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Angelica Dass posa con la cámara con la que ha compuesto el atlas humano de la serie «Humanae» - ángel de antonio
de puertas adentro

Angélica Dass: cuando el salón de casa se transforma en la capital del mundo

El proyecto «Humanae» está íntimamente ligado a la historia personal de su autora, la fotógrafa Angélica Dass. Pero, ¿dónde y de qué manera se gesta? Nos colamos en su domicilio para ver cómo este puede convertirse en la capital del mundo

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Mientras Angélica ajusta la cámara y prepara la toma, va haciéndole preguntas a Gerardo, su primer modelo improvisado de esta tarde: «Generalmente les interrogo sobre cómo conocieron el proyecto, o por qué se animaron a participar. Además de que me interesan las respuestas, es una manera de tranquilizarlos, de conseguir que se relajen. Hoy la técnica no me sirve porque ya sé por qué han venido ellos, engañados por vosotros», sonríe. Ese «vosotros» incluye al cámara de vídeo que me acompaña y al fotógrafo de nuestro periódico, que conocía a la creadora brasileña por su proyecto Humanae (y sí, hemos «embaucado» a dos amigos para que posen para Dass y así ver en directo cómo trabaja) y ahora se deshace en halagos tras conocer a la persona.

Y no es para menos...

Lo que más le llama la atención es la economía de medios utilizada por nuestra protagonista: «Piensa –nos recuerda Angélica– que este proyecto me ha llevado a retratar a gente de todo el mundo y no siempre cuentas con las mejores condiciones para hacerlo. Acabo de volver del desierto y allí los resultados tienen que ser los mismos que en un estudio en España o en una habitación de mi casa, como esta». De hecho, la joven fotógrafa ha desarrollado algunas pautas para facilitarse la labor y que todas las imágenes cumplan los mismos parámetros. Así, por ejemplo, mide la distancia de la cámara al retratado con su reflector. Lo sitúa en posición horizontal, y cada extremo debe tocar al artefacto, por un lado, y al sujeto, por el otro. Gajes del oficio.

Enamoramiento múltiple

Angélica Dass (Río de Janeiro, 1979) llegó a Madrid hace siete años para hacer prácticas en el Museo del Traje («me enamoré del museo, de la ciudad... Y de un español», admite). Hace tres que se mudó a la casa en la que estamos y en la que, si nos salen las cuentas, también nació de alguna manera (o tomó consistencia) Humanae, el proyecto que le ha granjeado gran fama y con el que mapea todos los rostros posibles, todas las pieles posibles, en un intento de crear el gran pantone del mundo y demostrar la diversidad del género humano, aunque también su inevitable unidad. Una anécdota familiar que le ha supuesto varios premios y que ahora la lleva a recorrer el planeta.

«Mi trabajo tiene un punto de militancia. La portada de una revista política es un buen escaparate»

Un gran mapa en el salón resume todas esas experiencias: «Me lo regaló una amiga que siempre me dijo que con lo que yo hacía tenía que dar la vuelta al mundo. En él voy poniendo banderas blancas en los sitios en los que he expuesto el proyecto y donde también he realizado fotos. Eso supone una vinculación con el lugar y, por tanto, la relación más perfecta. Las banderas transparentes son sitios en los que he expuesto pero no he trabajado. Y los pins plateados son expectativas, destinos a los que quiero ir, algunos apalabrados, otros, sueños más lejanos...».

La decoración del espacio no nos haría pensar que en este edificio de Huertas (el «del Madrid más castizo», que es el que le gusta a Angélica) trabaja una artista: «Siempre lo he decorado pensando que este sería un lugar de trabajo, un espacio en el que iba a pasar mucho tiempo. Como cualquier fotógrafo, dedico muchas horas a tomar fotos en la calle, pero la labor de producción ha de hacerse en un lugar confortable». Dass apuesta por lo más práctico. «Aquí todos los muebles se pueden mover», señala. De esta forma, no es difícil que la estancia se convierta en un plató improvisado para un encargo, para experimentar a pequeña escala. O para desplegar los «infinitos cromos» de las fotos realizadas hasta ahora de Humanae. Es francamente curioso comprobar las maquetas que Angélica se hace para organizar los contenidos de cada una de sus exposiciones.

¡Música, maestro!

Pero volvamos a los modelos. Ahora es el turno de Iris, una muchacha negra, cuyo pelo y color de piel contrasta sobremanera con los de Guillermo. «En realidad, esta es la habitación de la música, en la que trastea mi marido. Literalmente, se la estoy invadiendo. Pero ya dejamos aposta una pared limpia para que yo pudiera tirar fondos y hacer retratos». Y así está sucediendo, entre teclados y guitarras colgadas de las paredes. En el salón, son otras cosas las que descansan en las paredes. Puede llamar la atención que no haya obras actuales de la propia Angelica («sí que hay un autorretrato de mi época de estudiante, un bordado que resume lo qe yo fui a buscar cuando comencé a estudiar fotografía: la manera de juntar a todas las angélicas que hay en mí»), tan solo una prueba fallida, la primera de Humanae: «Humanae me absorbe mucho, me ocupa mucho de mi tiempo, ya más de tres años. El suyo es un caso atípico. Cualquier cosa que haga siempre queda aplastado por ello, y el grado de empatía que he alcanzado es imposible repetirlo con ninguna otra cosa».

La brasileña se declara adicta a la colección de fotografía de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos («es una escuela de fotografía»). De hecho, esta obsesión le permite abrir una nueva línea de investigación en su trabajo, que conecta la Historia de los afroamericanos con la afrodescendencia en Brasil, que también le preocupa («se está dando una imagen de igualdad y diversidad de este país que convendría matizar», explica). Hay un retrato firmado por Gordon Parks de un trabajador fabril que Dass no pierde de vista: «Para mí, es casi otro autorretrato. Yo soy la hija de un ingeniero, e hice bachiller técnico y mecánico. Esa foto me recuerda de dónde vengo, y mi trabajo, muy manual en ocasiones, hace que revitalice esta dimensión».

«Pronto me aburro de lo que hago. Pero cada foto de “Humanae” es algo nuevo»

Aquí no hay mesa de escena. Angélica prefiere una bancada de trabajo polivalente en la que puede tanto jugar con sus maquetas como editar o postproducir sus fotos con el ordenador. Lo que sí que hay en el salón es una mesa baja presidida por un ejemplar de la revista Foreign Affairs. No es un número cualquiera. Humanae ilustra su portada. Esto nos da pie a hablar de la significación de este gesto y de cómo este proyecto ha tomado vida propia con el tiempo: «Esta es la revista política más importante del planeta, por lo que considero que este es el último hito de Humanae. Mi trabajo tiene un punto de militancia, por lo que no hay mejor lugar que ese para ser expuesto. Porque ese número estaba dedicado al conflicto racial. Si quieres cambiar algo en el mundo, tienes que dirigirte a sus lectores. Obama es uno de esos lectores de la revista».

Hito detrás de hito

«Último hito», subraya la artista. Porque Humanae ha crecido solo fuera de lo previsto: «Hay neurocientíficos que lo están usando con pacientes como sistema para el reconocimiento de caras. También algunos médicos que se ocupan del alzheimer, para investigar los factores que provocan el olvido. Está siendo una gran herramienta educacional aplicada en los colegios para tratar cuestiones como la igualdad o la diferencia entre niños y que incluso ha dado pie a una vertiente pedagógica en mi propia labor. Asimismo, muchos estudiantes de Bellas Artes emplean las fotos para entrenarse (este no deja de ser un muestrario ilimitado de rostros), mientras que la policía forense de Sao Paulo lo emplea para resolver casos. Estudiando las caras, se puede más o menos deducir cómo envejece un sujeto, lo que puede servir para localizar a menores desaparecidos hace años».

Gerardo es un gran empresario. Iris, una bloguera y activista excepcional. Humanae los iguala. Por los retratos frontales que les toma ahora Dass, no sabremos su clase social, su profesión, su procedencia («el conjunto integra tanto a líderes como a gente que llegó a España en patera», remarca). Lo que podía haber quedado como una galería de fotos encerrado en un espacio artístico (que pronto viajará a Boston, a Laussanne, Gotteborg...) ha ganado vitalidad y puede usarse como herramienta de cambio. Así lo afronta su creadora. Mientras, Angélica se enfrenta a nuevos retos, como el del vídeo, que verán la luz de forma puntual en su galería, la de Max Estrella, durante PHotoEspaña. «Aunque no lo parezca, soy una persona muy crítica conmigo misma y con una autoestima baja. Me aburro de mis cosas. ¿Cómo he conseguido entonces desarrollar Humanae a lo largo de tres años? Porque siempre considero que cada foto es única, una cosa nueva. Y nunca he dejado de hacer otros proyectos. Trabajo en Mali con una ONG que defiende los derechos de las mujeres, surgen encargos...». Y todo eso ocurre en este salón, que a veces se sume en el caos, siempre por una buena causa.

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