Festival de Cine Europeo de Sevilla

La película «Karen» se adentra en la rutina de la autora de «Memorias de África»

Christina Rosenvinge protagoniza esta obra de María Pérez que se ha presentado este domingo en el Festival de Cine Europeo de Sevilla

Un fotograma de la película «Karen» ABC

Luis Ybarra Ramírez

Entre el documental y la ficción se mueve este mediometraje de María Pérez Sanz que compite en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, del que ABC es digital partner, dentro de la «Sección oficial». La directora extremeña ha trasladado a la pantalla la figura de la autora Karen Blixen, a quien el imaginario colectivo coloca el rostro de Meryl Streep desde los años 80, hacia una Extremadura que en su vegetación de secano se confunde con la tierra donde se inventaron los atardeceres de fuego. No estamos, sin embargo, ante una sucesión de bellas postales de temática africana, sino inmersos en la rutina de la colona danesa y su particular relación con su criado somalí, Farah Aden , interpretado por Alito Rodgers Jr. La cantautora Christina Rosenvinge soporta la mayor carga dramática de la película.

El ritmo se desdibuja en el paisaje y María Pérez decide filmar desde las antípodas del mito que rodea a Karen Blixen, más conocida como Isak Dinessen, nombre con el firmó sus «Memorias de África» o «Sombras en la hierba», entre otras. Así vemos cómo una luz tamizada y natural, respetando aquello de que nunca llegó la electricidad a la casa que habitó en Kenia, se cuela por los visillos mientras la protagonista despliega sin artificio sus hábitos: come fruta, charla cómplice con su empleado, pasea de noche, golpea las teclas de una máquina de escribir, rompe a hachazos la leña, camina, duerme, llora. «Para todas las escenas nos inspiramos en algo real, en una anécdota . No tratamos de situar al espectador en un momento ni en un lugar concreto, sino hacerlo partícipe de lo cotidiano», señala la directora.

Christina Rosenvinge aterrizó en este proyecto para componer la música . Un toque de guitarra creado sobre las imágenes, con melodías muy sencillas inspiradas en este continente donde gobierna la magia. «Llegué con ese único propósito. Una semana después, María me llamó para que hiciera también de protagonista. Le dije que le respondería en 24 horas, que no era actriz y tenía que pensarlo. Cuando me decidí a que no lo iba a hacer, la llamé, y en diez minutos me convenció para lo contrario. Cambié de opinión».

Aparece una tercera actriz que en realidad es solo una excusa. Un comodín. La única forma posible de que Karen Blixen hable de ese hombre erguido que siempre la acompaña, sin el cual ella no es nada, y viceversa. Para quien encarna el eje vertebrador del guion, el verdadero trasfondo de este fluir de bucólicas secuencias se halla en su significado más elevado y oculto: «la ruptura de un sueño, el fracaso, le sirve para encontrarse con su propio destino» . Habla entonces de la decadencia y el paso irrefrenable del tiempo. De mitificaciones e irrealidades. De rostros, perfiles y metas que se abstraen anchas en un desierto de complejidad.

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