Crítica de «Perdiendo el norte» (***): Vente a Alemania, don José

Los personajes saben cómo tratar la seriedad de esa «lacra» de la juventud española mejor preparada de la historia que huye a perfeccionar sus máster en lavar platos en un Berlín entre majo y mágico

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No hay ningún asunto, por trascendental, respetable y reflexivo que parezca, que en las manos de Nacho García Velilla no pueda adquirir esos tonos verdosos del «cachondeo». No hay nada serio y políticamente correcto de lo que no se haya reído en sus series televisivas (Hubo comentarios en «7 vidas» o en «Aída» que provocaron infartos en el socialdemócrata fetén), y ahora en esta película trata el célebre «vente a Alemania, Pepe», pero sin boina y con un par de máster impresionantes.

El universo es tan operístico como «Aída» y los personajes saben cómo tratar la seriedad de esa «lacra» de la juventud española mejor preparada de la historia que huye a perfeccionar sus máster en lavar platos en un Berlín entre majo y mágico: Berlín el encantador.

Hay guasa social, guasa laboral, guasa romántica y guasa familiar, toda ella dosificada al modo Velilla para que cada uno elija la postura que prefiera: indignarse ante la ligereza y frivolidad con las que se aborda un asunto tan serio y dramático como la emigración en mal estado (estado se puede escribir con mayúscula, sí) o partirse de la risa ante los brochazos con que se pinta ese cuadro.

Tanto la física y la química de Julián López o de Miki Esparbé te empujan a rebajar tu nivel de socialdemócrata compungido y a descargar carcajadas de hiena, y Blanca Suárez y Yon González rellenan con enorme simpatía e eficacia su parte para que sea una cercana comedia romántica. Hay muchas entradas y salidas, mucha situación, muchos pellizcos (Sacristán, Carmen Machi, Malena Alterio, Javier Cámara…)… Hay, pues, para todos, para los que van al cine a mondarse y para los que prefieren ir a indignarse.

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