La Cámara de ámbar, la lujosa habitación que los nazis robaron a los rusos

Federico Guillermo I de Prusia hizo al zar Pedro I el Grande uno de los regalos diplomáticos más desorbitados de toda la Historia: un joya orgánica de seis toneladas convertida en una increíble estancia

Reconstrucción de la Cámara de ámbar Wikipedia Video: La cámara de ámbar, sobrevivió a la revolución rusa y llegó intacta a la Segunda Guerra Mundial.

Pedro Gargantilla

El ámbar es una de las pocas gemas orgánicas que existen. Básicamente consiste en una resina densa, pegajosa y fosilizada, de origen vegetal, que rezumaba de los troncos de cedro y de otras coníferas, desaparecidas hace millones de años. Su nombre procede de un vocablo árabe que significa “lo que flote en el mar”.

Esta resina es muy apreciada debido a que es muy poco común y porque el proceso que lleva a su constitución puede durar unos 17 millones de años. La región del mar Báltico es la que contiene mayor cantidad a nivel mundial, debido a que en esta zona había grandes bosques de coníferas.

A muchos cinéfilos la simple mención de la palabra “ámbar” les evoca la escena de la película “Parque Jurásico” en la que un grupo de científicos extrae el ADN de un insecto atrapado en esta gema.

En 1701 el escultor barroco Andreas Schülter (1659-1714) diseñó “la Cámara de ámbar” –también conocida como la octava maravilla del mundo- para el palacio de Berlín de Federico I de Prusia. Se trataba de una estancia con intrincados paneles tallados y mosaicos confeccionados con ámbar de color miel, decorado con piedras semipreciosas, sobre un fondo de pan de oro. Sus dimensiones, aproximadas, eran de unos 55 metros cuadrados, y estaba compuesto por unas seis toneladas de ámbar.

Afortunadamente, Federico I no vivió lo suficiente para ver como su hijo - Federico Guillermo I de Prusia (1657-1713)- regalaba la cámara al zar Pedro I el Grande (1672-1725). Corría el año 1716, con ese oneroso regalo se fijaba la alianza entre ambos países contra Suecia.

La cámara recorrió los 1.700 Km que separaban Berlín y la actual Pushkin (Rusia), próxima a San Petersburgo. Se convertía de esta forma en el objeto más preciado del palacio de Tsarskoye Selo –la residencia de los zares-. Allí se añadieron otros cuarenta metros cuadrados de ámbar.

No es difícil imaginar que esta sala se convirtiese en el orgullo de la realeza rusa, se cuenta que allí meditaba la zarina Isabel o que Catalina la Grande la usaba para recibir a las visitas.

La cámara, en 1931

Operación Barbarroja

La estancia sobrevivió, por sorprendente que pueda parecer, a la Revolución Rusa (1917) y llegó intacta a la Segunda Guerra Mundial. Durante la invasión nazi de Rusia (operación Barbarroja) la ciudad de San Petersburgo soportó uno de los asedios más brutales de la historia: más de novecientos días y un millón de muertos.

Entre las tropas alemanas desplazadas se encontraba Alfred Rohde (1892-1945), uno de los mayores expertos de arte del momento. A pesar de que los rusos habían tratado de proteger la cámara de las garras nazis empapelando las habitaciones, los alemanes la descubrieron, la desmantelaron a la velocidad del rayo y la empaquetaron en cajas. Tan sólo treinta y seis horas después la cámara partía con destino a Alemania, concretamente hacia Köningsberg –actual Kaliningrado-, la capital de Prusia Oriental.

En una de las habitaciones del castillo Köningsberg fue montada nuevamente y estuvo expuesta a los alemanes que hasta allí se desplazaron. Desgraciadamente, en el verano de 1944 los aliados bombardearon la ciudad y el castillo que albergaba la estancia fue destruido. Aquí se desvanecía definitivamente la pista de tan preciado tesoro. En unos pocos minutos se había perdido lo que naturaleza había mimado con el cariño de una madre durante millones de años.

En el año 2003, con motivo del 300º aniversario de San Petersburgo, se inauguró en el palacio de Catalina una copia de la Cámara de ámbar, valorada en diez millones de dólares. En esta ocasión se utilizaron ocho toneladas de ámbar, en lugar de los seis originales, convirtiéndola en la habitación más cara del mundo.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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