El veneno que estuvo a punto de acabar con sir Arthur Conan Doyle

Además de escritor fue médico e investigador, lo cual le llevó a estudiar los efectos de la tintura de una planta en su propio organismo

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Pedro Gargantilla

En la nómina de médicos escritores encontramos primeras espadas de las letras como Mikhail Bulgakov , Pío Baroja , Francois Rabelais , Robin Cook o Anton Chejov , quien llegó a afirmar en una ocasión que «la medicina es mi esposa legal y la literatura es mi amante». Entre los escritores anglosajones hay uno que brilla con luz propia: sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), el padre de Sherlock Holmes .

Nació en la capital escocesa en el seno de una familia católica irlandesa cargada de ilustradores y caricaturistas. Cursó la carrera de medicina en la Universidad de Edimburgo, en donde se produjo un hecho que fue crucial en su vida profesional, poder asistir a las clases del profesor Joseph Bell (1837-1911), perteneciente a una saga de médicos y bisnieto de Benjamin Bell , considerado el primer cirujano escocés.

El profesor Bell fue un hombre singular, dotado de una enorme energía y una gran capacidad de deducción, lo que le confería una personalidad analítica. Se cuenta que exhortaba a sus alumnos a observar el modo de caminar de los pacientes, la forma de mover sus manos, el timbre de voz y su acento, así como la indumentaria. Todos estos detalles, según él, podían ser determinantes a la hora de realizar un diagnóstico clínico.

Aplicando su método deductivo Bell fue capaz llegar a la conclusión de que uno de sus pacientes era un zapatero zurdo y de que otro era un sargento jubilado que había servido en Barbados.

Las demostraciones teatrales, al tiempo que brillantes, que realizaba el profesor Bell todos los viernes en el anfiteatro quirúrgico del hospital de Edimburgo permitieron a Doyle arbolar el personaje de Sherlock Holmes, el eterno huésped de 221B de Baker Street.

Bell colaboró en varias ocasiones con Scotland Yard, entre ellas en el célebre caso de Jack el Destripador, y actualmente es considerado uno de los precursores de la medicina forense.

Del bisturí a la pluma

El último año de carrera Doyle se embarcó en un ballenero. Cuando volvió tan solo ansiaba una cosa, contar sus experiencias y narrar sus aventuras. Desgraciadamente, todavía su pluma no había alcanzado el prestigio necesario como para ganarse la vida, por lo que no tuvo más remedio que abrir una consulta en la calle Elm Grove de Portsmouth.

Posteriormente, y tras contraer matrimonio, se trasladó a Viena en donde estudió oftalmología, especialidad que acabaría ejerciendo en un barrio selecto de Londres.

Muy probablemente fue la escasa clientela y su afición por la literatura la que propiciaron que recondujese su carrera profesional hacia las letras.

Años atrás, en 1879, había publicado su primer artículo médico, lo hizo en la prestigiosa revista British Medical Journal. Allí recogió los efectos tóxicos de una planta venenosa llamada Gelsemium elegans , también conocida como raíz del pie del Diablo , la cual produce un alcaloide llamado gelsemina, que actúa de manera similar a la estricnina.

En el artículo contaba cómo había experimentado los efectos ponzoñosos de la planta en sus propias carnes, al administrarse diariamente dosis crecientes de tintura de gelsemio.

Describía como le había provocado diarrea persistente, dolor de cabeza severo y una importante depresión, teniendo que suspender el experimento ante el temor de que acabara falleciendo.

Ahora sabemos que el efecto de la gelsemina se produce a nivel del sistema nervioso central, pudiendo provocar convulsiones, parálisis de la musculatura respiratoria y muerte por asfixia .

En el año 2011 un multimillonario chino, Long Liyuan, no tuvo la misma suerte que el escritor escocés y murió tras comer estofado de gato envenenado con Gelsemium elegans . Y es que como decía Doyle: «La originalidad no existe, son los padres».

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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