punto de fuga

El candidato-Potemkin

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Ese “remake” local del parto de los montes, la famosa lista única – única entre las otras seis que igualmente accederán al hemiciclo del Parque de la Ciudadela – parece que se ha elaborado bajo el principio bíblico de que los últimos serán los primeros. Así, el ornamental Romeva cumplirá ahí un papel parejo al de aquellas célebres coristas de la Gran Orquesta de Xavier Cugat, las que, sin tocar instrumento alguno, lucían palmito por delante de los músicos en el escenario con el único propósito de mantener boquiabierto al respetable público. Y es que, tal como se apresuraron a aclarar los tapados Mas y Junqueras, Romeva resulta ser en puridad candidato a nada. Si gana, se lo quitarán de encima en el acto; y si pierde, ni acto hará falta para que haga un mutis por el foro.

Parece que se instaura, pues, una nueva figura institucional en Cataluña, la del candidato-Potemkin. Algo que se compadece con el sarampión de infantilismo que de un tiempo a esta parte recorre la plaza. Aunque, ya puestos, uno preferiría a la primera vedette de La Cubana.

A las víctimas de TV3, el pueblo menudo, se les ha hecho creer que la independencia será el bálsamo llamado a resolver todos los problemas de este valle de lágrimas comarcal, empezando por la eliminación del paro y acabando por garantizar por ley una vida sexual plena y gratificante a los siete millones y medio de catalanes. Y ello merced al “balconing”, la vieja afición de la Esquerra que tanto gustan emular ahora los beodos británicos en Lloret. Francesc Pujols solía lamentar que Companys adoleciese de "balconitis crónica". "No salga tanto al balcón, President, que se constipará", le advirtió en su día con muy premonitoria sensatez. El “balconing” es hábito secular que igual tienta hoy a Mas. Aunque, ante la certeza de tener garantizada una pulmonía doble como se le ocurra abrir la ventana, tampoco cabe descartar que envíe por delante al muy vistoso Romeva. Cosas veredes.

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