Blanca Portillo en «El testamento de María»
Blanca Portillo en «El testamento de María» - josep aznar
teatro

El teatro ajusta cuentas con 2014

Concluye 2014 y queda atrás una ristra de buen teatro, destellos de talento, pasión y vida sobre el escenario. Es hora de ajustar cuentas con lo visto durante todo un año

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Hagamos balance. Cierro los ojos y en el escenario de la memoria brillan como luciérnagas los espectáculos que dejaron una huella indeleble. Casi ni hace falta repasar los libros para cuadrar las cuentas del año que pronto se desnudará de la última hoja de su calendario. Inevitablemente no está aquí todo lo mejor, pero lo que está sí es lo mejor de lo mejor.

Se asoma enseguida por la escotilla de lo recordado el estupendo Toni Servillo en la piel de Alberto Saporito, un miserable que sueña un crimen y comprueba que la realidad es aún más terrible que las pesadillas. Al frente del Teatri Uniti de Nápoles, Servillo cocinó un sencillo y estremecedor montaje de Le voci di dentro, una comedia del gran Eduardo de Filippo en la que se visitan los difusos límites entre lo vivido y lo soñado, los infiernos subterráneos de las relaciones familiares, y la porquería hecha costra bajo la alfombra de lo cotidiano.

Sobre la hipocresía social también trabajó lo suyo Molière. Miguel del Arco puso su Misántropo al día de forma libérrima aunque sin apartarse de la esencia de la obra, cuya acción se sitúa aquí en el callejón trasero de una discoteca, trasunto de la caverna platónica, donde la extrema integridad moral del protagonista lo inhabilita para la felicidad colocándole entre lo trágico y lo grotesco. Muchos premios ha recibido este espectáculo vibrante.

Duelos a espada de primera

En el turno de clásicos, sobresale un ágil Rojas Zorrilla, Donde hay agravios no hay celos, en cuidada versión de Fernando Sansegundo puesta en escena con gracia y hondura por Helena Pimenta, directora de la CNTC; un montaje divertido y bien armado que contiene los mejores duelos a espada que he visto en escena. Con un clasicismo que entrevera lo culto y lo popular, el Teatro de la Abadía ha recuperado uno de sus apuestas fundacionales, los Entremeses de Cervantes convertidos en una maravillosa fiesta de la imaginación y el amor a la vida y la palabra por José Luis Gómez.

En el territorio sagrado de los Evangelios se adentró Colm Tóibín para perfilar una imagen de la Virgen María como mujer de carne y hueso. Un monólogo, El testamento de María, en el que Blanca Portillo –ya sé que parece un tópico– vuelve a estar sublime.

Es inevitable que no esté aquí todo lo mejor, pero lo que está es lo mejor de lo mejor

Siempre tiene propuestas de interés el ciclo «Una mirada al mundo» del Centro Dramático Nacional; este año Declan Donnellan conjugó un prodigio shakespeariano en su hipnótica aproximación a Medida por medida con actores del Teatro Pushkin de Moscú convertidos en oceáno humano plural del que, en el momento preciso, se singularizaban quienes debían interpretar cada escena. Imponentes también en este ciclo La sangre de Antígona, una suerte de trágico oratorio de José Bergamín interpretado por la compañía del Teatro Nacional de México a las órdenes de Ignacio García, y la homérica y tonante Ilíada servida por el griego Stathis Livathinos.

No son frecuentes las manifestaciones de teatro documento en nuestros escenarios, por eso merece la pena destacar un sólido intento de dilucidación de nuestro pasado reciente, Dionisio Ridruejo. Una pasión española, de Ignacio Amestoy, con una imaginativo ejercicio de dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente. Hablo de documento y me sorprendo evocando las canciones de Berlín de Lou Reed como testimonio de un momento; esas canciones son las cotas de Desde Berlín, espectáculo dirigido por Andrés Lima.

No se vayan todavía...

Comparten sala en Madrid, La pensión de las pulgas, dos de las funciones más originales que he visto este año: MBIG, una versión del Macbeth de Shakespeare trasladado por José Martret a las entrañas de un grupo financiero con furia, sexualidad crispada y calidad, y Carne viva, inteligente rompecabezas escrito y dirigido por Denise Despeyroux.

No quedan casillas en el calendario y les querría hablar también de El principio de Arquímedes de Josep Maria Miró, de la filigrana chejoviana conseguida por Sanchis Sinisterra en Éramos tres hermanas, del empaque pinteriano de Tierra de nadie montada por Xavier Albertí, de Sé de un lugar de Iván Morales, La calma mágica de Alfredo Sanzol, Las heridas del viento de Juan Carlos Rubio...

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