Cádiz-Valencia

¡A remar y a remar! (0-0)

Nuevo punto de pundonor de un Cádiz que recupera sensaciones y unidad ante un Valencia sin pegada

osmajic, ante dos defensas. a. v.

Alfonso Carbonell

Este barco se Cervera se ha convertido en una galera en la que el que no trabaje se va a la grada. Y los que resisten no tienen otra que remar, remar y remar. Va a ser duro, muy duro, y cada paso, cada punto va y debe costar sangre, sudor y lágrimas. Como las que se han echado ante el Valencia este sábado en un tarde que comenzaba llamando a la unidad desde el momento en el que se conocía la convocatoria. Porque algo queda claro aquí, el que no reme, se queda bailando pero sin el escudito triangular que lleva dos leones, los que quiere el que manda de gafas.

Cervera se ve con tiempo para poner coto a un vestuario que ve desmadrándose con tanto nuevo. Se huele que la Liga no va a ser fácil, como tampoco lo será mantener a su banda unida y comprometida con el lema que le ha llevado a donde está. Por eso, porque no las tiene todas consigo, ha querido arreglar con mano de hierro un motín que se organizó en Madrid tras el desastre de Vallecas. De entrada, se pasó por el forro el mutismo equivocado y la mentira oficial de un club empeñado en ocultar una verdad que la sabía hasta el tato. Y de salida, puso a los culpables a los pies de los caballos en una rueda de prensa contundente y remató con una lista de convocados repleta de canteranos señalando a los fiesteros , que ni siquiera olieron el banquillo.

Y con este golpe de timón consiguió de un plumazo dos objetivos: olvidar la fiesta y unir a su hinchada con un equipo que no venía de hacerlo precisamente muy bien en Vallecas . Ah, y otra cosa, el once que le salió no resultaba nada descorazonador. Eso sí, el banquillo, ay el banquillo.

Un once titán, con Fali regresando a la zaga y un danés y un chileno pegando bocados en la medular, se presentaba ante un Valencia duro y letal, como su gran entrenador, de la estirpe de Cervera.

Diez minutos tuvieron que pasar para que el Valencia, que fue a por el balón desde el primer momento, se acercase con cierto peligro pero Marcos Andre chutó alto tras una buena asistencia de un correoso Guedes. Por su parte, en el Cádiz era Osmajic el que más ganas le echaba y no cansaba de fajarse con los defensas ches.

Y es que esas eran una de las premisas de Cervera. Ir al choque, no arrugarse, buscarle las cosquillas a los valencianistas hasta que hacerles perder los papeles. Porque ese guion favorecía al Cádiz. ¿Que había que hacer faltas? Se hacían. ¿Que había que protestar? Se protestaba. ¿Que había que irse al suelo tras un golpe? Se iba. Y se tomaba aire, que ya faltaría. La cosa era clara, mientras más tiempo estuviese el balón detenido más cerca estaría la meta.

Los equipos de Bordalás no rehuyen el choque y a ese iba encantado los muchachos de amarillo. Dentro de este orden en el caos, el Cádiz presionaba la salida de balón del Valencia en su propia área, lo que hacía incomodarle.

Pasaban los minutos de camino a la media hora y lo mejor es que no pasaba nada. Sí, un coñazo, pero si se va con los de amarillo se debe saber que esto es así, que la falta de noticias son magníficas noticias que se están cociendo en la cabeza del de las gafas.

El Valencia no conseguía acercarse ni con las individualidades de Guedes y solo con un disparo raso y lejano de Wass mandaba recados a Ledesma, que en dos tiempos detenía el chut del danés. Esta dinámica aletargada que conseguía imponer a su estilo el Cádiz contagiaba a los de Bordalás, que incluso veían como los gaditanos estiraban sus líneas en la búsqueda de un zarpazo.

La querencia por el fútbol le hacía a Álex retirarse de su zona para buscar el balón por el centro, lo que animaba a la grada y metía en una duda existencial a un entrenador que le acababa de levantar el veto gracias a los marchosos de Madrid. Sabedor de ello, el pelirrojo no tardaba en recuperar, obediente, su marca en la banda izquierda.

El caso es que el Valencia no estaba cómodo y echaba en falta a Gayá, Soler y demás hombres de creación en un once con demasiada contención por las circunstancias. Esto lo aprovechaba el Cádiz para seguir creciendo y hasta para acercarse a la portería de Cillessen tras un centro al segundo palo de Espino que Iza no conseguía conectar con Osmajic.

Comenzaba la segunda parte con un taconazo de Negredo para prolongar una internada de Álex, la chispa necesaria para encender de nuevo Carranza. Un fuego que casi apaga Wass con un disparo desviado a córner por Ledemsa. Lo que quedaba de partido iba a ser duro y la afición cadista se preparaba para ello. Y la escuela de Cervera, que echaba a calentar, entre otros, a Pedro Benito, el hijo del que fuera director deportivo del penúltimo Cádiz de Primera.

Wass seguía a los suyo y volvía a intentarlo desde lejos para que Conan volviera a lucirse para enviar de nuevo a saque de esquina. Apretaba el Valencia descaradamente y el segundo tiempo no había hecho más que empezar .

Las cartas estaban ya sobre la mesa y quedaba un mundo por delante. El Cádiz se encerraba como podía atrás a la espera de una salida y Carranza convulsionaba con sus muchachos, que hacían del estadio una olla a presión por momentos. Eso no hacía que el Valencia se descompusiera, y como prueba de ello casi de adelanta en el marcador tras un pase a la línea de gol a la que no llegaron ni Marcos Andre ni Hugo Duro.

La locura se instala en Carranza

Comenzaban a pesar los minutos y las piernas y los entrenadores refrescaban a sus equipos para calentar la grada. Negredo y Osmajic abandonaban la cancha y entraban Alejo y Pedro Benito, el ya carismático canterano cadista que se llevó una ovación que para si quisieran muchos . Por el Valencia entraba Diakhaby, produciendo un efecto ensordecedor en un Carranza ya terminado de enchufar para un final de partido que se avecinaba de infarto.

El partido ya era de alto voltaje cuando Fali se iba al suelo para rebañar un balón que iba dirigido a Duro para quedarse solo ante Ledesma. Cervera seguía dando aire al equipo a costa de quitar experiencia. Metía a Chapela y Martín Calderón y sentaba a Álex y Jonsson, muertos.

Con todo y con eso, el Cádiz seguía bien plantado dentro del vietnam que ambos entrenadores habían dibujado en un campo lleno de minas. Por si faltaba algo al guiso, ahí que salía Cala para reemplazar a un lesionado y agotado Fali. Y lo primero que hizo el de Lebrija fue emparejarse en un balón parado con Diakhaby para ganarle el primer pulso por alto.

Se jugaban mil partidos en uno y Carranza echaba el resto en busca de la victoria. Y el equipo también. El Pacha, tras un rechace, lo intentaba con un zurdazo a las manos de Cillesen. A tumba abierta, el Valencia la tendría poco después pero de nuevo el gigante Ledesma le tapaba toda la portería a Hugo Duro en un uno contra uno que silenció Carranza por un segundo.

En su búsqueda del gol, Bordalás acababa el encuentro con un 4-3-3 frente a un Cádiz que esta vez no se descompuso con tanto cambio aunque no por ello dejó de sufrir las acometidas de Guedes y compañía.

El pitido final ponía paz a una guerra en la que no llegó a correr la sangre a pesar de la intensidad y la tensión que se supo vivir sonre un terreno de juego donde se impuso finalmente la camaradería a los arrebatos de rencor.

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