda Guerra Mundial. Ganó el Giro en 1940, 1947, 1949, 1952 y 1953, además de un Campeonato del Mundo en 1953 y numerosas clásicas. Un genio sobre la bicicleta necesitaba otro fuera de serie de la crónica.

«Él no es como tú»

Mario Fossati (1922-2013) escribió para La Gazzeta dello Sport de 1945 a 1956; para Il Giorno de 1966 a 1982, y para La Repubblica de 1982 a 2008. Sus crónicas tienen un estilo «escueto, técnico y documentado», como recuerda el periodista Enrico Currò en el prólogo. El título original del libro de Fossati es Coppi, pero no se trata de un retrato como el de su amigo Brera («… Y entonces, oscilando rítmicamente sobre sus pedales, se pega a una subida y lo ves superar los límites humanos, donde se recupera la antigua belleza de los mitos. Y no osas mirarlo porque piensas que él no es como tú, un hombre»).

La crónica no se ciñe a lo que pasa en la carretera, sino también en los hoteles

Fossati tiene una prosa distinta, sin florituras. Como mucho le sale del lago de Ginebra que es «bello como una acuarela». Sus virtudes son otras. El relato es extraordinario. Atrapa. Aunque sepamos el final, empieza con suspense, con el equipo italiano a punto de no ir al Tour, que en 1952 era una competición para selecciones nacionales (el culotte sí era el del equipo, como en un Mundial; en el caso de Coppi, del Bianchi). Hasta 1962 no llegarían los equipos profesionales. Cuando Bahamontes ganó en 1959 lo hizo con la selección española. Al toledano lo convenció Coppi comiendo unas migas de que podía ganar el Tour y no sólo la montaña.

Leer a Fossati es ver la carrera en blanco y negro. A los ciclistas con las cámaras en bandolera. Sufrir el empedrado del Norte. Sentir la velocidad en la motocicleta desde la que seguía el Tour. Imaginar cómo habla con Cavanna, el masajista ciego de Coppi. Volar con Coppi subiendo el Alpe d’Huez. Hacerlo en el Puy-de-Dôme («Coppi se escapa. Hemos dejado de ver a Robic. ¿Se lo ha comido la barra negra de betún? En una subida con un catorce por ciento de inclinación, la moto de un fotógrafo se detiene justo delante de Fausto, quien lo esquiva torciendo bruscamente en pendiente justo cuando estaba entrando en una curva cerrada. Binda [capitán del equipo italiano] asegura que se trata del Coppi más grande que nunca ha visto. Yo no me veo capaz de contradecirlo»).

Y luego está su brujuleo en los hoteles, porque la crónica no se ciñe a lo que pasa en la carretera sino también en los hoteles, convertidos más que en zona mixta en casa común. Y a la mañana siguiente, a seguir contando el ciclismo agónico, épico y heroico. Dos hombres al mando, uno en moto y el otro en bicicleta. Un periodista y un campeón de otra época.

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