Cristiano Ronaldo
Cristiano Ronaldo - abc
opinión

Ronaldo y Jeff Koons, buena pareja

En estas me encontraba, cuasi blasfemando o echando huesos por la borda, cuando las noticias televisivas saltan del gusto necrófilo (de cervantino, nada) a un Cristiano Ronaldo pateando al contrario en mitad de un partido de fútbol

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Me debatía si tirar por los huesos del tal MC (supuestamente Miguel de Cervantes), que han aparecido en los subsuelos del Monasterio de Las Trinitarias en Madrid, y otros huesos de ilustres esqueletos que danzan por el purgatorio, cuando llegó a mi retina la imagen de Ronaldo y sus patadas al aire o sálvese la parte del contrario. También son huesos los suyos, aunque pegados a carne mortal, y todo en su conjunto vale un potosí. Siempre me he inclinado más a disfrutar con los vivos que a hacer acopio de muertos. Cadáveres, los justitos en el armario o debajo de la cama, que luego hay que barrer o colgar el antipolillas de turno. No me ha despertado mayor curiosidad o morbo el osario de García Lorca.

Si está, o se le espera, para bailar con la memoria histórica un vals o un bolero. «Vamos agarraditos los dos...», al trotecito lento de María Dolores Pradera.

Prefiero saber el porqué y el cómo será la adaptación de El Público que subirá a los escenarios del Teatro Real en versión de Mauricio Sotelo y nuestro compañero Andrés Ibáñez. Un Lorca vivo antes que un Lorca muerto. No digamos la exhumación de Neruda para certificar si fue o no envenenado. Me pilla tan lejano el interés como Chile en la distancia: de los Apeninos (casi) a los Andes. Prefiero, si acaso, pasear mi retina por los poemas inéditos de Tus pies toco en la sombra. Sobre todo desde que Manuel Vilas contó en estas páginas que los pies, la cabeza y todo lo demás eran los de Alicia, la sobrina de su legítima esposa, Matilde Urrutia. Por no hacerme gracia, ni siquiera los aniversarios ilustres si no son redondos en sus ceros. De cincuenta años para arriba, y sumando de veinticinco en veinticinco. Soy estricta gobernanta de mis gustos y manías. En estas me encontraba, cuasi blasfemando o echando huesos por la borda, cuando las noticias televisivas saltan del gusto necrófilo (de cervantino, nada) a un Cristiano Ronaldo pateando al contrario en mitad de un partido de fútbol. Expulsión, lógico, y cambio de tercio en mis pesquisas.

Futbolistas que son esculturas cinceladas no por Mirón sino por los mirones

Su patada me lleva al cabezazo de Zidane en la final de un Mundial de Fútbol de hace no sé cuántos años. De la cabeza voy a los pies, nunca mejor dicho, y no son, precisamente, los de la Alicia en el país de las maravillas de Neruda. Todo sea por no llegar a las manos. A mí me gustan los deportistas que pierden los papeles en mitad de la vorágine. De dioses pasan a mortales. Humanos, al cabo. El Olimpo debería estar lleno y los frisos del Parteón, también. Al igual que la Literatura lo está de héroes antihéroes y antiheroicos. No son tiempos de discóbolos cuadriculados en la disciplina clásica, pero sí de futbolistas que muestran abdominales a las primeras de cambio y que pierden la compostura porque se sienten (o son) dioses.

Esculturas vivientes cinceladas no por Mirón sino por los mirones sentados en las gradas de un estadio. Aunque lo parezca, no busco recrearme en la perfección de la especie o estirpe futbolera como canon de ejercicio estético. Recapitulo sobre los artistas contemporáneos que han tomado a distintas figuras del fútbol como objetos de su creación o de su inspiración. Zidane y David Beckham entraron en la gloria del mercado del arte de la mano de Douglas Gordon y Philippe Parreno y de Sam Taylor-Wood, respectivamente. Ronaldo sí tiene quien le escriba (larga corte de escritores metidos a cronistas deportivos) pero no tiene quien le consagre en las salas de un museo.

Jeff Koons y Ronaldo se pegan mucho, y no patadas, precisamente

Gordon y Parreno, modernos donde los haya, dedicaron uno de sus vídeos de larga duración a seguir las incursiones de Zidane en un partido del Real Madrid. Carrera para arriba y para abajo. Subidas y bajadas por la banda, por el área. Sus piernas, sus músculos en primer término. Un vídeo pesado y pretencioso como pocos he visto en mi vida. La moviola de un programa de televisión venido a más por firmarlo y filmarlo dos señores cuyo valor cotizaba al alza en ese mercado del arte que maneja tantos ceros como el de los futbolistas. En verano, en invierno y en primavera. En Basilea, en Miami y en Hong-Kong. Sam Taylor-Wood, antes que directora de la versión cinematográfica de 50 sombras de Grey, era (¿aún es?) una artista de postín. Tomó al Beckham de sus años mozos como modelo de uno de sus vídeos. Era un retrato con todas las de la ley del siglo XXI, de uno de los personajes de su corte vanidosa. Artistas y futbolistas hacen buenas migas no solo porque casen como en un pareado, sin necesidad de un Neruda de por medio. Por eso, me sorprende que Ronaldo, con todo el clasicismo de sus proporciones y su métrica, que se encabalga con alguna patada en la rima, no haya sido entonado por ningún artista de la cosa nostra contemporánea. Propongo a Jeff Koons. Se pegan mucho, y no patadas, precisamente.

Ver los comentarios