Un recuerdo en torno a Richard Corben

Más que un maestro del cómic, de sus manos surgían unas imágenes que, simplemente, nadie era capaz de igualar, y que maravillaron a toda una generación de lectores que hizo el tránsito a la edad adulta a lo largo de los años 80

Richard Corben trabaja en las ilustraciones de «DIMWOOD» en una de las últimas imágenes que compartió en redes sociales FACEBOOK

Asier Mensuro

Se acaba de ir Richard Corben , alguien que era mucho más que un maestro del cómic. De sus manos surgían unas imágenes que simplemente, nadie era capaz de igualar, y que maravillaron a toda una generación de lectores que hizo el tránsito a la edad adulta a lo largo de los años `80 .

Corben no era un ejemplo más de ese tipo de cómic que iba mucho más allá de la historieta juvenil, y que muchos estábamos descubriendo en esa España que tras la dictadura se abría al mundo. ¡Eso sería quedarse muy corto! Su trabajo era otra cosa, algo que destacaba sobremanera entre una auténtica pléyade de buenísimas obras de cómic adulto .

Sus imágenes me abrieron literalmente una puerta a otro mundo, a una concepción del cómic distinta y, también hay que decirlo, inalcanzable para cualquier otro artista. Sus imitadores que fueron legión , lo intentaron, pero no le llegaban a la altura de la suela de los zapatos.

¡Las imágenes de Corben lo tenían todo! Eran impactantes, imaginativas, voluptuosas, enérgicas, fascinantes, violentas... Y por si eso fuera poco, además estaba el color. Se sabía que Corben tenía una manera única de trabajar el color que era de su propia invención , en la que pintaba directamente sobre los fotolitos.

Con ella, conseguía un resultado que, simplemente, reinventaba el color en el cómic, mostrándolo con una belleza e intensidad que nunca habíamos visto antes.

Recuerdo que un amigo me avisó de que en un número de una de las revistas de Toutain, editor de Corben en España, se incluía un artículo donde se explicaba con cierto detalle en qué consistía su peculiar técnica. Dicha información (recuerden que era una época sin internet) era «oro puro»; pero por desgracia, un inoportuno catarro me mantuvo un par de días en cama, y cuando acudí raudo al kiosco a comprar la ansiada revista, alguien se me había adelantado.

Aún recuerdo cuantas tardes perdí en mi adolescencia recorriendo todas las tiendas de mi pequeña ciudad en las que se vendían cómics de segunda mano, o se cambiaban a duro. Tenía la esperanza de que algún «idiota» que no supiera valorarlo, se hubiera desprendido de ese auténtico tesoro; y yo, estaba decidido a encontrarlo. ¡No lo conseguí jamás!

Unos 30 años más tarde, el pasado año, el Festival de Cómic de Angulema premia a Richard Corben y realiza una extraordinaria exposición dedicada a toda su carrera. Pongo a su comisario Stephane Beaujean tras la pista de Santiago Segura, admirador y poseedor de una buena colección de originales de cómic de Richard Corben ; y el actor accede encantado a prestar sus piezas para la exposición.

En agradecimiento, Stephane me envía el extraordinario catálogo que acompaña a la muestra; y en sus páginas, por fin descubro, explicada con todo lujo de detalles, la técnica que usaba Corben para crear esas inigualables imágenes a color.

Sonrío a mis 48 años con felicidad adolescente, contemplo extasiado el catálogo que incluye entre otras cosas algunas de las páginas de su adaptación sobre el hombre lobo, La caída de la casa Usher y otros relatos de Poe; y pienso para mis adentros: «Richard, eres un auténtico genio» .

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