tribuna abierta

Personajismos

Voceros políticos que por las mañanas ensayan su presencia mediática en sus maitines rodeados de bollería fina, nada industrial, con sus llamados spin doctors

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Durante las décadas de los 70, 80 e incluso parte de los 90, Jesús Hermida, un gran periodista, primer corresponsal de TVE en Nueva York y por lo tanto muy influenciado por el mundo anglosajón, inundó con su peculiar y barroco estilo la pantalla de nuestros televisores. Pronto alcanzó una gran popularidad, en parte por su omnipresencia y en parte porque su estilo arrebató a unos espectadores, entre los que me encuentro, que lo tomaron de referencia en un país muy empobrecido mediáticamente por el franquismo. Poco a poco el hermidismo se convirtió en una máquina de audiencias, en una escuela. Y también poco a poco, y tristemente , se convirtió en una parodia, en una caricatura : de periodista pasó a ser un «personaje».

En su retiro, todo y que ha tenido alguna sonada reaparición, el pasado junio entrevistaba al Rey Don Juan Carlos I en su abdicación del Trono, no he podido dejar de imaginármelo mirándose cada mañana al espejo antes de salir de casa ensayando maniática y narcisístamente su mejor perfil, su mejor dicción, su mejor pose. Quién nos iba a decir que unos años después de ese fenómeno televisivo, el paulatino empobrecimiento de la política, el empobrecimiento intelectual de muchos de nuestros políticos del mainstream, sobretodo del bipartidismo peninsular que es el que ha tenido la responsabilidad de regirnos hasta ahora, generaría una escuela a imagen y semejanza suya.

Voceros políticos que por las mañanas ensayan su presencia mediática en sus maitines rodeados de bollería fina, nada industrial, con sus llamados spin doctors. A estos oportunistas personajes yo los suelo llamar spin tontos dado el evidente éxito y pregnancia que han conseguido para sus líquidos postulados: desafección política. Hay que competir en quien la dice más gorda, convertirse en un personaje, tener un perfil le llaman. Construir un relato, sin ideología que no interesa.

Y ahí empiezan las barbaridades: nazis, muros, Ceausescu, naranjitos y otras frivolidades basadas en el falso convencimiento de que la gente es tonta. En su descargo y dado que la mayoría de esos personajes llevan años encerrados en sus torres de marfil, en sus escaños o en las fontanerías del poder bipartidista, téngase en cuenta su alejamiento de la realidad. Lo triste es que, como Hermida, también hacen escuela. Escuela por desgracia no incruenta como la de las chicas Hermida. Escuela entre los más jóvenes, seguramente los menos formados, los menos representativos de la juventud más formada de nuestra historia y ahora obligada a emigrar. Y no precisamente a un europarlamento de seismileuristas.

El caso catalán también es proclive al florecimiento del hermidismo político. El caso del juez Vidal con su autopromoción sin límites y la ayuda una vez más inestimable del Consejo del Poder Judicial, es uno y bien llamativo. Pero creo que en Cataluña el fenómeno político más significativo es que el partido político que más ha huido de esa escalada de frivolidades, de esa búsqueda del personajismo político es curiosamente el partido que más claramente lleva en su adn la independencia. Quién nos hubiera dicho hace unos pocos años, que ERC es en estos momentos el partido más centrado, al menos mediáticamente, de Catalunya.

Jordi del Río es periodista.

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