Gabriele Finaldi, el jueves en la terraza del Casón del Buen Retiro con la calle Felipe IV al fondo
Gabriele Finaldi, el jueves en la terraza del Casón del Buen Retiro con la calle Felipe IV al fondo - IGNACIO GIL

Gabriele Finaldi: «No me voy a dirigir la National Gallery de Londres por dinero»

En 2002 salió como conservador de pintura italiana y española del museo londinense para ser el número dos del Prado. Trece años después, regresa como flamante director. Se incorporará a su nuevo puesto el 17 de agosto

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La ovación unánime que recibió en el Prado en su despedida fue un reconocimiento al trabajo bien hecho durante los 13 años que ha estado como director adjunto del museo:«Piensas que no lo has hecho tan mal. El aprecio de mis compañeros me da ánimo para enfrentarme a lo que tengo por delante, que no es fácil». Se incorporará a su nuevo puesto el 17 de agosto. Es consciente de lo mucho que dejará atrás: dos de sus hijos, que se quedan en España; pasear por Madrid, su querido Prado, la comida... Será duro cambiar las cañas por el té de las cinco y, aunque se declara poco futbolero, advierte que no será hincha del Liverpool ni del Manchester: «He ido a ver algún partido del Real Madrid y de ningún otro equipo en España».

–En 2007 ya optó a ser director de la National Gallery de Londres. Le ganó la partida Nicholas Penny. ¿Dirigir esta pinacoteca ha sido siempre su meta?

–Si me hubiera preguntado hace años si quería ser director de la National Gallery, no entraba en mis ambiciones. Se presentó la oportunidad, me sentí en la obligación de presentarme y no salió. Ciertamente, no era el momento. Esta vez no pensé en presentarme, pero personas de confianza, algunas desde el museo, me pidieron que lo considerara.

–Parece que ahora sí es el momento...

–Sí, se han conseguido en el Prado muchas metas que me propuse. Todo lo que he aprendido aquí me servirá para dirigir la National Gallery. Espero hacerlo bien y ser útil a la institución.

–Habla de muchas metas logradas. ¿Cuáles no lo han sido?

–Me hubiera gustado terminar la reordenación de las colecciones y desarrollar más el Centro de Estudios.

–Que era «la niña de sus ojos». La investigación y la conservación han sido para usted una prioridad en el Prado. ¿Lo serán también en Londres?

–Sí. El activo principal del Prado y la National Gallery son sus colecciones. Cuando vine al Prado me di cuenta de que la colección estaba bastante virgen. Queda aún mucho por hacer. Pero los conservadores del museo han respondido muy bien al reto. El Prado tiene especialistas reconocidos mundialmente.

–¿Qué más exportará del Prado a la National Gallery?

–Trabajar de manera muy dinámica, una relación muy fluida con el público, la intensidad de actividades...

–Cuentan que David Cameron paralizó su nombramiento porque consideraba excesivo su sueldo. ¿Es cierto?

–Mi sueldo es público. Ganaré más o menos lo mismo que el actual director: unas 142.000 libras. Además, hay unos bonus según los objetivos conseguidos. El primer ministro dio el visto bueno a mi nombramiento sin problemas y bastante pronto. Lo que hubo es una negociación con el Ministerio por ciertos detalles. No me voy a dirigir la National Gallery por dinero. Estoy encantado de volver a Inglaterra. De ahí procedo, ahí está buena parte de mi familia, mi antiguo museo. También soy consciente de lo que pierdo aquí. En estos trece años en España he tenido muchas satisfacciones profesionales y personales. El Prado me ha dado muchísimas alegrías.

–En febrero los trabajadores de la National Gallery convocaron una huelga por la decisión de externalizar los servicios del museo. ¿Se ha solucionado o le tocará lidiar con este toro?

–Está en fase de negociación. El museo ha propuesto buscar una fórmula distinta para gestionar los servicios al público. Es verdad que ha creado cierto conflicto social. Pero, en principio, se resolverá en los próximos meses.

–Al igual que el Prado, la National Gallery ha sufrido un severo recorte de los fondos públicos.

–Depende más de esos fondos que el Prado. Su autofinanciación es mucho menor: en torno al 30 o el 35%.

–Un museo gratuito, con tan escasa autofinanciación y recortes en las subvenciones públicas, ¿cómo sobrevive?

–Sobre todo, gracias al compromiso de la sociedad. Londres tiene muchísima empresa y la tradición de que las grandes instituciones se implican en la vida cultural de la ciudad.

–En Gran Bretaña se favorece mucho más el mecenazgo que en España, ¿no?

–Sí, pero allí también queda un gran trabajo por hacer. Hubo un intento de activar un proyecto que ha quedado corto. Habrá que ver cuál será la política del Gobierno que salga de las elecciones. Ayudan mucho los impuestos de sucesión. Además, tenemos varios fondos públicos, gestionados por un grupo de trust, y organizaciones privadas que ayudan a los museos a comprar obras. En España no existen estos modelos.

–Han elegido como presidenta del Patronato a Hannah Rothschild. Con ese apellido, a buen seguro le ayudará a conseguir fondos para el museo.

–Asumirá su cargo en agosto, pocos días antes que yo. Es la primera mujer que presidirá el Patronato del museo.

–¿Tiene la National Gallery problemas de espacio?¿Prevé alguna ampliación de su sede en Trafalgar Square?

–Hay un edificio que pertenece al museo, detrás de la Sainsbury Wing, que se adquirió a finales de los 90 con la idea de ampliar el museo en el futuro. Su colección no es grande, ni crece a gran velocidad. Tiene unas 2.400 pinturas. La mayoría están expuestas. Pero sí veo posibilidades de crecimiento en el futuro.

–¿Va a reordenar la colección?

–Tuvo su gran reordenación con la creación de la Sainsbury Wing. Se planteó un discurso geográfico y cronológico. Es un modelo que ha funcionado bien, pero hay que repensarlo.

–Se jubila Nicholas Penny en la National Gallery, a final de año Neil MacGregor dejará el British Museum... ¿Hay un relevo generacional al frente de los museos británicos?

–Sí, lo hay. Yo empiezo en la National Gallery al mismo tiempo que el nuevo director de la Portrait Gallery.

–Decía su sustituto en el Prado, Miguel Falomir, que hay un envejecimiento en los visitantes de los museos de pintura antigua. ¿Está de acuerdo?

–En la National Gallery las visitas pasan de los 6 millones al año. Esto plantea sus dificultades. Siempre hemos pensado en las pinacotecas como lugares de contemplación, de meditación... Con más de 6 millones de personas al año transitando por las salas, ¿dónde queda el silencio y la reflexión?El museo tiene que pensar en ello. Siendo un museo público, nuestra obligación es que sea lo más abierto posible. Pero hay fórmulas de mejorar la visita...

–Como por ejemplo...

–Reordenando a lo largo del día las visitas, abriendo más horas...

–¿No se planteará batir ese récord de visitantes?

–Efectivamente, creo que es un récord ya bastante extraordinario.

–¿Buscará atraer al público joven?

–Es un reto para los museos buscar formas para que un público más joven se acerque a ellos. Pero sin obsesionarse.

–¿Cuál es el punto fuerte de la National Gallery?

–Ha conseguido una relación muy directa, casi emocional, con su público. Esta sensación de que es our gallery (nuestro museo) es algo que muchas instituciones quisieran conseguir.

–¿Habrá arte contemporáneo?

–Siempre ha estado presente. Se invita a algunos artistas a hacer una producción relacionada con la colección. Han estado Peter Blake, Ron Mueck... Pero los museos se equivocan en creer que, por introducir producción artística contemporánea, están a la moda o cambia el perfil del museo. Es una plusvalía.

–¿Apuesta más por megaexposiciones o por tirar de «fondo de armario»?

–Mal vamos si la preocupación principal de un museo es que sus exposiciones sean rentables. La de Leonardo fue masiva, pero contó con un trabajo de investigación y restauración importante. La National Gallery no creo que tenga que hacer «Tutankamón». Pero no renuncio a los grandes nombres, porque este museo es una colección de grandes nombres: Piero della Francesca, Rafael, Miguel Ángel, Velázquez, Rembrandt... La muestra del último Rembrandt ha sido un verdadero descubrimiento.

–«La Venus del Espejo», de Velázquez, icono de la National Gallery, se halla en París. ¿No cree que las obras viajan demasiado con los tiempos que corren?

–Los préstamos tienen que ser justificados. Me parece importante que «La Venus del Espejo» se vea en París en la exposición más importante que se ha hecho de Velázquez en los últimos años y la primera monográfica que le dedica a este artista Francia, un país que ha sido uno de los grandes promotores del arte español. Pero hay una proliferación de exposiciones, no siempre necesarias.

–Se estrenará en otoño con una exposición de retratos de Goya. Un recibimiento muy español...

–Va a ser una exposición maravillosa, con una selección exquisita de retratos. Goya es conocido en Inglaterra y tiene una gran fascinación para el público.

–Es de suponer que a partir de ahora será más estrecha, aún sin cabe, la relación entre Prado y National Gallery.

–La relación entre ambos museos siempre ha sido excelente. Nos hemos ayudado mutuamente. La National Gallery se ha convertido en un escaparate importante para el arte español.

–El Prado ha prestado, previo pago, obras de su colección a Estados Unidos, Asia, Australia... ¿La National Gallery podría seguir el ejemplo?

–El Prado puede permitirse con cierta facilidad prestar 70 o 80 cuadros. Para la National Gallery sería bastante más difícil. Pero creo que tiene que plantearse. No se trata solo de hacer exposiciones para conseguir dinero. Tiene que haber más de una justificación.

–Tiene una manía: pasear al menos una vez al día por las salas de los museos donde ha trabajado. Habrá visto de todo...

–Sí. En la National Gallery una mujer se acercó a un cuadro de Monet y lo besó. Estaba enamorada de él. Dejó en el lienzo una marca de carmín.

–Eso es amor por el arte. No sabría si contratarla o detenerla...

–Era una persona que no estaba bien. Me gusta observar a la gente cómo visita el museo, escuchar lo que me cuentan los vigilantes... Bajar a las salas del Prado, cuando no había nadie, ha sido para mí todo un privilegio.

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