El líder que acabó con los complejos

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Diego Simeone es experto en dar capotazos cuando se le plantea que tal o cual maleficio han caído desde que él ocupa la jefatura del banquillo rojiblanco. Maleficio es una palabra cosida a los años previos a su llegada, con el descenso a Segunda y la larga travesía en el desierto, sin títulos y con la autoestima por los suelos. Al Atlético le correspondía entonces el papel que los guionistas de Hollywood llaman «Dead meat»: ese amigo del héroe que va a morir antes del final de la película. «Ahora, la sensación que tienen dentro del vestuario es que incomodan y ya no son el vecino simpático que empieza perdiendo 0-1», dijo Kiko Narváez antes del derbi.

Kiko conoce bien al Cholo, con quien compartió el doblete de 1996.

Sabe que es el máximo responsable de ese cambio, pero que no lo va a reconocer. Tras la victoria 4-0 frente al Real Madrid, Simeone desvió toda la atención a los jugadores.

En diciembre de 2011, el Atlético era un barco a la deriva, sumido en una de sus proverbiales depresiones, eliminado de la Copa del Rey a las primeras de cambio por el Albacete y coqueteando en Liga con los puestos de descenso. Hoy es el equipo antisistema que ha enterrado sus complejos. ¿Cómo pasaron aquellos futbolistas desnortados y deprimidos a creer en sí mismos con una fe inquebrantable? «El liderazgo dentro de un grupo no se elige», explica el propio entrenador argentino en el libro «El efecto Simeone. La motivación como estrategia».

«Tú no decides que quieres ser el líder de un equipo. Es el propio equipo el que te sigue por tener tú una serie de características que te diferencian del resto. Ese es mi caso. Yo no trato de buscar ese liderazgo dentro de un grupo. Sé que lo tengo. No se puede entrenar, es natural, se da, y no hay que pensarlo más».

La fórmula parece sencilla. Un jefe motivador y todos detrás, prietas las filas. Pero la labor de Simeone a lo largo de estos tres años largos ha estado llena de matices. Para empezar, convenció a la directiva, los jugadores y la hinchada de que había que enterrar de una vez por todas la leyenda del «Pupas», que eso quedaba muy bien para uno de los anuncios de la agencia Sra. Rushmore, pero que en el campo había que competir. «Vengo a un club grande», dijo nada más aterrizar. «Hay que ser fiel a uno mismo», señaló en la víspera del derbi.

El libreto del Cholo

Nacido en Buenos Aires hace 44 años, el Cholo entrenador alentó su fama de irreductible desde el mismo día en que debutó en un banquillo, en el Racing de Avellaneda, en 2006, justo después de colgar las botas como futbolista. Lo hizo a través de discursos encendidos, de gritos desde la banda, de vídeos motivadores. La concentración defensiva, el contragolpe, la capacidad de mantener en tensión y de hacer sentir importante a toda la plantilla, las jugadas de estrategia... Pero también el acierto en los fichajes (Mandzukic, Griezmann, Torres), el blindaje de su núcleo duro (Gabi, Koke, Juanfran, Godín, Miranda, Tiago, Arda) y la apuesta por los jóvenes valores (Giménez, Saúl, Lucas) han sido determinantes.

El libreto se hubiera quedado en un manifiesto de buenas intenciones si no hubiera logrado títulos. En su primera temporada, consiguió la Europa League. El 31 de agosto de 2012, el Atlético arrolló al Chelsea en la Supercopa de Europa (1-4). En 2013 venció en el Bernabéu al Real Madrid (1-2) en la final de la Copa del Rey. La pasada campaña ganó la Liga 18 años después, y al inicio de esta, la Supercopa de España.

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