Las cebras catalanas son felices

Moody’s, esa agencia de calificación de riesgos que tiene nombre de discoteca, dijo ayer que la decisión del presidente catalán de respetar la suspensión de la consulta independentista reduce la incertidumbre política a corto plazo, tanto para la propia Cataluña como para España. Una circunstancia que, a juicio de estos calculadores de la confianza, también puede desplazar el debate secesionista hacia la búsqueda de una solución más pragmática en la línea de un pacto fiscal. Debo reconocer que la decisión de Mas de transformar el 9-N en un «prosés» participativo también ha tranquilizado a muchos ahorradores y empresas que han desactivado momentáneamente sus planes B para trasferir su dinero fuera de Cataluña.

Por si acaso. José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, lo ha dicho a través de los micrófonos de la Cope en Cataluña y Andorra, en el programa Converses.

Quien fue embajador de España en la OCDE y es presidente de la comisión de Economía de la CEOE, advierte que quienes aseguran que la independencia de Cataluña no tendrá costes lo hacen porque dan por hecho que Cataluña seguirá en el euro y en la Unión Europea. Pero cualquier persona informada descarta que exista esta posibilidad, por más que los dirigentes catalanes se lo propusieran.

Ante esa tesitura, el problema no es si Cataluña sigue en el euro, sino si el euro seguiría en Cataluña. «No quedaría ni uno», afirma Feito. Y esa fuga ocurriría justo en el momento en que se declarara la independencia, sin esperar a que se produjera de forma efectiva. No le falta razón a quien vea en estos argumentos el discurso del miedo. Los seres humanos somos capaces de proyectar en nuestras mentes situaciones que no se producen en la realidad, pero las vivimos como si fueran reales. Tanto en positivo como en negativo. Las cebras se parecen a los cuatribarrados de la estrella solitaria porque viven felices en la sabana catalana. Esos equinos parecidos al asno catalán que decoran sus cuerpos con listas transversales, cuando tienen sed, acuden a los riachuelos a saciarla sin pensar (sin prever) que las leonas pueden estar al acecho. Las cebras sólo aprietan a correr, estresadas, cuando ven o huelen leonas. Pero cuando se tranquilizan, sedientas por el esfuerzo realizado, vuelven al riachuelo sin proyectar en sus cerebros la imagen de que el depredador puede seguir allí. Y, entre tanto, son felices. Yo confieso que soy de los que piensan «y si…». Por si aca…