Las huellas perdidas de la mujer en la prensa española de los años 30

Sergi Doria recupera en «Mujeres en primera plana» crónicas sobre el protagonismo femenino durante la Segunda República

María de Maeztu ABC

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En 1931, casi un mes antes de que las mujeres españolas conquistasen el derecho al sufragio, Irene Falcón publicaba en la revista gráfica «Estampa» una crónica de título inequívoco y planteamiento más bien revolucionario para la época. «¿Deben ganar sueldo las “mujeres de su casa”»? , se preguntaba la periodista madrileña, cuestión nada retórica que aún hoy, casi noventa años después, sigue esperando respuesta. Poco después, en abril de 1932, el diario gráfico «Ahora» anunciaba a bombo y platillo una serie de reportajes titulada «Un mes entre las locas». Su autora, la periodista Maga Donato , seudónimo de Carmen María Nelken, no dudó en hacerse pasar por «perturbada» para infiltrarse en el Hospital General de Madrid, «reflejar exactamente el ambiente de una casa de salud» y, ya puestos, adelantarse a Gunter Walfraff y Hunter S. Thompson en lo que a periodismo gonzo y de infiltración se refiere. 

«Mujeres en el lado peligroso de la vida. Funambulismo proclive a la caída en la parte más tenebrosa de la existencia», escribe ahora el periodista y escritor Sergi Doria en uno de los textos introductorios de «Mujeres en primera plana» (Edhasa), compilación de crónicas con la que el también colaborador de ABC vuelve a celebrar, esta vez desde una perspectiva eminentemente femenina, el esplendor periodístico de los años treinta. Una edad de oro de la que ya dieron cuenta Ignacio Carral, Gaziel, Josep Pla, Juan Ferragut, César González-Ruano o Josefina Carabias en «Un país en crisis», volumen editado en 2018 también por Doria, y cuyo inesperado éxito ha propiciado la aparición ahora de «Mujeres en primera plana». «Se trataba de acabar con esa tonta dicotomía de escritor y periodista. Un periodista es un escritor, alguien que ha de escribir bien porque las historias han de interesar. El cómo es importante, ya que según como las explicas, las cosas interesan más o menos», explica Doria.

Generación perdida

En esta ocasión, y después de recuperar ese Nuevo Periodismo que acabó enterrado por el peso de la historia, el escritor y periodista barcelonés busca airear «una realidad social que acabó borrada por la contienda fratricida de 1936» y restituir la huellas perdidas de la mujer en la prensa española de la Segunda República . «Los años treinta culminan el progreso femenino que ya marcó la década anterior», recuerda Doria. Y ahí están, para dar fe, Irene Falcón y Magda Donato, sí, pero también Josefina Carabias, Rosa María Arquimbau, Luisa Carnés, Jacinto Miquelarena, Braulio Solsona, Félix Centento y Antonio G. de Linares. Una generación perdida que reflejó, de su puño y letra, todo aquello que la guerra se llevó. «Como hay un ambiente proclive a recordar la historia negada a la mujer pensé que sería el momento de, a través de crónicas de la época, recuperar a mujeres que salieron en los papeles por algo que era completamente excéntrico y desconcertante para la sociedad de la época», detalla Doria.

Martirio y muerte de Hildegart

Mujeres como las primeras alcaldesas que presenta José R. Ramons en «Estampa» en 1933 o como las fundadoras del Club de Solteras que retrata Francisco Díaz Roncero también en «Estampa” ese mismo año. Mujeres también como Mari Pepa Colomer , la primera aviadora catalana; o Alicia Salcedo, primera abogada de Asturias. Mujeres, en fin, como la intrépida periodista Magna Donato o como Alicia de Larrocha, pianista que con sólo seis años ya deslumbra en el Palau de la Música . «Poca gente conoce a esa Alicia que aparece aquí con sus padres y dando voz a las nuevas generaciones», apunta Doria, quien agavilla historias de universitarias, abogadas, nadadoras, aviadoras, periodistas, políticas (ahí está Dolores Ibárruri, retratada como «una terrible bolchevique»), doctoras y pintoras a modo de reconocimiento a la generación de mujeres de antes de la guerra. «Es un homenaje a la generación de mis abuelas, que en una sociedad totalmente clasista intentó salir adelante», subraya.

Con todo, «Mujeres en primer plana » también tiene un reverso oscuro compuesto por piezas incómodas y trágicas como «En el paro una mujer busca trabajo», de Luisa Carnés; la inmersión en una cárcel de mujeres que firma Josefina Carabias ; el extraño caso de la Agente 330, una supuesta espía alemana instalada en Cádiz; el mes «entre las locas» de Magda Donato… Es ahí donde encontramos también «Martirio y muerte de Hildegart», crónica del caso que conmocionó a la sociedad de la época. Una historia de Eugenesia y filicidio que, apunta Doria, dibuja «la parte negra del fanatismo feminista». «Es una mujer que se centra tanto en la mujer que acaba odiando a los hombres y al final acaba odiando a su propia hija cuando quiere su libre albedrío», relata. El crimen de Hildegart a manos de su madre cierra esta operación rescate de la crónica años treinta que, pese a exhibir una autoría repartida («la mitad están escritas por mujeres y la otra mitad por hombres, pero iba más al tema que a la autoría», matiza Doria), tiene una única protagonista: esa mujer en primera plana que dio mucho que hablar en «Estampa», «Ahora», ABC, «Barcelona Gráfica» y «Crónica», entre otros cabeceras.

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