Pasaporte de Miquel Serra i Pàmies, el héroe discreto
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Miquel Serra i Pàmies, el héroe discreto que evitó la destrucción de Barcelona

Guillem Martí novela en «¡Quemad Barcelona!» el plan comunista para la destrucción de la ciudad

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Guadalajara, México, 22 de junio de 1949. Miquel Serra i Pàmies relata a su hermano Josep las penalidades del exilio. Llegó a tierras mexicanas después de un penoso periplo tras un proceso moscovita de siete meses en el que se le acusaba, entre otras cosas, de masón, promotor de una escisión en el PSUC, de minar la resistencia civil de Cataluña y reconstruir la «aburguesada» Unión Socialista de Cataluña.

La última pregunta del Fiscal desveló un episodio que, de ser conocido, habría garantizado la posteridad del acusado al tiempo que aporta nuevas luces sobre la derrota de una República colonizada por el estalinismo: «¿Cómo y porqué no llevó a buen término la destrucción de Barcelona?»

De esa pregunta nace la novela «¡Quemad Barcelona!» (Destino).

Su autor, Guillem Martí, descubrió a los 16 años que el hermano de su bisabuelo, Miquel Serra i Pàmies, conseller de la Generalitat y tesorero del PSUC, fallecido en el exilio en 1968 evitó que la táctica de «tierra quemada» que ordenaba la Komintern arrasara la Ciudad Condal con la muerte de ciento cincuenta mil civiles.

Según el propio Serra i Pàmies, tuvo lugar una reunión del PCE, el PSUC y los militares de demoliciones para destruir Barcelona: «La mayoría de militares eran de la Brigada Líster y se acordó comenzar la destrucción de las fábricas, todas las instalaciones portuarias, La Barcelonesa de la calle Mata (junto a La Canadiense) y la térmica de Sant Adrià y finalmente volar los túneles del Metro». Serra i Pàmies se ofreció a ejecutar tan siniestra misión –que sí se aplicó en otras ciudades catalanas como Tarrasa, Lérida o Gerona-, pero su entusiasmo aparente escondía una táctica dilatoria: «Mientras me jugaba la vida no se destruía nada o poca cosa, los nacionales no acababan de entrar nunca, hasta que por fin llegaron. Cuando ellos estaban en la plaza Cataluña nosotros estábamos todavía en el Ritz. Barcelona no era destruida».

Pero Serra i Pàmies, derrotado en su propio bando, perseguido a la vez como traidor por el estalinismo y el franquismo que veía en él a un rojo separatista con responsabilidades políticas, quedaría como un héroe anónimo que, a juicio de Guillem Martí, merece ser rescatado del olvido con todos los honores.

El libro que publicó en 1980 su hermano Josep, «Fou una guerra contra tots» (Pòrtic) resultaba políticamente incorrecto en un país donde el eurocomunismo de Carrillo reescribía la memoria histórica. Cualquier crítica sobre la obediencia moscovita que desvirtuó la República se tachaba de «facha». Tampoco han aparecido las actas del proceso a que fue sometido Serra i Pàmies. Los últimos días de una Barcelona poco dispuesta a inmolarse en la resistencia que postulaba Negrín y sus asesores soviéticos transcurren en la novela como una cuenta atrás… «¿Cómo era posible proponer una salvajada como la destrucción de la ciudad?» se pregunta el autor. Pero esa era la fórmula de la retirada republicana: Negrín la quiso aplicar a Bilbao cuando ordenó destruir toda la industria pesada, pero se encontró con la negativa del gobierno vasco.

Guillem Martí traza el retrato de Serra i Pàmies, el héroe discreto que no quería depender del PCE: «Evitó que una parte del tesoro engrosara el oro de Moscú, pero nunca lo mencionó en sus cartas. Después del proceso y las penalidades de la huida de la URSS intentó pasar desapercibido y ni siquiera escribió unas memorias».

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