ANÁLISIS

Probamos la Surface Pro 6: esta tableta híbrida es versátil pero te resultará familiar

La renovación de la gama «2 en 1» de Microsoft viene acompañada por una mayor potencia y nuevos acabados en negro mate para mantener la esencia de la familia

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Microsoft creó escuela con Surface. No es una gama de dispositivos que gane la batalla de las ventas, pero tiene armas suficientes para plantarse ante cualquier rival. En la era «post-PC» en la que nos encontramos, que parece que nunca va a llegar, los ordenadores portátiles han venido cambiando de atuendo hasta vestirse en formatos más versátiles e híbridos.

Ahí es donde entra la compañía norteamericana en su esfuerzo por marcar la pauta de este negocio. Aunque sigue siendo un dispositivo enorme, la tableta híbrida Surface Pro 6 mantiene su esencia gracias a un panel táctil de 12.3 pulgadas que extrae una resolución de 2.736 x 1.824 píxeles. Cumple perfectamente. Es de tipo LCD, una tecnología muy perfeccionada, aunque a veces se echa en falta algo más de brillo. Otros usuarios preferirán los paneles orgánicos de tipo OLED, pero tampoco es que sean totalmente necesarios. Pero esto ya es una cuestión personal.

En general el equipo resulta muy familiar. Es prácticamente un clon del modelo anterior. La evolución respecto a su predecesora es muy pequeña. Es más, por extraño que parezca el panel, cuya calidad es óptima, viene vestido con unos gruesos marcos que le trasladan casi al pasado. No es que sea un fallo técnicamente hablando pero la tendencia que han seguido otros rivales se han centrado en otro concepto, el de pantallas con apenas bordes.

Es muy ligera pese a tu tamaño, pero estamos hablando, en esta versión, de 770 gramos que tampoco es como para manejarla con una mano a la ligera. El equipo, dada su estructura interna, no produce nada de sonido. Es tremendamente silencioso, vaya. Para colmo, se ha renovado también el sistema de disipación de calor. Aún así en caso de utilizarse durante muchas horas seguidas se nota el aumento de temperatura. A su favor es la posibilidad de contar con un equipo potente comparable al de un ordenador portáti l y versátil como una tableta.

El equipo permite conectar un teclado específico a modo de portátil. Es cómodo y práctico, pero este accesorio se siente algo delicado. Dispone, a su vez, de su propio «trackpad» o panel táctil para guiar el puntero y realizar algunas acciones, pero su comportamiento deja algo de qué desear. Uno de sus grandes bazas es la peana modificable en altura para poder sujetarla. Con todo el embrollo montado hay que comprender que no es demasiado ergonómico y estable como para apoyarse en las rodillas a la hora de trabajar. Es conveniente trabajar en una mesa o superficie plana.

Es más potente que el modelo anterior, pero no supone un gran cambio respecto a sus anteriores modelos. Configurable en varias versiones, el modelo analizado se apoya en procesadores de Intel de octava generación i5 impulsados por 8 GB de memoria RAM . Unos atributos que le confieren un buen desempeño en la mayoría de tareas diarias, pero que, todo hay que decirlo, no está enfocado al consumo de videojuegos. Este es un entorno en el que sufre el equipo. En líneas generales, correcto y competente.

A diferencia de su predecesor, presenta un acabado en un precioso negro mate muy resultón. Y eso que atrae las huellas y el polvo como un reactor. El entorno se sitúa en el orden de todo el equipo; resulta muy familiar para los usuarios al contar con Windows 10 Home como sistema operativo. Optimizado bastante bien, el equipo se mueve lo suficientemente rápido como para poder trabajar con él. Y más aprovechando las posibilidades del lápiz óptico, con el que realizar algunas tareas de diseño. Su comportamiento no difiere demasiado con la anterior generación. Con algo de creatividad se pueden hacer verdaderas virguerías.

Luego, no obstante, se pueden encontrar ciertos inconvenientes. Dispone de un único puerto USB , dando de lado a la clavija USB-C que otros rivales como el iPad Pro han dado el salto. Sí cuenta, en cambio, con conector para auriculares y la posibilidad de ampliar la memoria, así como un mini DisplayPort al que, pese a su presencia, se la va a dar poco uso. Lo que también puede echar para atrás al consumidor es su precio, que arranca en números peligrosos por encima de los mil euros.

Su batería sí se aprecia mejor, aunque solo ligeramente. Puede aguantar perfectamente las nueve horas de duración. Su sistema de carga es arena de otro costal; es desesperante lo lento que tarda en llenarse. A su vez, cuenta con tecnología biométrica, Windows Hello, con la que los usuarios pueden desbloquear la pantalla una vez introducido el rostro. Su ejecución es bastante precisa, pero a veces, es cierto, obliga luego a introducir una clave para poder acceder al equipo.

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