El 'matafuegos': la curiosa historia de los primeros extintores

Antes de sofocar los incendios con sinergén los extintores se fabricaban con agua, soda-ácido o halón

Prueba del Auto Minimax, extintor de incendios para automóviles (Madrid, 1906) Archivo

Pedro Gargantilla

Doce. Ese era el número de litros que expulsaba el primer extintor de la historia. Su invención se la debemos al ingenio y tesón del capitán inglés Williams George Manby (1775-1854), que además de militar fue inventor y publicista.

Parece ser que la inspiración brotó mientras presenciaba un incendio en Edimburgo y observaba las dificultades a las que se enfrentaban los bomberos para sofocar las llamas que alcanzaban los pisos superiores de los edificios.

Tras muchos meses de dedicación y entusiasmo apareció en 1816 el primer modelo práctico de extintor. Se trataba de un artefacto de cobre formado por cuatro cilindros metálicos, tres de los cuales contenían agua hasta la mitad y el cuarto aire a presión. En la parte superior del cilindro había una pequeña manguera y una válvula. Cuando se accionaba la válvula el aire a presión salía del cilindro metálico y arrastraba con él el agua, sofocando el fuego.

La verdad es que el invento de Manby no brilló con luz propia, tan solo logró vender algunos centenares, únicamente se utilizaban para hacer pequeñas demostraciones. Uno de aquellos extintores llegó a España en 1870 y fue bautizado como 'matafuegos'.

Bicarbonato sódico y ácido sulfúrico

Para ser fieles a la verdad, con anterioridad al invento del capitán inglés, el químico Ambrose Godfrey había diseñado en 1723 un extintor industrial. La verdad es que era muy poco práctico ya que se trataba de un aparato de enormes dimensiones, en cuyo interior se almacenaba líquido y pólvora, a través de una serie de fusibles se hacía explorar la pólvora, la cual extendía el líquido.

En 1865 un médico francés, Francois Carlier , desarrolló un nuevo modelo de extintor, sustituyó el agua del extintor de Manby por productos químicos (soda-ácido). El galeno mezcló agua con bicarbonato sódico y, en el interior del artilugio, acopló una botella de cristal con ácido sulfúrico. La botella se rompía con un punzón, de forma que se mezclaban los productos químicos generando anhídrido carbónico que era lo que expelía la mezcla hacia el exterior.

Este invento era eficaz tan solo para pequeños incendios y, evidentemente, no podía ser utilizado en aquellos siniestros en los que hubiera pintura, aceite o gasolina.

El primer extintor de espuma

El siguiente paso lo dio un inventor ruso, Alexander Laurent , que diseñó en 1905 el extintor de espuma. Para conseguirlo mezcló sulfato de aluminio y bicarbonato de sosa con un agente estabilizador. El mecanismo era verdaderamente sencillo, las burbujas de espuma flotaban sobre la superficie del líquido inflamado privándolo del oxígeno, la fuente de combustión.

Apenas cuatro años después el estadounidense Edward M Davidson diseñó un extintor de tetracloruro de carbono, un producto que era expulsado al exterior por anhídrido carbónico a presión y que se evaporaba al entrar en contacto con el aire formando un gas incombustible que apagaba el fuego de forma vertiginosa. Sin embargo, el invento de Davidson fue prohibido en la década de los sesenta debido a su toxicidad, ya que al aplicarlo sobre el fuego generaba ácido clorhídrico y fosgeno.

Posteriormente aparecería el extintor con halón, un gas capaz de extinguir el fuego mediante la captura de radicales libres que se generan en la combustión. Actualmente, debido a sus efectos deletéreos sobre la capa de ozono, este tipo de extintor está prohibido en la mayor parte del mundo y ha sido sustituido por el extintor de gas inergén, que es una mezcla de nitrógeno, argón y dióxido de carbono.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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