Fernando del Paso y su esposa, cogidos de la mano, al final del acto
Fernando del Paso y su esposa, cogidos de la mano, al final del acto - REUTERS

Un Cervantes en funciones

El calendario político y el futbolístico fueron los protagonistas del acto literario por excelencia de nuestro país

MADRID Actualizado: Guardar
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Los corrillos periodísticos que siempre suceden a los actos institucionales tienen, estos días, más interés del habitual. Y ayer no podía ser menos. Presentes los Reyes, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez (Albert Rivera y Pablo Iglesias justificaron su ausencia por motivos de agenda), las miradas se desviaron del premiado y su familia a la trama política durante el cóctel que, acabada la ceremonia del Cervantes, se sirvió en el Patio de los Filósofos de la Universidad de Alcalá de Henares. Los Del Paso, ajenos a tanto ruido electoral, posaron entretenidos para los fotógrafos, mientras Don Felipe y Doña Letizia departían, distendidos, con todos ellos. La Reina, que llevaba el mismo conjunto azul klein que vistió durante el pasado Día de la Hispanidad, estuvo muy pendiente del premiado y su mujer, los dos en silla de ruedas, y no dudó en coger en brazos a su bisnieta, Cora Kate McDougal del Paso, cuando la pequeña se incorporó, risueña, a la foto de familia.

«Detrás de un gran creador siempre hay una gran mujer», dijo Doña Letizia a los periodistas al incorporarse a la conversación que estos mantenían con Don Felipe y Mariano Rajoy. María del Socorro Gordillo es esa «gran mujer» que está detrás de Fernando del Paso. «Socorro: perdóname si alguna vez te hice daño. Te pido perdón en público», dijo el premiado durante su intervención en la ceremonia de entrega. Ella le miró y asintió, y quienes lo vimos comprendimos que ese instante de complicidad encierra el secreto de toda una vida compartida. Tanto es así que, antes de comenzar su discurso, Don Felipe se permitió una «licencia»: «Socorro, una parte importante de este premio se lo lleva para usted».

Ella, ya al borde de las lágrimas, como poco antes lo había estado la Reina cuando Del Paso se describió «con los colores de España en el pecho, muy cerca del corazón», volvió a asentir, cerró los ojos y bajó la cabeza. «Ella siempre me ha apoyado, toda la vida. Nos hemos cambiado de país, incluso, y ella me ha apoyado también en eso», confesó el escritor, mientras cogía la mano de su mujer, en otro improvisado corrillo. Allí descubrimos que la corbata rojigualda la consiguió su hijo Alejandro en Estados Unidos («Nos costó mucho trabajo, pero había que traerla, ¿no?», aclaró Socorro) y que a Del Paso se le está «gastando» la esperanza de que las cosas cambien en México.

El reloj electoral

«Estoy un poco cansado, un poco abrumado, pero muy contento, muy halagado y muy honrado». ¿Emocionado? «¿Cómo no? Lo que pasa es que estoy emocionado desde hace varios meses, cuando lo supe. Vivo para escribir», remató, mientras Lupita, la enfermera que les acompaña, le protegía del sol.

Los Del Paso pondrán rumbo a México el próximo miércoles y el reloj electoral seguirá marcando las horas en España. Es probable que cuando ayer Pedro Sánchez se dirigió, raudo, ganando esa partida a Rajoy, al encuentro de los Reyes, poco les dijera de la obra del premiado. Aunque todo es posible. Como posible es que, al ser preguntado durante el cóctel, el presidente en funciones confesara que dedicaría toda la tarde a ver el fútbol. «Cuatro partidos», llegó a contabilizar Rajoy el día en que se celebraba el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Futbol, política... y rugby. Don Felipe, ya entrados en materia deportiva, comentó lo mucho que había disfrutado durante la final de la Copa del Rey, que el pasado domingo se disputó en Valladolid.

Rajoy asentía y, por el rabillo del ojo reparaba en Cristina Cifuentes. La presidenta de la Comunidad de Madrid debatía con Sánchez y Ángel Gabilondo sobre... testosterona. Y es que, a juicido de Cifuentes, esta ha estado demasiado presente en las negociaciones políticas de los últimos meses, como ilustraba ayer un titular de prensa. Entretanto, Rajoy y Sánchez ni se miraban, ni se querían ver. Y cuando todos pensábamos que se marcharían sin saludarse, Gabilondo obró el milagro: el presidente del Gobierno en funciones y el secretario general del PSOE protagonizaron un frío saludo al despedirse Rajoy del catedrático.

Mucha política, por tanto, y poca literatura en el Cervantes del cuarto centenario. Y, pese a todo, los escasos escritores presentes ayer (ni un solo premiado en años anteriores) –Manuel Vilas, Andrés Ibáñez, Pilar Adón o Fernando San Basilio, entre otros– terminaron enzarzados en una poética discusión con Anne Carson como protagonista.

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